Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus
BoleteríaCerrado
Abierto

Ediciones anteriores

 Fmérides Truchas  


Jueves 12 de Octubre de 2000

tapa
tapa del no

convivir con virus

MARTA DILLON

La primera vez que lo vi era apenas una mancha oscura en la cuna de mi hermano. El no tenía ni veinte días, yo diez años y una angustia en el pecho que entendí mucho más tarde. Fue la única vez que lo vi de bebé, pero su nombre formaba parte de esa larga lista que repetí obsesivamente durante años para que no desapareciera del todo-todo lo que desapareció con mi mamá. Cuando lo volví a encontrar, veinte años después de esa tarde, lo llamé por el nombre que recordaba: “Marito” y no le gustó nada, él es Kuriaki y así exigía que lo llamen. Pasaron casi cinco años más desde entonces, en este tiempo pude enterarme que su mamá y la mía compartieron sus últimos días, que a la suya las compañeras la ayudaban a sacarse la leche que ese bebé negro y fiero ya no podía tomar y que ella, médica pediatra, curaba como podía a los que salían de la tortura. Kuriaki ahora es un militante de los derechos humanos, el que hace las mejores pintadas de HIJOS, el que nunca falta a las reuniones. Además es papá, motoquero y fanático de Attaque 77, aunque seguro que la palabra fanático tampoco debe ser de sus preferidas. Pero es de esos que los siguen a todas partes y conoce sus canciones mejor que nadie. Lo que Kuriaki no sabía es que Ciro Pertusi lo seguía a él. Lo vio una vez en televisión, después de un escrache, mientras la policía se lo llevaba a la rastra agarrándolo de la remera de Attaque. “Nosotros sólo hacemos la banda de sonido de una película de la que vos sos el protagonista”, le dijo Ciro a Kuriaki en un encuentro que sucedió hace unos días. Le contó también que lo había visto en Obras, que desde el escenario los músicos lo buscaban para saber quién era el pibe que había inspirado esa canción que cuenta, sin conocerla, la historia de alguien como él, que tiene razones para luchar, para estar de pie aun cuando lo cotidiano es la injusticia y su causa –buscar justicia para sus padres desaparecidos– parece perdida desde el vamos. Fue emocionante ser testigo de ese encuentro, ver los ojos de Kuriaki mientras Ciro le contaba cuánto admira lo que él hace y cómo sus canciones tenían sentido cuando contaba con él entre el público. Puede parecer una historia menor, pero a mí me dio la sensación de que otra vez la vida nos daba revancha. El sábado pasado Kuriaki fue cabeza de marcha en un escrache que hicimos a un hijo de puta, Frimon Weber, torturador conocido como “220” por su habilidad con la picana. Casi no hubo medios ese sábado, pero hubo quinientas personas, vecinos y jóvenes de todas las tribus posibles que cantamos hasta quedarnos sin garganta porque para nosotros escrachar a estos personajes de mierda es también una fiesta, porque estamos de pie y porque lentamente la justicia popular llega para condenarlos. La vida nos da revancha, pensé de nuevo mientras Kuriaki caminaba adelante, guiando la columna en la que yo marchaba, tan lejos de ese bebé que me tocó cuidar una tarde mientras nuestros padres diseñaban estrategias para cambiar el mundo. Es verdad, a ellos se los llevaron, los derrotaron, pero nosotros nos estamos encontrando y cada encuentro tiene el poder de encender luces aun en la oscuridad más cerrada.

[email protected]