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Por
Roberto Navarro
Aunque el Gobierno
se preocupó en destacar que esta vez el ajuste caería
sobre el sector financiero, los bancos volvieron a ganar. La reestructuración
de la deuda pública nacional que les propuso Domingo Cavallo
a los banqueros superó, incluso, sus expectativas de máxima.
Negociaron un default sin quita de capital y con una ventaja extra
que no esperaban. Cash pudo comprobar, luego de consultar a analistas
independientes e incluso a los propios banqueros, que el canje de
bonos depreciados en el mercado por préstamos garantizados,
que podrán contabilizar al 100 por ciento de su valor, representará
en sus balances una ganancia impresionante: en total, el sistema
registrará una utilidad extraordinaria de 6000 millones de
dólares. Renta que estará, además, exenta del
pago del impuesto a las Ganancias. Al final del ejercicio, los accionistas
podrán distribuir parte de ese beneficio, incluso girarlo
a sus casas matrices del exterior, sin ninguna restricción.
Y los directores y gerentes cobrarán sus premios anuales
sobre esas ganancias. Los inversores bursátiles salieron
a comprar papeles de los bancos Francés y Galicia, que son
los que más títulos públicos atesoran en sus
carteras, generando un alza en las cotizaciones de ambas entidades
superior al 15 por ciento. Los analistas financieros consideran
que la rebaja en la tasa de interés que devengará
los nuevos préstamos en el futuro no significará,
necesariamente, una pérdida. La mala noticia que recibieron
fue que, a partir de ahora, los bancos tendrán que dejar
de vivir del Estado y basar su negocio en financiar al sector privado.
Las calificadoras de riesgo temen que el canje, que prevé
un período de gracia de tres años, les reste liquidez
(ver aparte).
La mayoría de los bancos tiene títulos públicos
registrados en sus balances en dos cuentas distintas. Los papeles
contabilizados en la cuenta de inversión están asentados
al precio de compra más el interés devengado hasta
el momento de cierre del balance. En esa columna, en promedio, los
bancos registran el 60 por ciento de su tenencia de bonos. En la
otra cuenta, la de trading, el resto de los títulos se asientan
a precios de mercado. Este sistema responde a regulaciones del Banco
Central. Como el precio de mercado de los bonos cayó por
debajo del 50 por ciento, el sistema financiero tenía contabilizada
su cartera de títulos públicos nacionales a menos
de 15 mil millones de dólares. Cuando el Estado canjee estos
papeles por préstamos garantizados por la recaudación
impositiva, que podrán ser registrados al 100 por ciento,
ese activo tendrá un valor de 21 mil millones de dólares.
Para el Banco BBVA Francés ese cambio de instrumentos financieros
representará una ganancia contable de 900 millones de dólares;
el Banco Río se alzará con 600 millones de dólares
y el Galicia, con 300 millones.
Los banqueros dicen que es simplemente una ganancia contable, porque
se trata del mismo monto de deuda nominal y del mismo deudor. Pero
en la cena que compartieron con Cavallo el domingo pasado, en la
que el ministro los convenció de la conveniencia del canje,
los banqueros consiguieron que el Banco Central no pusiera objeciones
a la distribución de esos dividendos. En la misma cena, a
la que los banqueros se presentaron con una posición muy
dura, el ministro les advirtió que, si no aceptaban rápido
la propuesta, el Banco Central los iba a obligar a registrar los
títulos públicos en sus balances a precios de mercado.
Si Cavallo hubiera concretado su amenaza, los bancos, en vez de
ganar, hubiesen contabilizado pérdidas por más de
4000 millones de dólares.
Un director de uno de los bancos que más títulos guarda
en su cartera confesó a Cash que, desde el megacanje realizado
hace cinco meses, la expectativa de los grandes bancos privados
era seguir cobrando los altísimos intereses que devengaban
los bonos nacionales y provinciales hasta fin de año y conseguir
una renegociación de la deuda sin quita de capital. Lo
del canje por un préstamo que podemos contabilizar al 100
por ciento es una idea brillante del Mingo que no esperábamos,
señaló el ejecutivo que, por supuesto, pidió
mantener en reserva su identidad. Los nuevos préstamos tienen
otra ventaja para los bancos: mejoran la calidad de sus carteras,
disminuyendo los montos de previsión. Como se trata de créditos
voluminosos, comparados con el stock de préstamos vigente,
al asentarlos en sus carteras, disminuirá la proporción
de créditos en estado irregular con respecto del total. Así
bajará también el porcentaje de dinero previsionado
como pérdidas en los balances.
