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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
02 DICIEMBRE 2001








 BUENA MONEDA
Por ALFREDO ZAIAT


Ciegos por naturaleza

En momentos de crisis, y cuando el desenlace parece inminente y pisar los depósitos es sólo el comienzo, el regreso a los clásicos de Economía brinda, al menos, un poco de luz ante tanta confusión. Con la colaboración del profesor Mario Rapoport, que compiló enriquecedores párrafos de textos de un economista de la primera mitad de siglo, se eligió uno (por razón de espacio), escrito en 1931. No resultará difícil adivinar el autor, pero es más atractivo mantenerlo un poco en suspenso porque así se aprecia con toda su dimensión su actualidad sorprendente para Argentina (al final de la nota se brinda la información de la fuente y autor).
(...) Es la razón por la cual una baja de precios tan severa como la que conocemos actualmente pone en peligro la solidez de nuestro sistema financiero. Los bancos y los banqueros son ciegos por naturaleza, no vieron lo que nos iba a ocurrir. Algunos de entre ellos recibieron de buen grado la baja de precios (...).
En los Estados Unidos también esos bancos emplean a los llamados “economistas”, que nos dicen que nuestros males vienen de que los precios de tales bienes o tales servicios no han bajado suficientemente, mientras que debería ser evidente que su terapéutica, si ella fuera aplicable, amenazaría la solvencia de su empresas. Sin embargo, un “banquero sano” no es un hombre que ve venir el peligro y lo evita (...) Pero ahora comienzan por fin a darse cuenta de la evolución de la situación (...) En mi opinión, si se hiciera hoy en día una estimación enteramente realista de todos los activos dudosos, uno se apercibiría que una fuerte proporción de los banqueros del mundo no son solventes; y si la deflación continúa agravándose, esta proporción aumentará rápidamente (...).
El capitalismo moderno enfrenta la alternativa siguiente: o bien imaginar los medios de aumentar los precios a su nivel precedente, o bien sufrir una sucesión de quiebras sobre una gran escala, y ver derrumbarse nuestro edificio financiero, lo cual implicaría un nuevo comienzo. Pero para eso tendríamos que pasar primero por un período de despilfarro, desorden e injusticia social, y experimentar una redistribución general de las fortunas individuales y de los derechos de propiedad sobre la riqueza de la comunidad.
Argentina no es el primer país en sufrir una crisis financiera con las siguientes características: culminación de un ciclo con patrón monetario rígido, apertura comercial y financiera y despilfarro de recursos públicos. Lo sorprendente de este derrumbe es la incapacidad del Gobierno para ponerle fin a esa crisis, que por su extensa agonía sí se convierte en única. Parecería que Domingo Cavallo quisiera desafiar a la historia, intentando vías de escape que sólo terminan acelerando el deterioro.
Resulta claro que el fin de la crisis, con cualquiera o todas las D que se elijan (Devaluación, Dolarización, Depósitos congelados, Desdolarización), producirá más o menos daño en la economía. Pero el daño será inmensamente mayor si no se hace nada esperando a que se recupere la confianza de los ahorristas. En el actual contexto, la persistente sangría de reservas implica un derroche de un activo social, que debilita la posibilidad de una salida relativamente controlada. Lo mismo pasa si no se detiene la fuga de depósitos. El colapso del sistema financiero sumergiría a la economía en una parálisis con derivaciones catastróficas.
En esta instancia de la crisis, a la que se llegó por los sucesivos desaciertos de Cavallo, frenar la fuga compulsivamente como se decidió el viernes a la noch, brinda la chance de que resolución de la crisis será medianamente ordenada. Pero ese es el primer paso, que si no es complementado con otras medidas audaces, terminará en un caos con consecuencias muy costosas para la población.

Fuente: “Los efectos de la caída de precios sobre el sistema bancario”, agosto de 1931, John Maynard Keynes.