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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
11 NOVIEMBRE 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

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  Malversaciones

Nada nuevo hay bajo el sol? ¿El libre mercado asegura un óptimo social? El siguiente caso le ayudará a contestar Sí o No. En su momento, el Gobierno (al desconocer el monto exacto de sus aportes jubilatorios) indujo a los trabajadores a depositar su aporte jubilatorio en las AFJP, y puso obstáculos para desalentar que la elección pudiera revertirse. Se suponía que la mitad de los fondos reunidos podrían absorber títulos de la deuda pública, y así ocurrió, convirtiéndose en los acreedores locales de la deuda pública externa. La otra mitad se invertía en títulos según el consejo de un Comité de Crédito. Esta semana, Marcelo Zlotogwiazda reveló que una de las cuatro principales AFJP, propiedad de un banco estadounidense, venía haciendo ganancias en negro con el dinero de los depositantes. El método era hacer una inversión previa de los fondos recibidos: si la cotización subía, la ganancia era acreditada a otra entidad, y a la AFJP sólo el aporte de los afiliados; si la cotización bajaba, la pérdida se cargaba a la AFJP. Tal operatoria la ideó un célebre economista, Richard Cantillon, socio en París del banquero John Hu- ghes. Su negocio era comprar y vender títulos con el dinero de depositantes ingleses emigrados. Al morir Hughes el 29 de mayo de 1723, su viuda Esther Grindall reclamó a Cantillon su parte, lo cual destapó que Cantillon contabilizaba las ganancias en su cuenta particular y las pérdidas en el Banco Cantillon & Hughes. Cantillon, luego de secuestrar los libros contables, fue obligado a presentarlos, se pidió su captura, fue preso, etcétera. Con todos en contra, harto de litigios, simuló su muerte en la noche del 14 de mayo de 1734, incendiando su casa en Londres, con un cadáver que se suponía de él mismo, a raíz de lo cual desapareció el nombre de Cantillon de la sociedad europea. El día previo había retirado de su banco 10 mil libras esterlinas, una suma enorme para la época. Aunque poseía en su casa objetos preciosos, entre las cenizas no se hallaron gemas ni platería. Al poco tiempo, en Surinam, colonia holandesa en Sudamérica, se presentó el 11 de diciembre de 1734 en Paramaribo un Chevalier de Louvigny, con gran cantidad de guineas de oro y valores, además de numerosos papeles de Cantillon. El gobernador ordenó su comparecencia, pero huyó en un barquito con cuatro esclavos, abandonando sus papeles. Todavía lo están buscando.

 Cría cuervos

Antes de 1935, las distintas funciones de un Banco Central, tales como regular la cantidad de dinero circulante, otorgar redescuentos, ser prestamista de última instancia a los bancos, agente financiero del gobierno, etc., estaban dispersas entre distintos entes: el Banco de la Nación, la Caja de Conversión, la Comisión de Control de Cambios, etcétera. La reforma bancaria de 1935 creó el Banco Central de la República Argentina, que reunió todas las funciones en un mismo ente. Como dato histórico, el BCRA se instaló en la sede de la Caja de Conversión, con frente a la calle San Martín, edificio que continúa intacto y dice “Banco Central de la República Argentina” donde antes decía “Caja de Conversión”. En 1991, la ley de Convertibilidad, al atar la cantidad de dinero a la cantidad de reservas en dólares, le quitó al BCRA la función de control de la cantidad de moneda, vale decir, la política monetaria. Además cesó como prestamista de última instancia a los bancos y se le prohibió prestar al gobierno. Fue una suerte de desguace del BCRA, que gráficamente equivalía a restaurar la fachada de 1930. Los bancos argentinos, sin prestamista de última instancia, quedaron en pie desigual con la banca extranjera. La banca más funcional al régimen de caja de conversión es la extranjera, que tiene en sus casas matrices a prestamistas de última instancia. Esto era sabido en 1991 y el gobierno favoreció la desnacionalización de la banca: igual que obró Martínez de Hoz en 1976 con la industria argentina, dejó que el mecanismo darwiniano del mercado completase la obra. Los bancos sobrevivientes, tal como se hizo con las AFJP, fueron obligados a asociarse a bancos extranjeros, “para ser más sólidos”. Con un BCRA desguazado, la banca extranjerizada, sin política monetaria ni cambiaria, el gobierno no cumple con propios ni extraños. Por milagro, quedaron el Banco Nación y el Provincia sin privatizar/extranjerizar y hoy, por una decisión política, mucho productor inundado, también ahogado por deudas, no pierde su campo. Del otro lado, la banca extranjera, tenedora de gran parte de la deuda externa argentina, no atada sino al afán de lucro, es indiferente al ahogo del Gobierno, y no retrocede un solo punto en el reclamo de los intereses de la deuda. Por coincidencia, el mismo funcionario que extranjerizó los bancos, hoy les pide que accedan a bajar los intereses. ¿Calavera no chilla?