La queja de los banqueros es que esos préstamos devengarán
una tasa de interés del 7 por ciento anual. La nueva tasa
significa una rebaja promedio de 5 puntos porcentuales con respecto
a lo que venían cobrando. A cambio, el Estado les ofrece
como garantía la recaudación tributaria, que, en el
futuro, se depositará en una cuenta del Banco Central. La
autoridad monetaria primero pagará los intereses de la deuda
y luego enviará el resto al Tesoro. Ante la reducción
de la tasa, los bancos tendrán que preocuparse por conseguir
un fondeo a menor costo, conformarse con una ganancia inferior con
el Estado y salir a hacer negocios con el sector privado.
Los bancos también se comprometieron a canjear los 7700 millones
de dólares que tenían prestados a las provincias por
un nuevo crédito a tasa menor. En este caso la reducción
es del 24 por ciento promedio que venían cobrando al 7 por
ciento. Y no registrarán ganancias por el cambio, porque
no es un canje de bonos sino de créditos viejos por nuevos.
En esta operación la diferencia de ingresos futuros es significativa.
Pero ya había provincias, como La Rioja y Chaco, que habían
dejado de cumplir sus compromisos, por lo que la posibilidad de
cobrar efectivamente las altísimas tasas pactadas era cada
vez más baja.
La posibilidad de que las empresas puedan saldar sus pasivos bancarios
utilizando títulos públicos comprados en el mercado
al 50 por ciento de su valor también es un negocio para los
bancos. Las entidades bancarias cambiarán esos bonos por
préstamos al Estado y así convertirán carteras
morosas, que cotizaban en sus balances a un promedio del 30 por
ciento, en créditos regulares. Las estimaciones más
conservadoras calculan que el sistema financiero podrá recuperar
cerca de 1000 millones de dólares de los 6500 que tenía
previsionado como pérdidas.
Para que los banqueros no tuvieran dudas de que las nuevas medidas
no estaban destinadas a perjudicarlos, Cavallo les ofreció
dos negocios adicionales. Uno es la posibilidad cierta de un fuerte
proceso de bancarización. La devolución de IVA de
entre un 3 y un 5 por ciento en todas las operaciones comerciales
que se realicen con tarjeta de débito seguramente acercará
a los bancos a miles de clientes, que les dejarán nuevas
ganancias por el uso del plástico. A la vez, la obligación
de que las empresas depositen los salarios brutos en los bancos
y éstos se hagan cargo de administrar los pagos a la AFIP,
las AFJP, las ART y la Anses les generará nuevas comisiones.
En el último año, los bancos que poseen mayor cantidad
de títulos públicos, Francés, Galicia, Río
y HSBC, entre ellos, consiguieron ganancias de entre un 12 y un
20 por ciento sobre patrimonio. En un país que vive una profunda
recesión, que liquidó la rentabilidad de la mayoría
de las empresas, los bancos ganaron hasta el triple de lo que consiguen
en Europa y Estados Unidos. La razón es que estuvieron financiando
al Estado a intereses ruinosos para el fisco, que incluían
una tasa de sobrerriesgo por la alta posibilidad de un default con
quita de capital. Como esa quita no se concretó, la sobretasa
quedó como una enorme ganancia. Y, como saldo final, el nuevo
canje con una utilidad contable extraordinaria.
EL CANJE
TRAERA PROBLEMAS DE LIQUIDEZ AL SISTEMA
Ahora, a trabajar de bancos
Por
R.N.
El
saldo inmediato y más importante que les dejará el
nuevo canje a los bancos es la inesperada ganancia contable de 6
mil millones de dólares. Pero, al mismo tiempo, la jugada
de Cavallo les cambió el negocio. Ahora, el Estado pagará
una tasa reducida por la deuda ya contraída y, si se cumple
el déficit cero, no tomará nuevos compromisos. En
consecuencia, los bancos tendrán que salir a generar negocios
en el sector privado. Clientes no les van a faltar, porque el sector
productivo está ávido de crédito. Pero financiar
empresas tiene mayores riesgos y más altos costos que comprar
títulos públicos y guardarlos en cajas de seguridad.
El otro problema para los bancos es conseguir fondos a largo plazo
y a bajas tasas para financiar el período de gracia de tres
años que decidió el Estado unilateralmente.
