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Medicamentos caros y sin control

No tienen cura

Los laboratorios argentinos reflejan las consecuencias de la concentración mundial. Se achica el número de plantas y suben los precios. El 30 por ciento de los medicamentos son hoy de venta libre.

Por Raúl Dellatorre

El mercado mundial de medicamentos se concentra cada día más. De las 35 principales laboratorios en el mundo que había hasta hace pocos años, hoy no quedan más que 15. En Argentina, en sólo dos años, el número total de empresas se redujo de más de 300 a 178. No hay un control estricto sobre el lanzamiento de nuevos productos, que muchas veces sólo consisten en cambiarle el formato comercial a la misma droga para aumentar su precio. La Asociación de Agentes de Propaganda Médica denunció que, para peor, la constante ampliación del listado de medicamentos de venta libre “amenaza barrer con todo tipo de control”. Y la situación, aseguran, será aún más grave cuando entre en vigencia la nueva ley de patentes, la que igualan a mayor concentración y desaparición de la industria nacional.
La ausencia de normas de control se refleja en la gran disparidad de precios al que se venden los mismos medicamentos en el país y en el exterior. Los valores en Argentina, en muchos casos, más que triplican a los precios de venta en Estados Unidos o Europa. Y es más notorio en el caso de medicamentos de venta libre. El Trivisol, que en EE.UU. se comercializa en frascos de 50 ml a 9 dólares, aquí se vende a 12,50 pesos por 20 ml. El Benadryl, por 24 cápsulas, se vende allí a 5,90 dólares y en Argentina, por 20 comprimidos, a 9,60 pesos. El Zantac de 20 comprimidos, a 7,20 dólares en Estados Unidos y aquí por 12 comprimidos se pagan 9,22 pesos. Mayor es la diferencia aún en el precio del One a Day, que en Estados Unidos se paga a la mitad que acá (7,90 contra 15,49) por un contenido que es más del triple (100 comprimidos contra 30). Los cuatro medicamentos son de laboratorios distintos.
Eduardo Mestre, secretario de prensa de APM, y Jorge Bonelli, miembro de la comisión directiva de la misma organización, advirtieron que entre el 30 y el 40 por ciento de los medicamentos se comercializan hoy por venta libre, y no siempre con la intervención de un farmacéutico, ya que también se venden en kioscos e hipermercados. “Salud Pública no toma en cuenta que hay drogas cuyas contraindicaciones son muy delicadas; por ejemplo, las gotas y pastillas que se venden libremente para el dolor de estómago (Hepatalgina, Sertal, Buscapina) no son recomendables para un cardíaco. La publicidad nunca advierte cuáles son las contraindicaciones”, denunciaron. Los antigripales y descongestivos son de venta libre, “pese a que contienen antieftamínicos, algunos prohibidos por la oficina de alimentos y drogas (Food and Drugs Administration) de Estados Unidos”, señalaron los directivos de APM. “También se lanzan acá al mercado, con autorización de Salud Pública, otras drogas tóxicas que allá no están permitidas”, recordaron, y anunciaron que “el próximo paso será liberar la venta de los antibióticos”.
La presión de los laboratorios por asegurarse las condiciones más convenientes de mercado, en una plaza que mueve entre 4000 y 4500 millones de pesos al año, relajó todos los controles. Los laboratorios extranjeros han ganado espacio, saltando del 45 al 55 por ciento en su participación de mercado. “En Brasil, con la ley de patentes que protege las fórmulas de los laboratorios multinacionales, la industria local desapareció por completo, y aquí va a ocurrir lo mismo cuando se ponga en vigencia. La industria local todavía es muy fuerte acá, pero se va a ver obligada a vender sus plantas al mejor postor”, refirieron.
Las megafusiones a nivel internacional no sólo persiguen economías de escala y fortalecerse frente a la competencia, sino que además son parte de una estrategia de control geográfico, observan los dirigentes sindicales. “Mientras tanto, acá hay un Estado ausente –completan Mestre y Bonelli–. Nadie sabe siquiera el nombre del ministro de Salud, las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud no se respetan y además, por imposición del propio mercado, cada vez es más frecuente la automedicación sintomática, alimentada y orientada por la competencia publicitaria”.