Charlie Brooker y Anabel Jones están sentados en un hotel del Soho con un claro objetivo: Black Mirror, la serie que producen, acaba de subir su quinta temporada a Netflix. Fuertemente inspirada en la serie de ciencia ficción de los '60 Dimensión Desconocida, su criatura comenzó a emitirse en 2011; desde entonces ha probado ser el más exitoso producto de la asociación entre Brooker y Jones. Cada episodio cuenta una historia diferente sobre la relación entre los humanos y la tecnología; muy a menudo, los resultados son profundamente perturbadores. Aún así, y a pesar del aspecto desolado de la serie, el dúo responsable de esas oscuras historias parece una compañía optimista. Hay pocos momentos de la conversación en los que no estén interrumpiéndose uno al otro con bromas y comentarios. Por ejemplo, cuando se les pregunta qué los unió en primer lugar, Jones dice "No creo que haya nada que nos una", a lo que Brooker agrega "Espero que eso suceda algún día". Entonces, ¿qué los ha mantenido trabajando juntos por más de una década? "Es nuestra mutua y saludable falta de respeto", dice Jones. "Estamos llenos de odio", continúa Brooker. "Y eso es probablemente porque nadie nos emplearía de otro modo. Somos nuestro propio castigo". Y Jones responde: "Mi Dios, es como una Navidad Black Mirror", en referencia al capítulo "White Christmas"; en el que dos personajes antagónicos --Jon Hamm y Rafe Spall-- están atrapados cinco años en una cabaña sin nadie más para hablar. "El maldito infierno", dice Brooker, agarrándose la cabeza.

Pero finalmente hablan de cómo se conocieron. Hace unos 18 años, Brooker --en ese momento guionista de un noticiero satírico de Channel 4 llamado The 10 O'Clock Show-- estaba jugando al Counter Strike con un grupo de escritores en el cuartel general de Endemol, la compañía de medios que produjo hitos del reality como Big Brother, Deal or no Deal y Wipeout. "Entonces llegaste, conocías a alguien ahí, y empezaste a gastarnos un rato porque estábamos jugando un videojuego. Y yo pensé '¿Quién carajo es esta para venir y empezar a ridiculizarnos porque según ella somos unos nenes grandes?'"

Brooker quedó impresionado por el espíritu de Jones, y ambos terminaron trabajando juntos. Su primera colaboración fue la miniserie de 2008 Dead Set, una especie de anticipo de Black Mirror que imaginaba qué podía pasarle a un grupo de participantes de Gran Hermano si un apocalipsis zombie tenía lugar fuera de las paredes de la casa. Desde entonces, el dúo trabajó continuamente, con Jones convirtiéndose en productora ejecutiva de ScreenWipe, el programa de reseñas que solidificó la reputación de Brooker como el principal retratista inglés de las miserias humanas. Desafortunadamente y a pesar de los reclamos del público, en 2019 el programa no volverá para su clásica reseña anual. "Estoy demasiado ocupado", dice Brooker. "Lo cual es una pena porque es el fin de la década. Pero están sucediendo muchas cosas y no se puede hacer a medias. Siempre me gustó la idea de hacer un 'Final Wipe'. Justo cuando el mundo realmente está por terminar". "¿Es lo que vas a hacer en tus horas finales?", pregunta Jones. "Sería una distracción", contesta él, y ella lo imita: "Oh, no, el mundo está terminando. Ya sé, voy a hacer un programa". "Bueno, cuando aparezcan los hongos atómicos vas a necesitar una puta distracción", contesta él, fingiéndose ofendido. "Bueno, me estoy yendo de tema..."

Pasaron algunos años antes que Brooker y Jones le dieran forma a Black Mirror, la colaboración que conquistó el mundo. La serie comenzó de manera humilde en 2011, y el primer episodio dividió a los espectadores. Titulado "The National Anthem", el capítulo --aunque los productores llaman a cada uno "película"-- mostraba al Primer Ministro (Rory Kinnear) forzado a tener sexo con un cerdo por un terrorista secuestrador. Esto, por supuesto, llegó unos años antes de las alegaciones de que David Cameron había puesto "una parte privada de su anatomía" en la boca de un cerdo muerto durante sus años universitarios. Brooker asegura que no tenía conocimiento previo de esas versiones.