Las calificadoras de riesgo afirman que el paquete instrumentado
por Cavallo tendrá un efecto positivo para la banca en los
primeros balances. Y que el resultado posterior dependerá
de la performance de la economía y del grado de adaptación
que muestren las entidades a las nuevas reglas de juego. El domingo
por la noche, los banqueros le dijeron a Cavallo que, en un momento
de fuga de depósitos, si el Gobierno les reducía los
ingresos por intereses, se tomaba un período de gracia por
el capital y les canjeaba bonos que pueden liquidarse en el mercado
por un préstamo, les iba a producir una profunda iliquidez.
La respuesta del ministro fue que el Banco Central los iba a apoyar
con pases activos garantizados por los mismos préstamos.
Pero el ministro y los banqueros saben que el Central no cuenta
con fondos suficientes para ayudar a los bancos si la sangría
de depósitos continúa. Por eso la fórmula fue
cerrar trato rápidamente para generar confianza entre los
ahorristas.
Los préstamos que reemplazarán a los títulos
públicos tendrán un plazo promedio de 10 años
y pagarán un interés del 7 por ciento. Los bancos
se están fondeando en el país con plazos fijos a un
promedio de 60 días y a una tasa promedio del 10 por ciento.
El desafío de los banqueros será volver a ingresar
en el mercado de crédito internacional, en el que los bancos
con sede en México, Chile y Uruguay, entre otros países,
se están fondeando al 4 por ciento anual a largo plazo. Al
mismo tiempo, los bancos necesitan que se restablezca la confianza
para poder retener a los ahorristas con tasas lo suficientemente
bajas como para poder utilizar esos fondos para financiar a las
empresas a tasas razonables.
Para salir airosos de esta situación, los bancos necesitan
que el Gobierno cierre la negociación con la banca extranjera
y logre reactivar la economía lo más rápido
posible. De otra manera, a mediano plazo, tendrán problemas
de iliquidez y de rentabilidad. Pero el camino alternativo, si el
Gobierno no hubiese propuesto el canje o los bancos no lo hubieran
aceptado, era sentarse a esperar que el default se concretara, lo
que los hubiese arrastrado a la quiebra en poco tiempo.
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Especialistas
financieros evaluan la operacion
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ANA
GABOSO
analista de la calificadora de riesgo
Fitch
Esa contabilidad
es irreal
El
canje de títulos públicos por préstamos
se reflejará en los balances de los bancos como una
ganancia muy importante. Pero el Banco Central no debería
permitirles distribuir esos beneficios porque, en algunos
casos, podría debilitarlos financieramente. Es cierto
que el cambio de garantía significa una mejora en la
calificación de esos activos. Pero suponer que la deuda
que antes valía un 50 por ciento ahora puede ser registrada
al ciento por ciento es irreal. Lo correcto sería que
el BC les exigiera que hicieran algún tipo de previsión
sobre esos préstamos. La rebaja en la tasa de interés
en un momento de caída de tasas internacionales no
es el mayor problema. Lo preocupante es que algunos bancos,
que tenían una cartera muy importante de títulos
públicos, que podían liquidar en cualquier momento,
ahora tendrán que esperar a que venzan los préstamos.
Este cambio, en un momento de retiro de depósitos,
puede ponerlos en serios problemas de iliquidez. De todas
maneras, esto fue un default: no había muchas opciones.
La calificación de los bancos va a depender, fundamentalmente,
del éxito que tenga el Gobierno para realizar el canje
externo.
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FAVIO
RODRIGUEZ
de
Fundación Capital
Es un buen negocio
A
partir de ahora, lo que es seguro es que los bancos van a
tener menores ingresos por intereses. Pero, dada la situación,
haber conseguido una mayor garantía, sin quita de capital,
es un buen negocio. La situación del Estado era insostenible
y el único gasto importante que podía bajar
era el de intereses. Todos sabían en el sistema que
el país no podía cumplir las condiciones pactadas.
Además, si no aceptaban el canje, iban a tener que
comenzar a contabilizar los títulos públicos
a valor de mercado, cosa lógica por otra parte. Entonces
hubiesen perdido plata. Ahora, el canje de bonos por préstamos
reflejará una ganancia en sus balances. Que la puedan
distribuir, es decisión del Banco Central. Con respecto
a la cartera de morosos que puedan recuperar, será
un proceso lento, pero seguramente muchas grandes empresas
lo van a aprovechar. Incluso algunos bancos podrían
ofrecerles a sus clientes préstamos para comprar los
bonos en el mercado y cancelar sus deudas. Algunos empresarios
ricos con empresas pobres van a aprovechar esa oportunidad.
Así, los bancos pueden recuperar una parte de sus carteras
irregulares.
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