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Jueves 18
de Octubre de 2001


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BRUCE KULICK, EL EX KISS QUE SE QUEDO EN BANDA

Sin resentimientos

Bruce Kulick recuerda la primera vez que pisó la Argentina: era el guitarrista de Kiss en aquel primer show del cuarteto en River, cuando murieron dos fans. “Uno siempre escucha que esas cosas pasan, pero hasta que no las vive no se da cuenta de lo terrible que es”, dice el violero. Después, Gene Simmons y Paul Stanley decidieron juntarse con sus viejos compañeros Ace Frehley y Peter Criss, volver a las pinturitas y salir a facturar millones. Y Kulick se quedó en banda. O, mejor dicho, sin banda. Pero por poco tiempo, porque se juntó con el cantante John Corabi (ex reemplazante de Vince Neil en Motley Crüe) para formar Union. Ese cuarteto, que visitó Buenos Aires en 1999, regresa para tocar mañana en El Teatro y el sábado en The Roxy. Y promete canciones de sus dos discos de estudio (Union y The Blue Room), más incursiones en el pasado de sus dos miembros más famosos. “Llevamos casi un año y medio sin tocar juntos, porque cada uno estuvo ocupado con sus cosas (Kulick publicó el solista Audio dog), pero todo está bien: hicimos un par de shows en Los Angeles, como para calentar motores, y todo resultó muy bien, estoy muy orgulloso de los muchachos. Cuando recibimos una oferta para hacer shows en la Argentina, no pudimos negarnos: es uno de los mejores lugares donde hemos tocado”, afirma Kulick.
–A todos le dirás lo mismo...
–Para nada. Los argentinos son muy apasionados y aman el rocanrol, eso puedo asegurarlo. La reacción en los shows es impresionante.
–¿Cómo quedaron tus relaciones con Gene y Paul después de tu salida de Kiss?
–Todavía mantengo buena relación con los muchachos. De hecho, la semana pasada Gene vino a ver el show de Union en Los Angeles. Siempre supe que una reunión de los miembros originales de Kiss era posible, así que cuando finalmente la hicieron no sentí que tuviera una intención maliciosa. Fue pura cuestión de negocios: la gente quería volver a ver a Kiss con maquillaje. De hecho, fue una movida muy exitosa. Estoy muy orgulloso de haber sido parte de Kiss durante casi doce años. Es una de las bandas de rock más grandes de todos los tiempos y fue una gran oportunidad haber estado ahí, así que no hay razón para que le vuelva la espalda. R. C.


PELICULAS EN LA TELE, ANTES DEL CABLE Y EL SATELITE

Hubo un tiempo...

La primera película que recuerdo es Lili, el musical de Leslie Caron. Era muy chico y me marcó por dos motivos: fue la primera melodía que aprendí a tocar y los muñecos de la película me asustaron tanto que tuve pesadillas durante días. También me identifico mucho con Freaks, una película de terror realmente fuerte, diferente de todas las demás porque los monstruos son reales. Los actores son auténticos fenómenos de feria que crean un código propio para defenderse del resto de las personas. En los seriales de estudio como Republic, tipo Radar Men from the Moon, yo veía unas naves espaciales que parecían planchas que volaban. Y estaba todo bien, ¡eran planchas voladoras! Para mí, el futuro era eso. Creo que la imagen en blanco y negro daba un realismo extra.
Una película genial era Candy (la dirigió Christian Marquand sobre un libro de Terry Southern), con una chica con la que todos querían acostarse, y aparecía Marlon Brando haciendo de gurú: en un momento, la chica aparecía espiando al gurú y lo veía concentrado en hacerse un sandwich de mortadela. Una película que me impactó ya por el título fue La mancha voraz (The Blob, Irvin S. Yeaworth, Jr., 1958). Mis primos la habían visto en el cine y me contaban de esa mancha voraz, y yo vivía preguntándome qué era eso. Después la vi en la tele y lo que vi estaba a la altura de lo que había imaginado. El Rey de Londres (Aníbal Uset, 1965) me dejó asombrado. El Palo Ortega presentaba a los Beatles, se hacía el George Harrison. Me reí como nunca cuando en la aduana inglesa le agarraban la yerba, y él les explicaba que era para el mate. El western nunca me interesó mucho. John Wayne siempre me chocó un poco. No me gusta la gente que anda sucia, llena de tierra. El único western que me gusta mucho es una parodia, Locura en el Oeste (Blazing Saddles, Mel Brooks, 1973). (...)
Una película que tuvo una influencia negativa en mí fue El coloso de Rodas (The Colossus of Rhodes, Sergio Leone, Italia, 1960) con Rory Calhoun. Con mi Mecano y plastilina hice un Coloso en la bañera, y hacía unos barquitos de papel que se incendiaban al pasar debajo de la estatua. Cuando se quemó la cortina del baño empezaron los problemas con mis padres. ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was my Valley!, John Ford, 1941) era la película favorita de mi viejo. El también me habló de El día que paralizaron la Tierra (The Day the Earth Stood Still, Robert Wise, 1952). No sé si es la primera, o una de las primeras películas en la que los marcianos son buenos, y no vomitan encima del primer tipo con el que se encuentran. Para que se terminen las guerras, ellos hacen que se detenga todo tipo de energía. Es un warning increíble, que no hace nada malo pero sirve. Me encantaría tener ese tipo de poder. Es raro, porque eran temas que en realidad no tenían mucho que ver con mi padre. Supongo que igual que la gente de Teleonce él también tendría algo de jesuita. De hecho, mi tío era Joaquín Aduriz, el jesuita del programa El abogado del Diablo. No sé, habría que confirmar el dato, pero yo creo que era mi tío, y que cuando renunció a todo para unirse a los jesuitas fue como un gran escándalo familiar. CHARLY GARCIA

