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LOS ATAQUES NOCTURNOS Y DIURNOS FUERON MAS INTENSOS QUE NUNCA
El día de las bombas más pesadas

Los aviones norteamericanos bombardearon ayer con mayor intensidad el suelo afgano, mientras en Washington el gobierno publicó su
lista actualizada de enemigos públicos número 1. Los ataques llegaron por primera vez a la línea del frente entre talibanes y Alianza del Norte, y se filtró que ya se habla de usar helicópteros.

Los dos pulgares arriba del
piloto de un F-14 a punto de partir.

En el día de bombardeos más intensos desde que comenzaron los ataques aéreos sobre Afganistán, funcionarios talibanes informaron ayer que 76 personas habían muerto y 100 resultado heridas desde el domingo. En la frontera afgano-paquistaní, treinta combatientes talibanes trataron de cruzar la frontera y fueron detenidos después de una batalla de dos horas por las tropas de Islamabad. El régimen de Kabul negó que las fuerzas norteamericanas tuvieran ya la supremacía aérea que proclamaron el martes. Por su parte, desde Washington, la administración Bush anunció que la guerra contra el terrorismo tenía un blanco más afinado, y entregó una nueva lista de los 22 enemigos número 1 que encabeza Osama bin Laden.
Cerca del aeropuerto de Kabul se oyeron anoche fuertes explosiones, mientras que la artillería antiaérea talibana abrió el fuego cuando los aviones norteamericanos bombardearon campos de entrenamiento terroristas al oeste de la ciudad. Según testigos, unas 30 bombas cayeron en la capital, algunas en el centro y otras en la zona del aeropuerto. Se informó también de seis explosiones en Shamshaad, una base militar a unos ocho kilómetros de la frontera con Pakistán. Tres bombas cayeron cerca del aeropuerto de Kandahar, verdadero enclave de los sistemas de defensa talibanes y refugio de más de 300 militantes del grupo de Osama bin Laden. Según un funcionario norteamericano citado ayer por CNN, varios jefes talibanes y dos hijos del líder espiritual mullah Omar murieron durante los bombardeos estadounidense-británicos del domingo. El aeropuerto de Herat también fue impactado ayer.
Otra novedad de ayer fue que por primera vez las bombas aliadas cayeron en la línea del frente entre los talibanes y las fuerzas de la Alianza del Norte. Los aviones norteamericanos atacaron posiciones talibanas en el distrito de Shakardara, a unos 30 kilómetros al norte de Kabul. Unos 40 comandantes de los talibanes y unos 800 de se habrían entregado en el noroeste del país en la tarde del martes, según informó ayer el portavoz de la Alianza del Norte Mohammed Ashraf Nadim.
Algunos bombardeos ocurrieron durante el día, confirmando la afirmación estadounidense de que obtuvo la supremacía aérea en Afganistán. El enviado talibán en Pakistán, Abdul Sala Zaif, afirmó que bombas estadounidenses cayeron el martes de noche en zonas residenciales matando a 76 civiles e hiriendo a muchos más. Precisó que tanto el mullah Omar como el principal sospechoso de los atentados del 11 de setiembre, el extremista saudita Osama bin Laden, sobrevivieron a esos bombardeos. Estados Unidos informó ayer que bombas “antibúnker”, conocidas como GBU-28, fueron utilizadas por primera vez el martes en Afganistán. Su blanco eran centros de comando y de control enterrados y blindados. Pesan unos 2270 kilogramos.
El presidente estadounidense, George W. Bush, afirmó en Washington que los “terroristas intentan operar en las sombras, intentan esconderse, pero vamos a hacer brillar la luz de la justicia sobre ellos”, al revelar la lista de los 22 terroristas más buscados por Estados Unidos, que incluye a bin Laden y a sus lugartenientes de Al-Qaeda. Todos los integrantes de la lista son originarios de países musulmanes.
Un funcionario del Pentágono dijo que estaban en curso planes para que helicópteros artillados realicen incursiones más precisas, de baja altitud, contra objetivos afganos, mientras testigos en Pakistán indicaron que vieron helicópteros no identificados y aviones de transporte llegando a aeródromos cerca de la frontera afgana. Washington indicó no obstante que los bombardeos proseguirían desde gran altura. Al menos por ahora.
“Los aviones estadounidenses están volando muy alto y están fuera del alcance del sistema de defensa que tenemos”, indicó Salam Zaif. “No tenemos un sistema de defensa moderno y sofisticado”, se quejó.

