La virgen llora sangre, pero mucha: nueve litros por hora. Los servicios de inteligencia, los peritos científicos del gobierno y hasta el mismísimo primer ministro están al tanto. Y nadie sabe qué corno hacer con esta estatuilla religiosa hecha de plástico, pero que es un verdadero manantial del más rojo y espeso fluido milagrero. Así de desconcertante es el disparador de The Miracle (Il Miracolo), la serie italiana que emite los martes a las 22 OnDirecTV y que está disponible en el menú streaming de DirecTV Play.

Ideada por el exitoso novelista romano Niccoló Ammaniti, The Miracle tiene la virtud de sorprender e intrigar. Obtenida por las autoridades tras una redada en la guarida de un capo mafioso, la extraña virgen pone a prueba a los distintos resortes del poder –la política, la seguridad, la ciencia, la Iglesia– y a la vocación por el secretismo que todos ellos acaso comparten. “No podemos exponernos a peregrinaciones masivas”, sugiere, pragmático, el calvo y cansado jefe del servicio secreto (gran papel del actor Sergio Albelli), uno de los confidentes del primer ministro. Así, mientras los laboratorios aportan hemogramas, los militares piden discreción, y los políticos murmuran y consultan, The Miracle tensa la cuerda al jugar con las repercusiones del milagro y desestabiliza al mismo tiempo, y de un solo torrente sanguíneo, cuestiones religiosas, científicas y políticas. Un sacerdote lascivo y corrupto tiene un pico de fe. Una hematóloga hurta muestras del rojo líquido llorado para paliar sus propias desesperaciones cotidianas. Y la intriga empieza a entregar momentos de nerviosa e italianísima tragicomedia, como cuando un peritaje observa que la sangre llorada por la virgen “está un poco baja de calcio”. O como cuando la abnegada labor de higiene de los encargados de custodiar la virgen lleva a tomar conciencia del volumen que suponen esos nueve litros por hora: un táper, un tacho, decenas de enormes barriles de chapa... ya no hay donde poner tanta sangre y todo esto es un enchastre. PáginaI12 entrevistó a Stefano Bises, guionista de esta sorprendente producción televisiva.   

–La fe contra la razón supone todo un derby para la civilización humana. ¿Cómo encaja The Miracle en esta lucha entre ambas visiones del mundo?

–Prefiero decir fe contra ciencia, ese es el tema. Nos enfrentamos a una era en la que la ciencia –principalmente, a través de la genética y la lectura del ADN– nos proporciona muchas respuestas con respecto a la existencia del alma, a la naturaleza de los sentimientos, las emociones. Según estas investigaciones, no hay alma dentro de cada uno de nosotros, y los sentimientos y emociones, como el amor, la ira, la depresión, son el producto de algoritmos bioquímicos. Lo demostraron. Los científicos han podido crear vida en laboratorio. Con solo mezclar proteínas, dieron a luz una especie de gusano provisto de instinto de reproducción. Entonces, ¿qué es espiritual? ¿Dónde está Dios? ¿Quién es él? En realidad, la ciencia parece estar estableciéndose como el último Dios. En la serie creemos que una manifestación milagrosa, arcaica, primitiva, brutal y sangrienta era una forma contundente de demostrar que nunca estaremos completamente satisfechos con las respuestas científicas. Y que el misterio siempre nos seducirá. Milenios y milenios de superstición y de alimentación religiosa de los misterios no se pueden borrar en pocos años. Es algo que está registrado muy profundamente dentro de nosotros.

–La serie sigue a personajes que en apariencia no están tan relacionados con temas mágicos, religiosos, espirituales, como los científicos, los oficiales de inteligencia o el propio jefe de Estado. ¿Cómo chocan esos dos mundos?

–Por supuesto, el conflicto entre la razón y la fe es más fuerte en las mentes racionales. El creyente cree en los milagros y ya. En cambio, el no creyente cae en una crisis profunda y se enfrenta a algo que no tiene una explicación racional o científica. Entonces, un milagro, como una virgen que llora sangre, es algo que socava las certezas, vuela las mentes, confunde las creencias y obliga a esos personajes a reconsiderar todo. Ahondar en esos personajes fue la parte más interesante del trabajo. Todos en el equipo –directores y guionistas– somos personas no creyentes. Así que nos preguntábamos, constantemente, ¿qué haría yo, qué pensaría, cómo lidiaría con algo así si fuera un presidente, un científico o un oficial de los servicios secretos? Y fue divertido descubrir que cualquier reacción, cualquier comportamiento o decisión que pudiéramos tomar en esa situación sería creíble, legítima, porque estaríamos enfrentando algo fuera de cualquier explicación lógica. Era como tener títeres en nuestras manos.  

–La virgen que llora sangre es un personaje clave en la historia. ¿Qué significa? ¿Cómo trabajaron sobre esta figura?

–Fue, tal vez, la parte más difícil del trabajo. Una estatua de una virgen que llora sangre es una idea que hay que manejar con mucho cuidado. No queríamos herir la susceptibilidad de los creyentes. Italia es un país católico, hay mucha gente que cree en los milagros y hay muchas personas dicen haber sido testigos de fenómenos milagrosos. En este momento, en distintos lugares de Italia, hay varios casos de estatuas o imágenes de la Virgen a las que alguien les atribuye lágrimas de sangre. Sin ir tan lejos, la manera en que la Iglesia proclama a un santo se basa, esencialmente, en los milagros que se le atribuyen. Así que es un asunto muy sensible y delicado. Nos esforzamos por ser respetuosos. Fue duro, porque, como dije, no somos creyentes. Entonces, como personas, ya no como realizadores o guionistas, tendemos a tomar no muy seriamente a las personas que creen en cosas tales como en una virgen que llora sangre. Salimos de ese problema tratando a la estatua como un símbolo. No sólo como un símbolo religioso, sino como un símbolo de lo inexplicable. Esa fue la pregunta que más nos fascinó, el verdadero concepto de la serie: cómo nos comportamos frente a algo que es inexplicable. Es una pregunta universal, no religiosa, que nos pertenece a cada uno de nosotros. Porque en el mundo no hay nada más fascinante que lo inexplicable. Podremos enviar sondas espaciales a Marte y obtener fotografías, muestras, descubrir el código de la vida y lo que sea, pero frente a una virgen que llora sangre, caeremos de rodillas. Yo no creo en los milagros... hasta que vea uno. Y, si hay un mensaje en The Miracle, se trata de las preguntas. Como seres humanos, necesitamos respuestas. Pero algunas preguntas, muy probablemente, queden sin respuestas.