Fragmento del testimonio aportado por Mr. Say No More para el libro Cine de Súper Acción - Cine clásico y de culto en la TV argentina 1961-1993 (Ed. Norma), una investigación de Diego Curubeto y Fernando Martín Peña recientemente editada sobre uno de los grandes clásicos de la historia de la televisión argentina que, exactamente ayer, cumplió 50 años de vida.


Alta Infidelidad

FALSOS PROFETAS Vimos pasar el verano
Hipótesis rara: si para Enemigos íntimos Joaquín Sabina hubiese elegido de socio a Palo Pandolfo en lugar de Fito Páez, el resultado habría sido muy parecido a este debut de Falsos Profetas; que, digámoslo, es una delicia. Sobre sencillas melodías pop, el cantante Martín De Elizalde –que parece siempre a un trago de la borrachera absoluta– saca pecho y entusiasma con malicia tanguera, emoción rocanrolera y fraseo chapado a la Moura. Las letras estan repletas de frases e ideas, pero no en plan verborragia pesada sino más bien filosa y semi-retorcida, como en “Argentina salud” (“La otra tarde logré comprender/ que las cartas estaban marcadas por ella/ y que al irse/ la mala fortuna también me abandonó”), buen comienzo; después convalidado por algunas canciones delicadas como “Ya no brindes por mí” y otras energéticas como “Hija del viento”. Palabras más, palabras menos, falsedad 100% creíble. J.A.

NEW ORDER Get ready
He aquí la resolución a problemas existenciales ya esbozados por otros (Depeche Mode) y por cierto no del todo resueltos. Ocho años corrieron bajo el puente y ahí están los sobrevivientes de la trágica historia de Joy Division, ahora sobreviviendo al tiempo, las modas y el huracán electrónico que todo lo derriba. Muchas veces en el maravilloso mundo pop se recurre al adjetivo “clásico” y la mención no tiene más sustento que los años de carrera del artista en cuestión. Debería aceptarse que “clásico” es otra cosa: una contundente demostración de calidad de composición e interpretación en base a un estilo propio, patentado en exclusividad. Ahí está el single “Crystal” para confirmarlo. Pero también el exquisito aporte de Billy Corgan en “Turn my way”. Si hasta se pueden perdonar los arrebatos vocales de Bobby Gillespie en la ruidosa “Rock the shack”. Diez canciones, no hace falta más. E.P.


PCS EN LINEA PARA JUGAR Y GANAR..

Cyber Sacoa

En los orígenes del universo, los locales de videojuegos (también conocidos por la horrible palabra “fichines”) eran patrimonio exclusivo de los lugares de veraneo, con unas exclusivas fichas acanaladas para cada negocio. Después –otro logro del menemismo– llegó a Buenos Aires un nuevo sistema: tarjetas magnéticas recargables, que no sólo te permitían “jugar por jugar” sino acumular puntaje y ganar notables premios tales como ositos de peluche, linternas y toda clase de porquerías hijas del mundo industrial. Bueno, desde hace unos meses la ciudad ha visto nacer a la nueva generación de locales de videojuegos, que ya no son esos gigantescos aparatos monedo-dependientes sino... simples PCs hogareñas. Sí, computadoras comunes, instaladas en línea, con lo que se puede jugar entre varios al mismo tiempo.
Jorge Alonso, propietario de uno de los locales pioneros del rubro (Santa Fe y Coronel Díaz, aunque ya los hay por todos lados, en lo que podría ser una verdadera epidemia lúdico-electrónica), cuenta que el objetivo inicial era “repetir la idea del juego en las casas de familia, cuando varios chicos se juntan con una o dos PCs”. Hasta el momento, algunos de los juegos en stock en estos locales son el contundente Age of Empires II, el FIFA 2001 (en la red te podés bajar las ligas argentinas de Primera y Nacional B), el Diablo II, Starcraft, Quake III y Half Life entre otros. La forma de cobro es por tiempo, a precios similares a los del uso de Internet en locutorios. Y en algunos locales, además, las máquinas están on line, con lo que se puede jugar a través de Internet. Tal vez, para avanzar en el concepto de “juego en casa de familia”, el próximo paso sea incorporar mozos que sirvan mate, cerveza o café con leche. O servicio de pantuflas a medida. J.A.