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Una política industrial para el nuevo gobierno

Salvavidas a una especie en extinción

La crisis industrial plantea uno de los principales desafíos para las próximas autoridades. Diagnóstico y propuestas. Para el autor, el Estado puede asumir un rol preponderante en un renovado desarrollo del sector.

Por Adolfo Dorfman

Ya es un lugar común registrar pronunciamientos deplorando la desaparición o decadencia del sector industrial en la Argentina. Lamentablemente lo que es mucho menos frecuente es escuchar mensajes en torno de propuestas concretas, coherentes, viables, para una política de desarrollo industrial. Aquí se esbozan lineamientos esquemáticos y apretados de las grandes directrices que deberían orientar ese tipo de política en el Gobierno que ha de asumir. Pero antes de una suerte de prognosis cabe enunciar un brevísimo diagnóstico del sector.
A quien le toque dirigir los destinos del país heredará un universo industrial desmantelado, heterogéneo, dislocado, asimétrico. Dentro del mismo se destaca un puñado de empresas, dotadas de altas tecnologías, que operan sólo en ciertos sectores, orientados principalmente a la exportación, con escasos y débiles efectos horizontales, verticales y radiales en la economía argentina. Con ellas conviven un elevado número de establecimientos cuyo equipamiento productivo –salvo algún remozamiento e incorporaciones parciales–, es por lo general física, tecnológica y económicamente obsoleto. Los modos de producción varían en una amplia gama de estilos y su estructura es fuertemente concentrada, con la característica de que los grupos económicos eufemísticamente llamados “nacionales” se encuentran ligados a capitales extranjeros y dedican a la industria de transformación sólo porciones minoritarias de su actividad. Las privatizaciones indiscriminadas y onerosas hicieron desaparecer las industrias del sector público, que a mediados de la década de los 80 -según el Censo Industrial correspondiente– representaban un 10 por ciento de la producción total. Entre tanto las autoridades –ya sea por ostensible ausencia o presencia poco amistosa y sesgada– se desentienden de los problemas del sector.
De centro dinámico de creación de empleo pasa a ser ahora un expulsor neto de mano de obra. Actualmente ocupa alrededor de un millón de personas, lo que representa menos de la mitad del máximo histórico. Nótese, asimismo, que llegó a representar un tercio del producto bruto interno, con el estratégico subsector electrometalmecánico –ahora en vías de extinción– contribuyendo una proporción similar del total. Aquella proporción ha descendido drásticamente hasta un nivel por debajo del 20 por ciento.
Obstáculos
Frente a ese cuadro más bien sombrío, ¿qué perspectivas se abren para la industria argentina?
Limitantes generales: Los factores externos a la empresa, por así decir “puertas afuera”. Las deficiencias en las infraestructuras económicas (los servicios en general), y el encarecimiento de sus prestaciones, limita severamente o vuelve inoperantes, no competitivas, muchas actividades industriales tanto en mercados internacionales como internamente frente a los productos importados.
En lo que concierne a “puertas adentro”, debe señalarse la ausencia generalizada y la precariedad de un empresariado industrial nacional y emprendedor. A ese respecto téngase en cuenta que la aplicación de las “tecnologías blandas”, que abarcan campos tan cruciales como la selección apropiada del proceso productivo, la organización interna del trabajo, la cadena óptima de suministros y comercialización, puede representar una disminución muy significativa del costo. Mucho más que los recortes salariales, de los que tanto se habla.
A lo anterior se suma la ausencia de una política de fomento industrial por parte del Gobierno.
A la enumeración anterior conviene agregar la promoción territorial de la industria por la potestad de los poderes públicos a todos los niveles (federal, provincial, municipal) mediante incentivos o franquicias(desgravaciones) fiscales o legislación limitativa. Para el primer caso, valen los ejemplos de la región ubicada por debajo del paralelo 42 o las cinco provincias favorecidas. Para el segundo, citaré a la provincia de Buenos Aires, donde –en su oportunidad–, se promulga una legislación, cuyo propósito declarado es descentralizar la concentración industrial en el conurbano bonaerense. Ello determina el éxodo de actividades con dudosos resultados. En un número considerable de municipios se auspiciaron parques industriales, con capitales públicos, privados o mixtos, que tuvieron variable suerte en su desempeño. Se usaron diversas combinaciones de ofertas de infraestructuras y exenciones impositivas.
En lo que atañe a la promoción sectorial, ella se concentró en ciertas actividades seleccionadas (por ejemplo la automotriz).
De lo que antecede surge que la figura del Estado tiene hoy más vigencia que nunca. Claro está que debe desburocratizarse y adquirir mayor eficiencia, pero nuestra experiencia reciente demuestra que no por más reducido es necesariamente más eficiente ni menos corrupto.
