Manuel Orero tiene 16 años, apenas dos más que Agustín Arredondo. Ellos son el mejor cadete y el mejor menor de la Argentina en canotaje, deporte al que le dedican hasta seis días de entrenamiento a la semana. No más verlos esforzarse sobre sus kayaks, puliendo sus técnicas, mejorando sus performances es motivo de orgullo para los socios del Club de Remo de Belén de Escobar, que semana tras semana los cruzan sobre el río Paraná de las Palmas y el arroyo Correntino, lugar que suelen utilizar junto a sus compañeros -algunos mayores, otros menores- como pista de entrenamiento.

Son chicos del río. Reman desde preinfantiles y fueron ganándose sus lugares en el ranking nacional a fuerza de sacrificios y rendimientos siempre ascendentes, que los llevaron a integrar las selecciones nacionales en sus respectivas categorías y a colgarse medallas en competencias nacionales y sudamericanas, e incluso a competir en torneos internacionales como fue el caso de Manuel, quien hace dos años -con apoyo del Enard- viajó a República Checa junto a un grupo de deportistas que estaban en carrera para los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018.

Clasificados este año para participar de los Olympics Hopes 2019, una competencia para "Esperanzas Olímpicas" que se llevará a cabo en Bratislava, Eslovaquia, a partir del 15 de setiembre próximo, ambos jóvenes deportistas chocan de frente con la realidad de la Argentina, con los efectos que la crisis económica produce en los pequeños clubes de barrio -instituciones en las que prácticamente todo se realiza a pulmón- y en las federaciones nacionales que deberían apoyarlos, pero al final de cuentas no tienen con qué.

El escobarense Agustín Arredondo, de 14 años, mejor palista menor del país.

Tanto para los chicos como para sus entrenadores, es importante apuntar la mira hacia el alto rendimiento y poder rozarse, a través de este tipo de experiencias internacionales, con deportistas de otros países con sus mismas edades y niveles equivalentes. El problema es que ni sus familias ni el club que representan pueden costear los 3000 euros per cápita (para pasajes, inscripción, alojamiento, comida, traslados, seguro médico y alquiler de botes) que necesitan para poder concretar esta aventura deportiva.

La Federación Argentina de Canoas (FAC) avisó que no puede pagar el viaje. El Enard al parecer tampoco apoya esta vez porque las becas oficiales arrancan recién para chicos de 17 y 18 años, y ni hablar de los recortes significativos que, para colmo, viene realizando el organismo en materia de becas y estímulos. Tampoco lo hace la Secretaría de Deportes, degradada y convertida por decreto en Agencia Nacional a pesar de la fundada resistencia de deportistas y federaciones. Y así se desperdician oportunidades.

Hijos de trabajadores asalariados, ni Manuel ni Agustín, estudiantes de secundaria, podrían conseguir los fondos para viajar. Tampoco alcanzan el aporte que se comprometió a brindar la Municipalidad de Escobar (30 mil pesos por deportista) a través de su secretaría de deportes, ni los esfuerzos que el club de remo bonaerense viene realizando para reunir el dinero que deben desembolsar con cierta urgencia, y en cuotas, hasta el inicio de la regata internacional a la que se clasificaron por méritos deportivos.

 

El próximo 1º de julio vence el plazo para confirmar las presencias de Manuel y Agustín en este certamen internacional. Sus nombres, sus historias, bien pueden ser el reflejo de una política deportiva que se enaltece siempre con el éxito y la meritocracia, pero que frente a un evento deportivo que convoca a las “Esperanzas Olímpicas” convalida una tremenda injusticia: que sólo puedan viajar a competir los hijos de los que sí pueden pagarse sus viajes.