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Clara de noche

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Con su sonido radical y letras incendiarias hacen quedar a grupos como Nine Inch Nails y Marilyn Manson (o los actuales visitantes Chemical Brothers) como blancas palomitas tocando algunos botoncitos. Aunque la prensa del primer mundo los considere la vertiente más extrema de la escena electrónica, Alec el anarquista dice que eso “no existe, sólo se quiere consumir, música o drogas, pero consumir ”. Ah, y anuncia que persigue “la destrucción de la estructura del sistema capitalista”. Guau.

MARTIN PEREZ

Son cuatro. Dos hombres y dos mujeres. En los shows en vivo, una de ellas -con la cara pintada y ropa de cuero, semejando una calmada dominatrix musical- se ubica al comando de los samplers y demás, mientras que los otros tres saltan y gritan al ritmo de su música. Los cantantes forman un trío de dibujo animado, integrado por una joven vestida como una perversa muñequita, un morocho seudo-rapper y un esbelto joven dark, cuya estampa recuerda un poco al protagonista de The Crow. Eso es Atari Teenage Riot. Tres personas que gritan slogans anarquistas sobre veloces, penetrantes y contundentes tracks de tecno hardcore. Unico.

Si semejante parafernalia en manos de Nine Inch Nails deviene en angustiantes pesadillas existencialistas (y artísticos videos para MTV), a través de Atari Teenage Riot -un nombre traducible como Rebelión Adolescente del Atari, o algo así- la testosterona hierve no por temor al pasado sino por ansiedad de futuro. Activistas político-musicales, le cantan a la revolución, a la caída de la civilización occidental, a todos esos uniformes que -dénse por enterados- no los impresionan y, por supuesto, a la anarquía. Eso es lo que se desprende, al menos, luego de una recorrida por los títulos de los temas de su bestial tercer disco, el flamante 60 Second Wipeout, al que el propio Alec Empire -al teléfono con el No desde Berlín- sorprendentemente define como de “electronic soul”.

Rostro visible e ideólogo de Atari Teenage Riot, Empire supo ser punk adolescente en su Berlín natal antes de sumarse a la movida electrónica alemana como un dj totalmente radical. Convertido en un decidido escéptico del seudo cosmopolitismo de la cultura tecno, hacia 1992 Alec dio forma -junto la cantante siria Hanin Elias y el DJ Carl Crack, oriundo de Swazilandia- a Atari Teenage Riot. Un poco a la manera de los Sex Pistols, el grupo firmó contrato al año siguiente con un sello inglés sólo pensando en el dinero del adelanto. “Fue un plan un tanto ingenuo, porque podría habernos salido mal, pero finalmente funcionó”, dice hoy Alec, cuya voz suena amable y divertida, casi lo opuesto de su incesante aullido desde el escenario. “Recibimos ofertas de seis discográficas, y elegimos a Phonogram/Vertigo, que era la que nos daba el mayor adelanto de regalías sin devolución posterior. Luego de la firma, simplemente saboteamos toda nuestra relación con ellos hasta que nos dejaron ir. Y con ese adelanto comenzamos nuestro propio sello, Digital Hardcore Recordings”.

Con varios EP’s y dos discos editados con el grupo, así como remixes varios como solista (Cibo Matto, el blusero R.L.Burnside y Bjork, entre otros), Alec Empire entró realmente al mercado norteamericano -y su nombre, por ende, se disparó al mundo- gracias al interés de Grand Royal, el sello de los Beastie Boys, que presentó en sociedad su revuelta adolescente y computadorizada. “La relación con Grand Royal comenzó luego de unos shows sold out como dj que realicé en Nueva York”, recuerda. “Una semana más tarde, cuando volví a Berlín, recibí una llamada con la propuesta. Mike D. fue el que más estaba interesado en que nos uniéramos al sello, así que nos reunimos en Londres y terminamos de firmar el acuerdo entre su sello y DHR”.

A partir de esos nuevos contactos -y la edición del disco Burn, Berlin, Burn (1997), que compila tracks de los dos primeros álbums del grupo lanzados por DHL: Delete Yourself (1995) y The Future of war (1997)-, la música de ATR pudo filtrarse en la banda de sonido de Spawn (donde colaboran con Slayer, nada menos), y el grupo comenzó a realizar giras junto a bandas como Jon Spencer Blues Explosion, Beck, Foo Fighters, Rage Against The Machine y Wu Tang Clan. “Lo bueno de tocar con esta clase de grupos es que realmente les gusta la música, y no el negocio. Sólo algunos conectan a cierto nivel con nuestras ideas, es cierto, pero todos respetan y hasta envidian el hecho de que nosotros no tenemos ningún tipo de compromiso con nadie. Eso nos da la libertad necesaria como para hacer lonuestro a nuestra manera, estemos donde estemos”, razona el subversivo computadorizado.

-¿Cuáles son esas ideas?

-Nos gusta vernos como anarquistas, en busca de una sociedad sin poderes y que esté desconectada del capitalismo. Creemos que este sistema se está volviendo menos y menos humano, y que la forma en que las corporaciones controlan todo a nivel global es algo muy peligroso. Por lo tanto, lo que queremos destruir es la estructura del sistema. Así que, con nuestra música, lo que hacemos básicamente es agregar combustible al fuego. No creemos que este cambio pueda sólo ser hecho a través de la música, por supuesto. Pero es algo que depende de la gente, al fin y al cabo. Y la mayor parte de la música que se consume hoy en día es para calmar a la gente, y hacer que se callen, se queden quietos y no les moleste lo que está sucediendo.

-Una de las cosas que más sorprende al verlos en vivo, es que esa mezcla de adrenalina y política naive funciona realmente...