Después de dos temporadas y un especial de Navidad, el dúo chocó con Channel 4 sobre el rumbo que debían tomar. Brooker le dijo a Radio Times que la cadena pensaba que sus ideas para la temporada 3 "no eran muy Black Mirror". Y así se mudaron al gigante del streaming. La tercera temporada fue lanzada por Netflix en octubre de 2016 y comenzó la BlackMirrorManía, con el servicio online llevando la serie distópica directo a los hogares de todo el mundo. Un año después, Brooker recibía un Emmy por su guión en el sorprendentemente optimista episodio "San Junipero", sobre dos jubilados que se encuentran en un mundo de realidad virtual y se enamoran. Para el momento en que llegó la temporada 4, Black Mirror era un monstruo de los premios, con tres nominaciones al Bafta, ocho a los Emmy y un triunfo en los Producers Guild of America Awards para Brooker y Jones.

Para su siguiente proyecto, el dúo sabía que tenían que hacer algo especial; algo que empujara las fronteras de lo que la televisión puede hacer. El resultado fue Black Mirror: Bandersnatch, un film interactivo que permite a los espectadores elegir qué le sucederá al protagonista, Stefan (Fionn Whitehead). A diferencia de temporadas anteriores, esta vez la reacción estuvo dividida. Tanto que uno de los actores, Will Poulter, terminó abandonando las redes sociales.

"Siempre supimos que era algo experimental", dice Brooker. "Estás renunciando a un montón de control y no sabés a qué final va a llegar primero el espectador. ¿Hay finales que quisiera cambiar? Probablemente. Por ejemplo, hay una parte que rompe la cuarta pared, cuando le decís a Stefan que es un personaje de Netflix. Originalmente eso se había tirado para atrás. Pero pensamos que era tan diferente que lo abrimos un poco antes. Eso significó que algunas personas eligieron ese 'metacamino' primero, lo que coloreó su experiencia", dice, y continúa: "Hubo una crítica que nosotros tomamos como un cumplido, cuando la gente dijo 'Queríamos darle un final feliz'. Bueno, me alegra que se preocuparan por Stefan. Era nuestra preocupación. Yo uso juegos de computadora y me importa un carajo la gente en ellos. Me importa un carajo lo que le pase a Mario porque no es realmente un personaje, y hace lo que yo le digo que haga".

Jones interviene: "Las expectativas eran muy diferentes. Algunas personas querían una película, otras querían un videojuego. La cuestión clave es si nos ganamos el derecho a usar la forma interactiva. Creo que sí. ¿Lo desperdiciamos? No sé, lo expusimos, y nos divertimos con ello. al mismo tiempo, creamos un personaje que le importó a la gente. Es una cosa jodidamente compleja de hacer, pero quedé muy conforme." "Nadie murió, que es lo principal", concluye Brooker, y Jones agrega con perfecto timing cómico: "Además del padre".

Bandersnatch requirió mucho tiempo para completarse, lo que significó que la quinta temporada se retrasó medio año y la cantidad de episodios se redujo de seis a tres. Más allá de esa reducción, los nuevos episodios se ven como un Black Mirror clásico, especialmente "Smithereens". En él, el actor Andrew Scott interpreta a un chofer que odia el modo en que la gente es adicta a sus teléfonos, y decide tomar un rehén y demanda hablar con su jefe. "La historia viene de dos cosas", dice Brooker. "La primera fue recordar la confianza que ponés en alguien cuando te subís a un Uber. Una vez estaba en la parte de atrás de un auto prestándole atención a mi teléfono. De pronto me pregunté dónde estábamos. El tipo había salido del auto y estaba revolviendo cosas en el baúl. No sabía qué estaba pasando, y era simplemente que necesitaba buscar una botella de agua y no me quería interrumpir." El otro núcleo de la historia apareció cuando Brooker empezó a preguntarse cómo lidiamos con la pérdida de alguien querido en una era en la que su vida está almacenada en las redes sociales. Esto se desarrolló en el interrogante de cómo la relación entre la humanidad y la tecnología --especialmente los teléfonos móviles-- ha cambiado en años recientes. 

