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Jueves 2 de Septiembre de 1999
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Dos fiestas

P. P.

Entre las ediciones argentinas que está dejando este invierno, hay dos que acaban de aparecer y que comparten algo, más allá de que sonora y conceptualmente estén en los antípodas. Giradioses publicó por las suyas su segundo disco, Hi-Fiesta. Los Gardelitos firmaron contrato con Sony y editaron Fiesta Sudaka (Parte 1). Los dos hablan de fiestas desencantadas, musicalizadas y relatadas desde lugares muy distintos. Como lo anuncia en la tapa, el de Giradioses es un disco de “música estereofónica”, con un pie en la electrónica y el otro en la instrumentación, pero los dos firmes sobre las melodías inspiradas en el easy listening y las letras trabajadas desde la metáfora y la descripción. La producción artística es de Daniel Melero, que canta en dos temas –el romántico “Melanie” y “Espuma de ananás”–, para acompañar la voz aniñada y afilada de la cantante del grupo, Agustina Mendiburu Elicabe.
El disco de Gardelitos muestra un cambio respecto de su convencionalista primer álbum, Gardeliando. Cierta ortodoxia barrial del grupo no desapareció, pero Fiesta Sudaka abre con un tema surfer instrumental, arreglado con cuerdas, y parece como si de golpe la celebración se hubiera mudado a California (o al menos a Mar del Plata). Después le sigue el rock and roll proletario de “6 AM”, al estilo Chuck Berry, y el sonido Gardelitos se restablece para andar por el resto del disco con algunos rhythms and blues, aires de candombe y guitarras rockeras.
La Hi-Fiesta de Giradioses es Hi por el sonido Hi-Fi, no por el estado de ánimo. Es una fiesta de martinis secos, mujeres de madrugada con el rimmel corrido, humo y desencanto. “Llegaban músicas extrañas desde el combinado/ pura interferencia de los radioaficionados/ no había más disfraces ni más invitados/ sólo fantasmas bailando semi idiotizados”, describe el estribillo de “Surfiesta”, y ahí está el vuelo de Roger Delahaye, tecladista, guitarrista y escriba de la banda. La de Gardelitos es una fiesta en los suburbios, en el patio mal iluminado de una casa en Lugano. Desencantada también, pero por la miseria: no hay muchas chicas, se escucha rocanrol, blues, y se toma vino barato. Del lado de afuera, Los Gardelitos ven la fiesta de la clase burguesa y reprueban: “¡Ay! Qué aburrida que está la fiesta/ con todas esas chetas con cara de limón”.
Los Gardelitos hablan del Comandante Marcos, de levantarse a las seis de la mañana para ir a laburar y de “estar duro como una piedra”. Giradioses habla de mujeres que seducen con la certeza de un velocirraptor, luces de limusinas y espuma de ananáes. Todas son ilusiones, pero reflejan dos caras de la luna del rock nacional de esta década.



Serenata


Su piel es de cobre, y su voz es rojo español/ Su vibra es dorada, hasta que la mata su rabia/ Quiere ver el mundo/ Un cuerpo armonioso/ Una boca cruel como la muerte// Cabalga en una fantasía que todavía no probó/ Se mira en cada espejo para chequear su silueta/ Los hombres que se dan vuelta para mirarla/ Las bocinas que suenan a su paso/ Le dan la prueba:
Desde que nació/ El amor es su juego// Me ama, Miss Argentina/ Aunque se esconde tras su sonrisa/ Es libre, Miss Argentina/ Goteando sangre/ Con mucho estilo// Le gusta quedarse en la cama a mirar películas/ Quiere un marido que la adore y le obedezca/ Disfruta de juegos de niños, y de juguetes de fútbol/ Se ríe sin vergüenza// Le gustan los Rolling Stones/ Tiene un hermanito que usa remeras de los Ramones/ Es tímida y sensible y no conoce los juegos más duros/ Pero, loco, sabe amar// Es fácil, Miss Argentina/ Una obra de arte sin marco/ Es libre, Miss Argentina/ Pero Venus es un juego peligroso// Salva mi espíritu con su luz humana/ Es voraz, perezosa, e imposible de agradar/ Se viste sexy/ Y le tiene miedo a muchas cosas/ Como estar sola// Volvió con su mamá ahora/ Tiene más de 25 años/ Traté de conservarla, pero me enterró vivo/ En amor y nacimiento y celos/ Y en todas las emociones liberadas/ Gritando juntas.