-No sé a qué te referís con naive... Quiero entender que te referís a que es directo y simple. Por supuesto que es algo que funciona, yo veo como sucede todo el tiempo. Es energía, y creo que cuando las ideas están conectadas con la música pueden ser realmente poderosas. Yo me siento poderoso en ese momento.

-Desde el mismo nombre de tu grupo estás llamando a la revuelta... ¿Qué dirías si una ciudad comienza a arder, de verdad, por una de tus canciones?

-Bueno, eso ya sucede actualmente. No una ciudad, pero es común que después de los shows la gente arme revueltas por las calles. Han quemado coches y eso... Sí, yo asumo total responsabilidad por ello...

-¿Por qué? ¿Ese es el objetivo de tu música?

-Una revuelta sucede como respuesta a un cambio rápido en tu cabeza, cuando algo te hace pensar violentamente en otra dirección. Nuestro objetivo es que esa energía vaya contra el Estado. Esa es la razón por la cual alentamos la destrucción de todo lo que le cueste dinero al sistema. La gente, por lo tanto, no debería saquear negocios sino destruir coches de policía. Ese es nuestro activismo político.

-¿Pero lo tuyo es la música o la política?

-Te voy a responder con las palabras de una terrorista alemana, Gudrun Ensslin: “Todo es política, hasta cuando tengo sexo”...

-Si tu objetivo es destruir el sistema, ¿por qué pensás que el sistema te deja hacerlo tan tranquilamente?

-Porque hay un cierto nivel de tolerancia en esta sociedad que permite que cosas como éstas sucedan. Pero por supuesto que sólo hasta cierto nivel. De hecho, ya estamos metidos en algunos problemas aquí en Alemania. La Corte Suprema, por ejemplo, ha amenazado con procesarme por incitar a la violencia. Pero no por mis canciones sino por una entrevista que di en la televisión. Para que mi música comience a ser peligrosa hace falta que se haga más popular. Pero cada vez más está en camino de serlo.

-¿No tenés miedo de ser asimilado por el sistema, tal como le sucedió a los punks?

-La asimilación es un verdadero peligro, pero creo que tenemos ciertas estrategias para evitarlo. Además, nosotros sabemos por qué odiamos al sistema. No hacemos esto sólo porque no formamos parte de la clase alta.

-Recientemente se pudo ver en Buenos Aires la película Modulations, que recorre todo el espectro de la escena electrónica de fin de siglo. Y tu testimonio resulta ser el más escéptico de todos los presentados en ella.

-Para mí la escena electrónica actual es algo que no existe. Es la música de una generación que no tiene nada que decir. Que sólo quiere consumir; moda o drogas, lo que sea, pero consumir. Y detrás de eso no hay nada, es algo vacío. Hay tantas cosas sucediendo, y esta gente no dicenada contra eso, así que para mí es como si todos estuvieran de acuerdo. No alcanza con hacer una fiesta, hay que moverse. Por otra parte, a nivel musical, es también algo aburrido.

-Uno de los slogans más conocidos de Atari Teenage Riot es “Alemania debe morir”, una oda antinacionalista. ¿Qué pensás de la guerra contra el nacionalismo serbio que se está llevando a cabo a unos kilómetros de tu país?

-El asunto de Kosovo es un caso especial. Porque, por supuesto, estoy totalmente en desacuerdo con la política de Milosevic. Pero lo que más me preocupa es la política de la OTAN, que quiere controlar un país bombardeándolo sin cesar, algo con lo que estoy totalmente en contra. Además, lo que para mí es más importante, es el hecho de que Alemania forme parte de eso. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que Alemania entra en guerra, algo que para mí es la peor pesadilla hecha realidad. Porque demuestra que todo puede volver a empezar. Nuestro disco anterior, The Future of War, hablaba precisamente de esto. Y ahora, tres años más tarde, está sucediendo.

-¿Qué me podrías contar de tu nuevo disco, 60 Seconds Wipeout?

-Que es un disco muy diferente a los anteriores. Porque por un lado es más agresivo y más enojado que cualquier cosa que hayamos hecho, pero por otro lado quisimos hacer un álbum que moviese a la gente. Así que desarrollamos nuevos beats, que llamamos electronic soul beats, que es algo así como una versión electrónica del ritmo del soul de fines de los sesenta. Nuestra intención fue evitar cualquier tipo de ritmo que pudiese ser comparado con los bailables, así que usamos beats muy rápidos pero a la vez muy funkys. Se pueden bailar, pero son más agresivos y más movilizantes.

-Hace un par de años, antes de que tu sello firmase con Grand Royal, el Instituto Goethe anunciaba tu visita a la Argentina como disc-jockey. Al cancelarse, se dijo que las razones eran porque estabas demasiado ocupado con Atari Teenage Riot. ¿Alguna vez pensarte en venir a la Argentina con tu grupo?

-(Se ríe) Me sorprende que digan eso, porque las razones por las que no fui a la Argentina no fueron porque estaba muy ocupado teniendo éxito con la banda. De hecho, estuve hace un año en Brasil. Lo que sucedió es que no estoy muy de acuerdo con toda esa idea de promocionar la cultura alemana alrededor del mundo. Antes de ese tour programado por el Goethe, hice uno como dj por Asia en el que tuve algunos problemas, por lo que me dijeron que me olvidase. Lo único que puedo prometer es que alguna vez iremos a Buenos Aires, pero cuando lo hagamos será a nuestra manera y no apoyados por el gobierno alemán. Viajar con Atari Teenage Riot patrocinados por el Instituto Goethe sería algo demasiado contradictorio.