Previo al estreno de Monzón, Space le encargó al realizador y guionista  Julián Troksberg un documental que funcionara como díptico para la serie centrado en su faceta deportiva. Cabe decir que la obra es parte de una serie de producciones originales de la señal dedicadas al boxeo usualmente proyectadas antes de combates importantes (ya hubo otros sobre Canelo y Jaime Mungía). En este caso más que un trabajo de encargo, Furia se sostiene y brilla por sí mismo por la calidad de sus entrevistas, el material de archivo y el mensaje sin ambivalencias. Carlos Monzón fue uno de los mejores atletas de la Argentina y de los más notables en la historia de su deporte, un iconoclasta sobre el que se proyecta su época y, además, un tipo cargado de una violencia arrolladora que lo convirtió en un asesino. “Esa era la fuerza del personaje. Monzón, como cualquier personaje público, tiene una variedad de aristas distintas y muy variadas entre lo público y lo privado. Aristas que por lo general son bastante inaprensibles y escurridizas en una mirada biográfica pero que en cierto modo Monzón tenía a flor de piel, porque era como si sumara las capas: seguía siendo el santafecino que había salido de la pobreza; el boxeador que se transformó en ídolo; el galán latino encumbrado en Europa y amado en Argentina; y a la vez seguía sido este tipo con una violencia que, sin dudas, le terminó arruinando la vida”, dice su realizador entrevistado por PáginaI12. El trabajo podrá verse por su pantalla el próximo viernes 21 y el sábado 29 (al término de Combate Space) aunque ya está dispuesto en el canal de You Tube de la señal. 

Y si el box es, al fin de cuentas, el deporte del impacto, aquí cada fotograma y declaración es un bombazo. Vale destacar el material de archivo con una calidad de audio e imágenes comparables al trabajo de la serie 30 for 30 (ESPN). Hay perlas como la entrevista junto a Susana Giménez en un programa de tele uruguayo conducido por Víctor Hugo Morales o un entrenamiento en el que se lo escucha silbar “Summertime”. Pero también hay apuestas discursivas. Ahí está el registro del monumento en homenaje al boxeador a la vera de la ruta donde se mató, hoy retirado, sucio y recargado de sentido. También las palabras de colegas de guantes como Nino Benvenuti (“como él no ha habido ninguno y me tocó enfrentarlo a mí”), Sugar Ray Leonard y Julio César Chávez que lo destacan como una leyenda al nivel de Mohamed Alí. Según Troksberg se percibe que Monzón “les atravesó literalmente la vida” a quienes lo conocieron. “Benvenuti lo considera su amigo-hermano, como sólo pueden serlo dos personas que se pegan delante de otras. Uno de sus sparrings históricos, Norberto Rufino Cabrera, se quiebra al recordarlo. La ex jueza Alicia Ramos de Fondeville presidió el tribunal que condenó a Monzón y plantea las consecuencias políticas y sociales de esa condena. Dos periodistas icónicos del box norteamericano como Larry Merchant y Al Berstein, recuerdan a Monzón con la misma precisión que los periodistas argentinos”, plantea.

–¿Qué le suma el documental a la proyección de la serie?

–Por una cuestión de edad, gran parte del público no conoció a Monzón en su momento y no lo había visto boxear. La intención era hacer un repaso de su carrera, verlo en el ring, entender su estilo y seguir sus triunfos. Pero eso llevaba naturalmente a ver cómo, a través de sus éxitos deportivos, Monzón se transformaba en una figura mucho más grande que un simple boxeador, hasta llegar a ser uno de los más grandes ídolos argentinos de la década del 70. Y luego, también, a mirar lo que es central en la serie de ficción, su historia de furia y violencia que, una vez retirado del boxeo, terminó explotando de manera trágica con el femicidio de Alicia Muñiz y con su propia muerte. Le sumará por un lado la posibilidad de ver, a través de los archivos, cómo eran los personajes reales, tanto Monzón, como Susana en su momento, Tito Lectoure; pero es también una mirada sobre cómo fue variando a lo largo de los años su figura, tironeada entre la mirada sobre el ídolo deportivo y el asesino.

–¿Tenían un preconcepto del personaje, el documental le sirvió, como dice uno de los entrevistados, para terminar de armar el rompecabezas?

–Más que un preconcepto quizás teníamos la idea de que Monzón era una asesino condenado por la Justicia. Y sobre esa idea, de un Monzón caído (preso por asesinar a la madre de su hijo, muerto en un absurdo accidente de tránsito), el recorrido que hicimos en el equipo de producción del documental nos llevó por el camino inverso: empezar a entender quién fue ese campeón del mundo de los pesos medianos que nosotros, por edad, tampoco habíamos visto boxear y que resultaba un ídolo para millones de argentinos. E intentamos recorrer, para encajar esas piezas, un camino que  literalmente había recorrido Monzón: el de la ruta provincial 1 que es la que transitó desde su natal San Javier a la ciudad de Santa Fe cuando su familia muy pobre buscaba una posibilidad mejor en la ciudad; y que es la misma ruta en la que, en sentido contrario, Monzón se accidenta y se mata después de haber recorrido el mundo.