La canción se llama “Miss Argentina” y es el track 4 del disco Avenue B, el nuevo disco de Iggy Pop, producido por Don Was y con participación del trío Medeski, Martin & Wood, con edición mundial prevista para el 7 de setiembre. Semejante declaración de amor está dedicada a su novia argentina, hoy viviendo en el barrio de la Boca y estudiando en la facultad.


Cómo es hacer rock en todo el país
¡Argentina!

¿Argentina?

CRISTIAN VITALE

MENDOZA En los últimos tres años, el rock mendocino sufrió un proceso de cuatro etapas tan efímeras como intensas: apogeo-crisis-caída-renacimiento. Por lo menos en cuanto a las bandas: algunas no bancaron que los circuitos de difusión se cerraran “de golpe” y vinieron a probar suerte a Buenos Aires. Karamelo Santo, que llegó hace dos años es el ejemplo más notable. El resto se quedó a soportar las malas en su tierra y algunos, como Los Camisones –conocidos como los Sonic Youth mendocinos– lograron zafar. Y hoy, son el “orgullo” de la provincia.
Al revés de lo que pasa en otras provincias, este renacer del rock mendocino se dio “desde arriba”. En el marco del ciclo Mendoza Suena, la clase política optó por apoyar y no por “combatir” la producción rocker, como pasa en otros lugares –el No ya ha informado sobre la magra situación en Santa Fe, Córdoba o Chubut–. Hay alrededor de 300 bandas de todos los departamentos de la provincia, que están compitiendo para acceder a la grabación de mil discos, costeados por la gobernación. Oportunismo al margen, la iniciativa fue la causa del renacimiento. “Están todos como locos presentando demos. La provincia está convulsionada. Hace unos meses estaba todo mal, pero ahora el rock suena en el aire. En realidad, la iniciativa de los peronistas está buena, se están poniendo mas o menos las pilas. Pero te queda por pensar cuánto se chorean, es decir, si te dan esa oportunidad ¿cuántas no te dan?”, dice Martín, guitarrista de In Puribus, banda funk-hardcore a punto de editar su primer trabajo, titulado Casco.
La nueva camada de la tierra del vino la componen grupos de variados estilos. Si bien, se dice, es una provincia de “música bolichera”, el rock tiene su ghetto. Se comprueba yendo a los recitales de Hora Cero (hard rock de Las Heras), Anima Vil (Hip-Hop), Superamigos (rock alter!), Golpe Bajo (Rap), Planeta Garbo (Pop a lo Soda), Slam (Hardcore), Glamour (grupo de mujeres que intentan fusionar a los Pixies con Portishead), Fata Morgana (que remite a ¡Pescado rabioso!), La Parlanta (latin rock). Y El Tomate Guillermito (rock esquizo) que cuenta con handicap: las presencias de Leonardo Maturano y Lucas Villafañe, baterista y tecladista respectivamente de Karamelo Santo. Piro, percusionista de los Karamelo, está instalado en Bs. As. con la banda, pero viaja cada dos o tres meses. Y así define el panorama, desde un costado más crítico: “Mendoza es un reflejo de lo que pasa en el país. Los jóvenes están muy desilusionados con el sistema y cuesta armar un recital, porque se bardea automáticamente. Hay mucha bronca contenida, mucha ansiedad que deriva de no tener lugares para plasmar inquietudes”. Martín, de Impurivus, coincide: “Cuando estábamos allá –hoy viven en Capital– solíamos tocar en lugares no convencionales, como restaurantes o quinchos. Corríamos las mesas y armábamos el show. Pero se pudría todo y no podíamos seguir tocando. Entonces, nos íbamos a galpones y seguíamos con la fiesta. A veces hay que hacerse cargo”.