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La República del Mañana
Se
reunieron en una coqueta oficina en Nueva York, hace dos sábados,
inversores poderosos, funcionarios del FMI y de la administración
Bush, académicos, analistas de calificadoras de riesgo y
abogados. Convocados por la Universidad de Carnegie Mellon, participaron
de un juego de simulación por computadora sobre los efectos
de una cesación de pagos en un país con elevado endeudamiento.
En esa casa de estudios trabajan los economistas malditos para Domingo
Cavallo, Allan Meltzer y Adam Lerrick, quienes fueron unos de los
primeros en proponer el default constructivo para Argentina.
Pamela Druckerman, del The Wall Street Journal, describió
con sutil ironía ese encuentro en el que, para cuidar las
formas, Argentina fue rebautizada como la República del Mañana,
renombrada así porque, según los organizadores y sin
esconder cinismo, es un país donde las decisiones difíciles
siempre parecen ser dejadas para mañana. El ejercicio
se desarrolló con inversores tomando posiciones sobre bonos
de esa república ficticia hasta que el funcionario Del Mañana,
representado por el ex secretario de Hacienda mexicano José
Angel Gurría, lanzó una oferta de recompra de toda
la deuda a un precio mínimo. Así provocaron fuertes
quebrantos en algunos fondos de inversión. Esa es la estrategia
que proponen Meltzer y Lerrick: reestructurar la deuda mediante
una recompra masiva de los bonos a un valor mínimo con dinero
aportado por el FMI.
Aunque a Cavallo lo irrita sobremanera la recomendación de
esos dos economistas conservadores, la vía de la recompra
de bonos o de un fondo de intervención con las garantías
del FMI, BM y BID es la opción probable para la reestructuración
de la deuda en el tramo internacional. Hasta llegar a esa instancia,
en el caso de que se concrete, antes tendrá que superar varios
obstáculos. Y el principal no es concluir el canje de deuda
local, ni el acuerdo con los gobernadores o la aprobación
del Presupuesto 2002. Todo ese andamiaje de supervivencia no servirá
de nada si no frena la persistente fuga de capitales.
La constante sangría de depósitos va minando las bases
de un sistema financiero cada vez más débil. Las exorbitantes
tasas de hasta el 66 por ciento anual en pesos, informadas por el
Banco Central, que las entidades pagaron por sumas de más
de un millón, reflejan desesperación. Caída
de depósitos, crecimiento de la morosidad en los créditos
otorgados al sector privado, inmovilización de activos que
provocará el canje de bonos por préstamos garantizados
y cancelación de líneas de asistencia del exterior
son un coctel explosivo. Los depósitos totales están
en niveles similares a los días previos al último
paquete de salvataje del FMI.
En apenas dos meses se diluyó esa asistencia extraordinaria
que, en realidad, sirvió para aceitar la perseverante fuga
de capitales. Huida que se refleja también en el deterioro
inquietante de las reservas. No está de más recordar
que cuando un país con tipo de cambio fijo malogra reservas
pierde, además, capacidad de maniobra en una crisis, lo que
desemboca en un final previsible. Para los curiosos que quieren
saber esos desenlaces se recomienda buscar en los archivos qué
pasó en las crisis financieras de México, Tailandia,
Indonesia, Corea, Rusia y Brasil.
Aunque para muchos suene una herejía, para ciertos economistas
resulta imprescindible no perder más tiempo en la redefinición
de la apertura financiera, si el objetivo es atenuar los daños
en la economía. El derroche de reservas para financiar la
fuga de capitales es irresponsable con costos elevadísimos
para los sectores más desprotegidos. El país debería
sentarse sobre sus reservas, recomiendan, con todo lo que implica
para un esquema de convertibilidad, puesto que esos dólares
son el único capital inmediato con que cuenta el Estado para
pensar una estrategia de crecimiento.
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