"El teléfono estaba pensando para mantenerte ahí", dice Jones. "Es muy interesante cómo los ingredientes fueron cambiando, de manera subterránea y creciente. Fijate el mail. Un pequeño número en tu página te muestra cuántos mails no abriste. Ahora necesitás chequearlos. Y eso se ramifica. Nadie te dijo que estos cambios estaban teniendo lugar. Estamos en una irónica situación en la que los teléfonos diseñados para absorberte te dicen 'me estás usando demasiado'. No es el sentido común el que te lo dice. Es el teléfono." Brooker suma una comparación: "Es como si un cigarrillo te dijera 'deberías cortar un poco'. O un barman diciéndote 'Creo que ya bebiste demasiado'. Una puta locura".

Otro episodio, "Striking Vipers", gira alrededor de dos hombres de mediana edad; uno casado (Anthony Mackie), el otro no (Yahya Abdul--Mateen II). Empiezan a usar un juego de realidad virtual de lucha llamado Striking Vipers. Mackie usa un avatar masculino, Abdul--Mateen uno femenino... y terminan enredados en una relación inusual. "En un mundo en el que la pornografía es tan inmersiva, ¿cuándo deja de ser una saludable distracción y se convierte en una preocupación?", pregunta Jones, fijando el intríngulis moral en el centro del episodio. "Lo gracioso es que el germen de la idea vino del juego de lucha Tekken", señala Brooker. "Si alguna vez escuchaste a dos tipos jugando al Tekken o al Street Fighter, suena como una escena de sexo sadomasoquista: 'oof, ahhh, argh, sí, SÍÍÍÍ!'".

El episodio final de la temporada se centra en una pieza de tecnología similar al Alexa, que tiene una personalidad de estrella pop. El giro llega cuando esa estrella pop (interpretada por Miley Cyrus) empieza a venirse abajo por la presión de la industria. Brooker bromea que, si algún episodio de Black Mirror está cerca de materializarse en la realidad, es este, "Rachel, Jack and Ashley Too". ¿Quizá la historia funciona como una advertencia para el futuro? "Nuestras historias no son advertencias", dice Brooker. "El progreso tecnológico es completamente inevitable. Nosotros pensamos más en los personajes humanos. No son una especie de advertencia a la sociedad. Y creo que somos bastante optimistas".

Ambos hacen una pausa. Brooker sabe muy bien que cualquier ávido espectador de Black Mirror hará objeciones a esa declaración. Pero él toma un ejemplo moderno para explicar su razonamiento: cómo la información es compartida en internet, y el ascenso de las noticias falsas. "Supongo que es como cuando empezó la prensa escrita", señala. "En aquellos días, probablemente se diseminaban ideas que eran idiosincráticas e inflamatorias. Seguro había toda clase de rupturas. Uno debe esperar que en el largo plazo esto termine siendo un período transicional, que solo estamos en el medio del asunto". "No deberíamos olvidar que la gente se está movilizando", apunta Jones. "Tenés el movimiento #MeToo, la campaña por el cambio climático. De pronto todas estas personas tienen una voz. Son un cuerpo comercial que conseguirá un cambio de los capitalistas que dañan el medio ambiente". Brooker continúa: "Estamos en ese período de descubrimiento de qué hay en la cabeza de la gente. Se ven muchos extremos, pero creo que el mundo se siente más polarizado de lo que realmente está".

Créase o no: al cabo, los creadores de algo tan oscuro como Black Mirror son dos optimistas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.