El violonchelista, compositor y arreglador Patricio Villarejo estuvo bendecido por la suerte desde temprano. No todo artista con talento puede decir que los astros se alinearon siempre a su favor. Pero Villarejo es un caso especial. A los 18 años, después de una audición, quedó seleccionado para integrar la orquesta de Osvaldo Pugliese, ni más menos. Fue su primer “trabajito”. “Pugliese era un tipo que enseñaba mucho. No solo aprendías música con él. Siempre eligió gente joven para tocar y formar”, recuerda Villarejo. “Y cuando entré a la orquesta, me dio dos consejos: ‘Nosotros somos laburantes de la música, nada de creérsela, nada de estrellas. Y, por otro lado, nunca hay que bajar el nivel de lo que le das a la gente; hay que subir siempre el nivel’. Y eso me quedó grabado en la cabeza. Pugliese siempre hizo lo que predicó”. Participó, de hecho, en los históricos conciertos que dieron Pugliese y Astor Piazzolla en Amsterdam, Holanda, en 1991. 

El músico acaba de publicar su segundo disco, Identidad, en donde propone un recorrido por los variados estilos musicales que lo acompañan desde niño y que forjaron, justamente, su identidad como instrumentista y compositor. Una trayectoria que comienza en el tango y el folklore, sigue por el rock, pasa por la música académica y desemboca siempre en la música popular. “Soy una especie de músico anfibio que me muevo en todas las aguas”, se define. El disco abre con una versión de “Forró Brasil” (Hermeto Pascoal), sigue con una composición de su autoría con aires folklóricos, “El Isondú”; y sorprende con versiones instrumentales de “Ojos de video tape” (Charly García) y “Redemption song” (Bob Marley). En rigor, el disco en su totalidad es instrumental –violoncello, piano, guitarra, bajo y una sutil percusión–, a excepción de dos temas cantados: “Dolcissima María”, con la voz de Pedro Aznar; y “Los Marginados” (con Gillespi en trompeta), que propone un cruce interesante entre la música académica y el hip hop.

–¿El chelo le permite abordar lenguajes tan distintos?

–El chelo es un instrumento muy versátil. Y eso lo demuestra, por ejemplo, la banda Apocalyptica, que inventó un género nuevo: el chelo metal ¡Tocan con una batería y tres chelos! El chelo es el que más rango tiene entre los instrumentos de cuerda de la familia del violín, es el instrumento más amplio: tiene graves y muchos agudos. Entonces podés hacer cosas que con el contrabajo y el violín no. Estás en un lugar privilegiado. Además, tiene una expresividad que se parece a la voz humana. Tiene un sonido profundo, no chillón. Podés llegar a una “voz” sin decir palabras. Franco Luciani (que participa de invitado en “El isondú”) me alentó a cantar con el instrumento. Siempre me gustó que el mensaje de la música, instrumental o cantada, llegue a otra persona. Que se conmueva de alguna forma.

En 2013, dirigió e hizo los arreglos para la orquesta que acompañó a Charly García en el espectáculo Líneas Paralelas, que tuvo dos presentaciones en el Teatro Colón. Para Villarejo, claro, fue tocar el cielo con las manos. “En mi habitación virtual hay algunos cuadros y en uno de esos está Charly”, grafica el músico. “Cuando me convocaron para trabajar con él, no pregunté nada: fui y lo hice”. La admiración mutua por Los Beatles hizo que pegaran onda en seguida. “Charly es muy detallista y tiene una memoria prodigiosa. En ese momento trabajaba con un grado de profundidad increíble. Él me había pedido algunas cosas y alguna trampita le metía en los arreglos. Y se acercaba y me decía: ‘No me hagas trampa, ya te escuché’ ¡Supervisaba todo! Es un músico fuera de serie, no sé si hay otro como él acá que tenga ese oído”, dice el músico que también trabajó con Peter Gabriel y Patti Smith. Villarejo cuenta que el DVD con el registro de los conciertos de Charly en el Colón está pronto a editarse.