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DES economías

Por Julio Nudler

Durante 1998, las fusiones entre grandes compañías sumaron 2,8 billones de dólares, más de doscientas veces el precio que Repsol pagó por YPF, pese a que la envergadura de esta operación la convirtió este año en noticia mundial. La burbuja bursátil norteamericana ayudó a alcanzar valores estratosféricos en el proceso de concentración que hoy caracteriza al capitalismo. Pero el liderazgo estadounidense en este fenómeno ya es historia. Ahora el foco es Europa, donde tuvieron lugar ocho de las diez mayores absorciones consumadas durante el tercer trimestre de 1999. Ejemplo saliente de esta tendencia es el reciente matrimonio entre la alemana Daimler-Chrysler Aerospace y la francesa Aerospatiale Matra. Japón también fue noticia con la unión de los gigantes bancarios Sumitono y Sakura, cuya unión da origen al segundo banco a escala mundial, mientras en España se refundieron el BBV y el Argentaria.
La aceleración vertiginosa del proceso surge crudamente de los números. En las últimas semanas, el acuerdo entre MCI WorldCom y Sprint marcó un valor de 115 mil millones de dólares. Tres lustros atrás, cuando todo el mundo se asombraba ante la manía de las fusiones, éstas alcanzaron en todo un año un monto global de 124 mil millones. En esos tiempos causaban sensación operaciones como la compra de General Foods por Philip Morris, a un precio de 5800 millones, cifra superior a la de la suma de todas las fusiones y absorciones que se habían registrado en la década anterior.
Así, a medida que las transnacionales adquieren dimensiones colosales y disponen de medios ilimitados, el poder político de los gobiernos va reduciéndose, sobre todo en países como la Argentina, donde el Estado vino y seguirá encogiéndose por las restricciones que encuentra para su financiación. Su ajuste contrasta con los exorbitantes valores que las multinacionales tiran sobre la mesa para apresarse unas a otras. Tampoco ofrecen refugio los espacios supranacionales, como el Mercosur o la Organización Mundial de Comercio (sucesora del GATT), porque también en ellos pesan más los intereses corporativos que las aspiraciones nacionales.