 

Claves

- Ayer fue el día de bombardeos más intensos sobre Afganistán desde que el domingo comenzó el ataque aliado contra el régimen talibán que alberga al multimillonario saudita Osama bin Laden, cabeza de la red Al-Qaeda. La administración Bush dio a conocer una lista actualizada de terroristas.
- Los bombardeos fueron noche y día, confirmando el dominio de los cielos por parte de la flota de aviones norteamericana.
- Por primera vez, los ataques se corrieron a la línea del frente entre talibanes y sus enemigos, las tropas de la Alianza del Norte.
- Y también por primera vez se combatió sobre la frontera con Pakistán e intervinieron tropas pakistaníes. Hubo una gran explosión en la ciudad de Quetta. u Un tercer caso de ántrax en Florida y la filiación de la bacteria (es de un laboratorio de EE.UU.) aumentaron la psicosis por un ataque bioterrorista (pág. 20)
- La armonía norteamericana de presidencia y Congreso, mantenida desde el 11 de setiembre, se rompió por dos temas: el derecho a la información de los legisladores y la ley antiterrorista.(pág. 21)
- La Conferencia Islámica reunida en Qatar no condenó los ataques (pág. 23)

 

QUE PASO EN AFGANISTAN SEGUN LOS QUE HUYERON
Gul, relato de un refugiado

Por Rory McCarthy *
Desde Peshawar

Cuando los cantos religiosos de Radio Sharia de pronto se callaron, Ghulam Gul miró por la ventana. Momentos después el aeropuerto de su ciudad natal, Jalalabad, se alzó en llamas. Mientras miraba la primera ola de ataques de Estados Unidos y Gran Bretaña sobre Afganistán el domingo a la noche, Gul, un taxista de 22 años, sintió una enorme sensación de alivio. Días antes, la policía religiosa talibana le había pegado porque su barba era demasiado corta. Ahora los días del régimen estaban contados.
Dos días después, abandonó la ciudad, cruzó ilegalmente hacia Pakistán y se afeitó la barba en un acto de desafío. Gul es uno de los cientos de refugiados que salieron de Afganistán desde que comenzaron los ataques.
En una serie de relatos coincidentes, ayer los refugiados describieron las noches de bombardeos que destruyeron la pista del aeropuerto de Jalalabad y que hicieron blanco en dos grandes campos militares en las cercanías. Un comandante de tanque talibán fue muerto en los ataques y por los menos cinco personas resultaron heridas, incluyendo tres árabes de un gran campo de entrenamiento usado por las fuerzas de Osama bin Laden. Los pilotos talibanes fueron vistos volando helicópteros de ataque en las afueras de la ciudad para evitar que los bombardearan.
