El dólar perforó los 43 pesos la semana pasada y acumuló una baja de 4 pesos en dos meses. ¿Cuánto más puede bajar? Esta es la pregunta que se escucha hace días en muchos de los almuerzos de negocios de la city. Los números que circulan en las mesas de dinero son sencillos de entender. El tipo de cambio ajustado por precios era de 35 pesos cuando comenzó la crisis cambiaria en abril del año pasado. En septiembre -cuando se alcanzó el pico de competitividad- llegó a ubicarse por encima de 55 pesos. La cotización de inicio de julio se encuentra en un punto intermedio y empieza a generar inquietud en el mercado.

El precio del dólar a 43 pesos se transformó en el número de referencia para medir el nivel de la apreciación cambiaria. Divide en dos mitades las perspectivas de los inversores. La cotización por debajo de estos valores y hasta los 35 pesos indica que la divisa empieza un ciclo peligroso de apreciación. Los costos de volver a los valores de principio del año pasado sin modificar el modelo de apertura financiera parecen realmente elevados.

El estallido de las Lebac y el inicio de la dolarización de carteras en 2018 comenzaron con un dólar real a 35 pesos, inflación del 26 por ciento y tasa de interés en moneda local de 27. Tener el dólar otra vez cerca de esos niveles es una apuesta de altísimo riesgo. La inflación de ahora es el doble (casi 60 por ciento) y las Leliq se operan con tasas garantizadas del 58 por ciento. La enseñanza del año pasado es que nadie quiere ser el último en dolarizarse y el miedo a la corrida puede alterar el comportamiento de los inversores de un día para otro.

Los argumentos del Banco Central parecen poco consistentes para justificar esta situación. En la entidad monetaria aseguran que no puede haber otro desequilibrio cambiario porque no quedan pesos en el mercado. El Comité de Política Monetaria anunció el lunes pasado que mantendrá la emisión cero para lo que resta de julio y a partir de agosto reforzará la contracción de la base monetaria para evitar tensiones. El organismo conducido por Guido Sandleris no mira el panorama completo.

Gran parte de los capitales especulativos salieron de la economía el año pasado y el circulante hace meses que cae en términos reales. Es cierto. Pero esto no despeja la tensión porque los fondos del exterior están entrando nuevamente al mercado interno para aprovechar las ganancias extraordinarias de cortísimo plazo que ofrece la Argentina. Es el principal argumento que explica la caída de 4 pesos del tipo de cambio, el aumento de algunas acciones del 90 por ciento en unos pocos meses, la baja de 10 puntos de la tasa de Leliq y la menor presión cambiaria (con el nivel más elevado en 17 años de compras mensuales de dólares minoristas).

El Central adelantó que no cometerá nuevamente el error de apreciar el dólar para enfrentar la inestabilidad macroeconómica en el corto plazo (principalmente la inflación). La palabra del BCRA vale poco y nada por haberse transformado en incumplidor serial de sus promesas en los últimos tres años.

Las próximas semanas serán claves para determinar el rumbo que tomará la divisa y su efecto en el mercado interno. La cotización se encuentra en el punto límite de la competitividad que el mercado considera razonable. El ingreso de capitales puede permitir todavía más apreciación y el resultado será evidente. En el momento que los primeros aprieten el botón de salida la tensión cambiaria será difícil de parar.