Cuando escribí la primera versión del cuento yo tenía una especie de obsesión con respecto a la figura del padre y el ejercicio de la paternidad. Creía a rajatabla que el hecho de tener un hijo no te convierte necesariamente en padre porque para ello  es necesario el ejercicio constante de la paternidad, justificarla por medio de la acción, ya que se trata de una construcción cultural. No así la maternidad, que no necesita justificación alguna. Y es más: habilita la función paterna. Ocurre cuando las mujeres forman una nueva familia con hijos del matrimonio anterior; si el hombre está dispuesto le habilitan dicha función, aunque siempre con reservas y límites. Un modo de recordarle que, naturalmente, no es el padre. En “Mañana solo habrá pasado” hay mucho de estas cuestiones; pero sobre todo una: ¿En qué situación queda el hombre cuando, ya sea debido a una separación o por algo trágico, queda deshabilitada la función paterna? Tengo que decir que no llegué a una respuesta y que muchas de las cosas que por aquel entonces creía hoy son motivo de varios interrogantes; pero al menos escribí un cuento.