Jalalabad, en el este, es una de las ciudades más grandes de Afganistán y un área donde algunos comandantes locales están planeando una revuelta contra los talibanes. Por ahora, dijeron los refugiados, la moral de los talibanes es alta pero el desencanto por el régimen está creciendo.
El aeropuerto fue uno de los blancos en la primera ola de ataques el domingo. Un tanque quedó aplastado y la torre del radar fue dañada y se incendió durante la noche, dañando seriamente el controlador del radar, dijo Gul, que llegó a Peshawar anoche. Un campesino, Mohammad Raza, resultó herido en el cuello por esquirlas y llevado al hospital en Peshawar. “La torre de control todavía estaba en pie pero se estuvo incendiando durante la noche”, dijo Ullah. Por lo menos ocho helicópteros de ataque que habían estado estacionados en la pista fueron sacados durante el bombardeo para evitar que se dañaran, dijo.
Cinco helicópteros talibanes, que probablemente hayan volado desde Jalalabad, aterrizaron más tarde justo tras cruzar la frontera de Pakistán. Fueron capturados por el ejército paquistaní. Mucha gente en Jalalabad está tratando de irse. “Vi muchos vehículos talibanes yéndose hacia las montañas”, dijo Gul. “Cualquiera que tenga dinero se va. Solo la gente pobre se queda en casa.” Por lo menos una cuarta parte de la población de 70 mil habitantes de la ciudad ya huyó. Cientos de refugiados han traspasado la frontera hacia Pakistán a través de puntos de cruce no oficiales en las montañas desde el domingo.
Antes del amanecer el martes, otro ataque impactó la base de la ex 81ª división del ejército cerca de la ciudad, dijo Gul. El campo abierto era una base clave para un grupo de comandantes mujaidines en la década de 1980 que después crearon el movimiento talibán. Ahora está siendo utilizado por el Mullah Salam Rocketi, el más alto oficial militar talibán en Jalalabad. Los líderes talibanes llamaron a una reunión de los ancianos de la tribu en Khogiani, cerca de la ciudad, y los instaron a unirse a la lucha contra las fuerzas opositoras de la Alianza del Norte. Pero, en una señal de creciente desafecto con el régimen talibán, los ancianos se negaron.
El martes a la noche el aeropuerto fue nuevamente blanco de los ataques y la pista quedó dañada. La torre de radar quedó inutilizada, dijo. Pero todos los helicópteros talibanes, salvo una máquina vieja y dañada, habían partido. “Las rocas de Torabora (un campo de entrenamiento en los alrededores) parecieron convertirse en fuego”, dijo Atiq Ullah, un negociante de Jalalabad que cruzó hacia Pakistán con 50 parientes. Ayer a la mañana, tres árabes del campo, fueron llevados al hospital de Jalalabad, con heridas de esquirlas en el cuerpo.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 