Concretamente, respecto del sector industrial es legítimo reclamar que cumpla con sus obligaciones indeclinables e intransferibles de asegurar a la empresa el buen funcionamiento de infraestructuras externas y de proveer un marco adecuado de políticas integrales de fomento, así como su instrumentación operativa. Es evidente que para ello debe existir una política económica general, que no se advierte.
Vinculado a lo anterior aparece el tema de la capitalización y, en particular, de las inversiones extranjeras. Ello trae aparejado el serio problema (que se agudizó mucho en estos años) de la “desnacionalización” de la industria y de las otras actividades afectadas.
El problema debe enfocarse en su integridad, abarcando el ingreso y egreso de divisas, a mediano o largo plazo, de su influencia en el balance de pagos. Es imperativo evaluar el giro al exterior de los beneficios y de lo correspondiente al pago por transferencias de tecnología (know-how) y licencias (que casi nunca representan aportes al acervo tecnológico existente).
Perspectivas
Hasta aquí los obstáculos que deben sortearse. Veamos ahora los derroteros posibles.
Así como en el pasado se sucedieron etapas de industrias “trabajo intensivas” y “capital intensivas” sin que desaparecieran totalmente -pero menguando su gravitación relativa–, el dinamismo principal en la actualidad proviene de las que denominaré “conocimiento o cerebro intensivas”, resultado de la materialización del conocimiento científicotecnológico, el pujante sector “tecnológico”. Por supuesto, el componente tecnológico siempre fue uno de los principales pilares en el cambio del paradigma.
Pero nunca antes con la intensidad, sus alcances sociales y la velocidad de propagación que se constata ahora. Es igualmente imprecedente y creciente la fusión y complementación entre ramas y campos científicos, y de éstos con la tecnología, así como la retroalimentación entre todas ellas. Esto constituye un signo absolutamente distintivo de la situación actual. Entre sus múltiples manifestaciones será útil mencionar tres.
1. La velocidad de obsolescencia de tecnología es muchísimo superior en las ramas “cerebro intensivas” que en las demás; en consecuencia el tiempo que transcurre es menor.
2. Estas pesan cada vez más en la estructura industrial de los países más adelantados y en su comercio exterior.
3. En el valor agregado de la producción industrial sobresale crecientemente el componente que corresponde a la remuneración del factor investigación y desarrollo.
Finalmente, unas palabras sobre las pymes. La pequeña y mediana empresa industrial fue una de las víctimas del derrumbe del sector y es importante reconstruir una trama operativa de similares características. Pero teniendo sumo cuidado en no caer en fotocopia, en rehacer lo que funcionó –bien o mal–, en el período precedente, en otras circunstancias. Se trata más bien de dotarlos de todas las características e instrumentos que se discuten en los párrafos dedicados al futuro industrial argentino.
Las pymes (sobre todo las que pertenecen al subsector electrometalmecánico) sirven de complemento y de eslabones comunicantes en la estructura industrial. Pero aquí le confiero un papel adicional, en consonancia con la reconocida primacía del “conocimiento”, en todas sus manifestaciones. Con ello su territorio se amplía, incorporando la biotecnología, la elaboración en pequeña escala de complejos materiales especiales y elementos agropecuarios no tradicionales. La microelectrónica queda subsumida en el conjunto electrometalmecánico. Ella incluye la informática en plena expansión de sus aplicaciones previsibles de, por ahora, inconcebibles revolucionarios alcances, para las comunicaciones en la sociedad y dentro de la empresa.
De allí que los instrumentos para su fomento sean múltiples y variados, requiriendo tanto la acción concertada de los poderes públicos como de las universidades y de los propios empresarios.
Futuro
¿Qué industrias tienen futuro en la Argentina? Evidentemente las que produzcan bienes con mayor valor agregado que quede en el país. Su origen preferencial serán las que tengan origen “cerebrointensivo”, incluyendo imaginación realista creativa.
De lo que se lleva dicho resulta evidente qué actividades recomiendo privilegiar. Prefiero indicar los campos en que parece conveniente concentrar el esfuerzo, todos basados en la “cerebrointensidad”, con requerimientos relativamente modestos de inversión. Repito la enumeración que se hizo al hablar de las pymes: la microelectrónica, la biotecnología, los materiales especiales, procesos novedosos. Pero la lista no termina allí. Existen, además, amplias posibilidades que brinda a la Argentina sus grandes variaciones de clima y condiciones ecológicas. Se trata del aprovechamiento de nuestros recursos naturales, pero dejando de lado el criterio estanco, tradicional, poco imaginativo. Se perfilan de ese modo una extensa gama de posibilidades de una “novísima” generación de cultivos y usos no tradicionales.