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Jueves 16 de Septiembre de 1999
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Se estrena Los Idiotas
¿Son o
se hacen?

M.P.

Mientras en Europa se espera el estreno de su última película –un musical protagonizado por Björk–, Lars Von Trier esta semana es noticia aquí por el estreno de Los Idiotas, el segundo opus del tan controvertido Dogma 95.
Suerte de cinturón de castidad creativo concebido para resistir las tendencias más conservadoras y comerciales del cine de Hollywood, el Dogma y sus films ya habían convocado buena cantidad de público en el Festival Independiente porteño, dentro del cual se realizó un taller sobre sus métodos. El bueno de Lars apenas si se mueve de Dinamarca a causa del miedo que les tiene a los aviones, pero aceptó dar una teleconferencia para los alumnos del taller y público en general en el Centro Cultural Recoleta. “Siempre hay reglas en el cine”, bromeó Von Trier, cómodamente instalado a lado de su computadora y con una botella en mano a la que cada tanto le daba algún beso. “La diferencia es que estas reglas las hice yo.” Filmadas bajo reglas como que no se puede utilizar otra música que la que se escucha durante el rodaje ni luz artificial ni cambiar nada en el lugar del filmación ni escudarse detrás de algún género y varios ni más, La Celebración y Los Idiotas son los dos primeros opus del Dogma. La primera, ganadora de un premio especial en Cannes, ya se estrenó comercialmente en Buenos Aires, con todo éxito. Y ahora le toca el turno a Los Idiotas, un film que cuenta la vida en una comunidad de neohippies que fingen su idiotez para burlarse de una sociedad hipócrita y puede considerarse como el mejor trabajo del controvertido Von Trier, el nombre (el hombre) detrás del Dogma.


Sobre los premios MTV
Celebrity

Saludada por un hombre en sobretodo que, al enfrentarse a la beldad rubia, abrió su piloto para mostrar que no llevaba nada debajo. Por suerte se trataba de su delicado marido Tommy Lee. “Ahora no puedo concentrarme”, le dijo Pamela al reportero que la estaba entrevistando, para correr a continuación detrás del exhibicionista Tommy.

La rapper Lil’ Kim usó un traje púrpura, estrecho y atrevido, que dejaba al descubierto su pecho izquierdo. “Todo el mundo me pregunta si no fui presa hoy”, decía.

Donald Trump, el magnate hotelero, fue a la ceremonia. Y cuando estaba entrando, fue saludado con entusiasmo por un tipo de barbita y gorra de baseball. Donald no sabía de quién se trataba, pero era Fred Durst de Limp Bizkit, reciente colega porque el “rebelde” cantante acaba de convertirse en vicepresidente de Interscope Records (mirá vos...). Peor: Durst se encargó de presentarle a Donald a su amigo Jonathan Davis, de Korn.

Algunas anécdotas de “color” de la reciente entrega de los
MTV Video Music Awards 1999. Este sábado a las 13, y con
subtitulado al castellano, MTV Latino emitirá las tres horas de
premios, glamour y algo, muy poco, de buena música.


Altocamet, de Mar del Plata, como los alfajores y el Casino

Dormilones

PABLO PLOTKIN

Francella y Emilio Disi a bordo de una F-100 destartalada, escapando de Buenos Aires, la malaria y el aburrimiento. Al llegar a Mar del Plata acampan en un médano con paisaje de basural, cuelgan una soga para la ropa, y a la noche pierden hasta las medias en el Casino. Pero cuando parece que la suerte los abandonó definitivamente, consiguen empleo como guardacostas, labor que desempeñarán con irresponsabilidad y lascivia. Altocamet es de Mar del Plata, pero de ninguna manera sería la banda de sonido adecuada para uno de estos clásicos de cine de fin de semana por Canal 13. Lejos del reviente ochentoso, el quinteto parece vivir en invierno permanente en La Feliz, o en los tiempos en que la ciudad era el decorado de estrellas de teatro adictas a las pastillas y glamour. Queda todo claro en su primer –y hasta ahora único– disco, Veladabristolcasino. Cinco jóvenes sensibles que cuentan sus historias de amor portuario a través de una caja de ritmos, samples, cuerdas, melodías lívidas y amaneceres dorados en la playa.
“Tiene que ver con el ritmo de vida de acá”, dice Rubén Kain, tecladista y bajista de la banda. “Hemos hablado con muchos músicos de allá, que se sentían sorprendidos por la evocación de la ciudad, les parecía extraño. El hecho es que acá todavía todo es bastante tranquilo, a diferencia de Buenos Aires. Y eso se ve reflejado en las composiciones: no tenemos un punto de vista turístico. El título evoca lugares típicos de Mar del Plata, pero en otra situación. Hablamos de La Bristol, pero no a las tres de la tarde comiendo un pancho y tomando sol. Hablamos de una velada pasional y oscura. Podemos hablar de la pileta Royal o el Paseo Storni (un clásico de domingo), pero desde otro lado.”
En un principio fueron un trío acústico (Pedro Moscuzza –batería–, Guillermo Piacenza –bajo– y Adrián Valenzuela –guitarra y voz–), nacido de las cenizas de Ultramarinos. Después se sumaron Rubén y Mariana Monjeau, encargada de los teclados, el sampling y los coros. Los discos de Tricky y Virus habrán tenido bastante que ver con este Altocamet. Tanto como el yoga (hay dos alumnos y un profesor en la formación). “Somos bastante amplios: escuchamos bassa nova, drum’n’bass, freestyle, house”, cuenta Kain. “El pop nos da la posibilidad de absorber diferentes cosas, combinarlas. Y la melancolía hay que tomarla como una virtud, no como una carga. Si nuestros temas son más dormidos, es porque nuestra vida es más lenta.”