Periodista apedreado
Por E. F. desde Peshawar

Michel Peyrard, el periodista francés detenido en Afganistán por haber ingresado ilegalmente al territorio, fue acusado de espionaje. La agencia islámica de prensa confirmó a Página/12 que Michel Peyrard fue exhibido ante la población de la ciudad de Djalalabad vestido con la ropa tradicional femenina con la que entró disfrazado a Afganistán y luego apedreado por la población, donde Osama bin Laden tiene gran influencia. El jefe de los servicios secretos de la dictadura religiosa de los talibanes, el molla Tadj Mir, aseguró que Peyrard y sus dos acompañantes iban a ser traducidos ante un tribunal especial y recordó que los talibanes habían advertido a los periodistas que cualquiera que penetrase ilegalmente en el territorio afgano sería considerado como “un soldado norteamericano”. El mollah afirmó que el equipo que llevaba Peyrard (dos teléfonos satelitales, de uso periodístico habitual en este tipo de conflictos) estaba calificado como “material de espionaje” y, en ese caso, no habría “ninguna clemencia”. Antes de ser detenido, Peyrard logró pasar la nota para cuya realización había corrido tantos riesgos.

 

Guerra en la frontera

Por E. F.
Desde Peshawar

Antes de que despunte el día el ronroneo de los aviones F16 rompe el silencio del amanecer que se aproxima. Con las primeras luces el rugido de los helicópteros se mezcla con las turbinas de los F16 que van y vienen en el cielo paquistaní. Por primera vez desde el inicio de las represalias norteamericanas el aeropuerto militar de Peshawar vive en plena actividad.
Los aviones y los helicópteros despegan y aterrizan en lapsos de 15 minutos. La guerra en Afganistán pareció acercarse de pronto a las fronteras paquistaníes. El gobierno del general Musharraf admitió oficialmente que soldados paquistaníes se habían enfrento con fuerzas del régimen talibán en la frontera. Según la versión oficial, el grupo talibán buscaba penetrar en el territorio para protegerse de las represalias norteamericanas.
Página/12 confirmó ayer en la Agencia Islámica de prensa que los Estados Unidos habían bombardeado una base militar talibana situada a seis kilómetros de la frontera con Pakistán. La agencia paquistaní cercana al régimen de Kabul evocó dos ataques sucesivos sin precisar el punto geográfico donde se encontraba la base.
Paralelamente, en Quetta, la ciudad más protalibán situada al sudoeste del país, una misteriosa explosión dañó la base militar. Versiones contradictorias explicaron la explosión con el argumento de un “terremoto localizado” mientras que un periodista del canal árabe de televisión Al-Jaazira aseguró que se había tratado de un misil norteamericano que cayó por accidente en la base paquistaní.
Los rumores sobre los incidentes militares que implican a Pakistán corren por el país como los aviones por el cielo. A pesar de sus declaraciones del lunes cuando minimizó el alcance de la “colaboración” con Estados Unidos, el gobierno de Musharraf anunció que iba a poner a disposición de la alianza occidental entre dos y tres bases aéreas. En principio, se trata simplemente de facilitar el apoyo logístico y preparar el dispositivo ante eventuales operaciones de rescate en Afganistán y no de prestar el territorio nacional para que se lancen desde aquí las represalias contra el régimen talibán.
Los signos de tensión son visibles en varias ciudades de Pakistán. El gobierno sigue insistiendo en que tiene la situación bajo control pero cada día que pasa se incrementan un poco más la movilización del ejército y las medidas de seguridad. Por lo menos dos de los tres líderes políticos que controlan los partidos islámicos radicales se encuentran bajo arresto domiciliario, como informó ayer este diario.
El gobierno se esfuerza en mostrar que no corre detrás los problemas sino que se adelanta a ellos. Más de 200 mil solados, policías y guardias fronterizos, fueron movilizados en las últimas horas y el gobierno se limitó a decir que los rumores sobre un posible golpe de Estado provienen de agitadores vinculados con la India, país con el que Pakistán mantiene conflictivas relaciones a raíz del antagonismo sobre la región de Cachemira. “Nunca había visto nada similar, ni siquiera en los peores momentos de la crisis política”, aseguraba ayer un periodista local. Por primera vez en la joven historia de Islamabad, el Ejército se desplegó en la capital de Pakistán y la ciudad amaneció literalmente tomada por los militares, con bunkers de cemento y bolsas de arena protegiendo la entrada al distrito diplomático. Delante de la sede del gobierno, una pancarta roja: “Disparamos contra cualquiera que cruce esta línea”, reza la leyenda en urdu.

 


 

RELIGION Y GUERRA SANTA
Habla Shamin, comandante talibán

Por Eduardo Febbro
Desde Peshawar

Es tan amable y tan dulce que no corresponde con la imagen radical que el mundo tiene de los talibanes. Sin embargo, el comandante Shamin forma parte de ellos y su suavidad es un atributo personal que se detiene en la frontera de su convicción religiosa y militar.
El comandante entró a Pakistán clandestinamente para visitar a los miembros de su familia que vinieron a protegerse de la ofensiva militar norteamericana. La cita, pospuesta varias veces, fue pactada en un entreverado remolino de calles de un suburbio de Peshawar.
Pequeño, modesto, de manos vigorosas y mirada de niño, el comandante Shamin niega todas las “barbaridades”, según las llama, que se dicen del régimen que defiende. Afirma sin pestañear que “la victoria final será nuestra”. Es difícil imaginar que detrás de esos ojos asombrados y románticos se esconda una abnegación religiosa tan “fundamental”. Pero Shamin no bromea, ni juega a hacerse el bueno ante el representante de lo que él considera como “un aliado más del gran Satán”, es decir, la “prensa occidental”.
Según afirma, los bombardeos norteamericanos “no tuvieron ningún efecto, ni sobre nuestras capacidades militares, ni sobre nuestra resistencia moral. Ahora estamos más fuertes que nunca. Nuestra fe nos da el coraje para combatir a los Estados Unidos”.
Shamin niega rotundamente que los misiles anglonorteamericanos hayan destruido los puestos de comando y los ejes vitales del aparato militar: “Lo que tenemos en la mano no está destruido, es pura propaganda de los occidentales. Lo único que hicieron las bombas fue destruir los aeropuertos y los edificios, que ya estaban vacíos”.
El comandante se opone al argumento según el cual Kabul es una ciudad fantasma, abandonada por sus habitantes y vaciada de toda presencia militar talibán: “Es absurdo. Si alguien piensa que vamos a dejar sin protección un símbolo como la capital del país está loco. Para que usted sepa, hemos desplazado importantes medios militares para defender la capital. Hay cientos de hombres dispuestos a dejar sus entrañas para que Kabul no caiga”.
Lo único que está dispuesto a admitir es el avance de la Alianza del Norte y la eficacia de las últimas ofensivas lanzadas por los hombres del difunto comandante Massud: “Ellos nos han provocado daños militares importantes. Reconozco que han avanzado y que hoy se encuentran a unos 40 kilómetros de Kabul. Pero de ahí hasta que entren y tomen el control de la ciudad hay mucho camino por recorrer”.
El comandante talibán pierde la lucidez y la calma de su expresión cuando la realidad se le viene encima. No admite que la superioridad militar de los Estados Unidos pone al régimen talibán ante un camino sin salida. Para él, Dios es el arma invencible de su régimen: “Sabemos que gracias a Dios podemos defendernos en todos los frentes y ganar la guerra. Estamos seguros de poder resistir hasta el final”. En su voz, las armas son una sombra sin consecuencias al lado de la fe: “Tenemos el poder absoluto de defendernos. No podemos hacer gran cosa contra los bombardeos, pero sí estamos en condiciones de pelear de igual a igual en el terreno. Van a tener que venir a buscarnos en el fondo de las montañas, en las profundidades de los valles y en todos los rincones del país. Podrán arrojar sobre nosotros todas las bombas que quieran, pero cuando se trate de combatir en el suelo afgano nuestra tierra será el cementerio de todos los invasores”.
Asegurarle que la guerra no es una cuestión de moral o de fe, de Dios o de religión, de convicción o de montañas, resulta inútil. Para Shamin, el Corán y las Kalachnikov son sus mejores y únicos aliados: “Nosotros sabemos que los norteamericanos tienen mucho poder y muchas armas. Pero nosotros tenemos la fe. Vamos a pelear hasta la muerte. Tenemos la fe y la religión, que son mucho más que todas las armas del imperio norteamericano. Contamos con decenas de miles de voluntarios que se unen a nosotros cada día. Esos ejércitos carecen de uniformes y de armas ultrasofisticadas. Pero no les falta convicción y están llenos de fe, dispuestos a dejar cada gota de sangre para defender Afganistán. La fe y las montañas no son una metáfora, como usted parece decirlo. La fe es la capacidad de resistir, las montañas son un escondite inextricable. La mejor defensa con la que contamos es la geografía de nuestro país. Ahí esperamos a los nuevos invasores. Que vengan y entonces van a probar el arma de la fe. Los soviéticos pensaron que su potencia militar era más infinita que nuestra garra. Pero se fueron arrodillados. Los norteamericanos ni siquiera van a poder salir. Afganistán será para ellos el cementerio que ni siquiera vislumbraron sus peores pesadillas”.
El comandante Shamin pide un cigarrillo y lo fuma en silencio, buscando en el fondo de los ojos de su interlocutor un destello de duda, de admiración o de respeto. Está seguro de que lo que dice es la verdad. Sonríe cuando se le dice que la gente piensa que los talibán no fuman. Apaga el cigarrillo en el borde del plato y, al levantarse, anuncia: “Si esto fuera una película le regalaría una entrada para que se sentara en el mejor lugar y viera en persona la derrota de un imperio”.

 

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