Una triste y extraña noticia conmovió por estas horas a la comunidad internacional, nacional y local del arte. En la madrugada del 10 de julio, a bordo de un vuelo de una línea noruega que había abordado en París para regresar a la casa de su hija Marian en Estocolmo, Suecia, acompañada de ella y de su hija menor, Carolina Álvarez, iba la artista plástica Noemí Escandell. Su corazón se detuvo en pleno vuelo. Y no es una metáfora. "Se quedó en París", reflexionó ayer en una conversación telefónica con Rosario/12 su hija mayor, Graciela.

Seguramente Mimí, como se la conocía entre sus seres queridos, se llevó como último recuerdo de este mundo el arte al que ella tanto amaba: imágenes de un paseo en familia por Roma y París, mirando exposiciones, entre ellas una muestra, en la capital francesa, del rosarino Lucio Fontana. Su biografía dirá: Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe, Argentina, 1942; Estocolmo, Suecia, 2019. Pero su patria chica, el lugar al que más dio de su talento, era Rosario, donde vivió de la docencia y tenía su taller. Aquí descansará su "amado cuerpo" (título de una de sus obras) cuando sea repatriado. "Lo que me sorprendió en estos días era cómo ella vivía en distintas dimensiones. Me llamó mucha gente: alumnos, compañeros, amigos, y ahí me di cuenta de lo público de mi mamá", dijo Graciela Álvarez.

No fue la única muerte de Noemí Escandell; sí, la última. Su "muerte civil" fue decretada por la última dictadura, por lo cual ya en democracia le ganó, tras una sostenida lucha, un juicio al Estado. En esa dictadura, ella y su compañero Carlos Álvarez sepultaron bajo tierra parte de su biblioteca y algunos dibujos, que años más tarde pudieron ser exhumados. Carlos, padre de sus tres hijas, falleció de forma muy parecida a ella en un viaje a Salta, en 1986. Una obra de 1995 por Mimí, Amado cuerpo (que se expuso en el Museo Castagnino en varias ocasiones y en 2017 en el Centro de Expresiones Contemporáneas), es una reflexión escultórica sobre la fragilidad de lo vivo, inspirada en una intervención quirúrgica que atravesó por entonces. De un accidente cerebrovascular sufrido en un frío invierno de este siglo se recuperó con su fortaleza y estoicismo proverbiales.

La inteligencia fina y la elegancia con que se articulan forma y

sentido es un rasgo de su arte que difícilmente se pueda superar.

La muerte y el cuerpo eran un tema recurrente en su obra, incluso de la más minimalista y abstracta. Todas sus Estructuras primarias de mediados de los años '60 tienen algo de amable para con la escala humana. Y despedirse en el extranjero cerca del Día de la Independencia argentina también tiene algo que ver con su producción, en especial con la de sus comienzos, aquella instalación sobre los símbolos patrios que presentó en 1968 en el Ciclo de Arte Experimental del Grupo de Arte de Vanguardia. Mimí bocetaba todo, planificaba todo, guardó todo. Además de una honda conciencia sobre el valor de lo que hacía y una gran integridad ética y política, tenía un admirable control sobre su trabajo. Su rigor de laburante no excluía las pausas ni la ternura, y quienes hemos sido parte de su vida jamás olvidaremos aquel "¿Un cafecito?" tan suyo, tan cordial.

Archivo Carnevale
Tucumán Arde la transformó, dijo después.

Como docente, formó artistas tanto en su taller particular en pleno barrio de Pichincha como en sus horas de cátedra como titular en la carrera de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Como artista, deja una obra de vanguardia de sólida coherencia y calidad. Le llegaron importantes reconocimientos en vida, y algunos de ellos fueron actos de justicia poética: entre el jurado que le dio el año pasado el merecido premio a la Trayectoria 2018 en el Salón Nacional de Artes Visuales, que le hubiera valido una pensión vitalicia (que no llegó a cobrar), se encontraba Andrés Duprat, quien allá por 1999 fue curador de una muestra de reinauguración del Castagnino donde la obra de Mimí fue una de las ausencias más notables. Omisión reparada a tiempo con una potente retrospectiva de su obra en 2013 en dicho museo, que incluyó un libro exhaustivo de consulta y varias reconstrucciones de sus piezas minimalistas más emblemáticas.

No era fácil para una madre trabajadora pasar de las dos dimensiones a las tres del espacio real. Algunos de sus bocetos permanecieron años como dibujos. Tal fue el caso de Curvilíneos (1966), emplazada en la explanada del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa con motivo de la décima Semana del Arte y que puede verse actualmente en el CEC como parte del km 305 de la Bienalsur 2019. En otra dimensión más justa, Desplazamiento, la monumental estructura minimalista de piso a techo que Escandell bocetó en 1967 y expuso en 2014 en el Jewish Museum de Nueva York en el marco de la colectiva Other Primary Structures (una gran X que evoca al hombre de Vitruvio dibujado por Leonardo), pudo haberse codeado con Sol Lewitt en la Primary Structures original, de 1966, que sesgada por los prejuicios propios del canon modernista sólo incluía a hombres blancos estadounidenses y británicos. Sí expuso en Rosario67 y en Estructuras Primarias II, dos colectivas consagratorias a nivel nacional, respectivamente en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y en la Sociedad Hebraica.

Surgido en 1965 de la confluencia entre el taller de Juan Grela y estudiantes de la UNR en una muestra en el espacio público organizada por Carlos Tottis, el GAV se rebeló contra el establishment en una búsqueda política cuya culminación fue Tucumán Arde, de donde Noemí, según sus palabras en una entrevista que le hice en los '90, salió "transformada". Ética artista política, se abstuvo de exponer entre 1976 y 1983, y volvió a la pintura con un hiperrealismo social que se ocupaba de los excluidos. Cuando nadie en Rosario se ocupaba de ellos, Escandell expuso en Suecia una instalación multimedia sobre la comunidad qom de Rosario, basada en una investigación de lo social similar a la que hizo para Tucumán Arde. El asesinato del Che Guevara y el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia por los desaparecidos fueron tratados por Mimí en piezas gráficas "para llevar" en diálogo alegórico con íconos de la historia del arte. Una de esas obras, Y otra mano se tienda, representó a la Argentina en la sección histórica de la Bienal del Mercosur de 1997 en Porto Alegre. Al lenguaje del arte contemporáneo le aportó aquella honda reflexión sobre la muerte llamada La puerta secreta al paraíso perdido (1992). De ese mismo año es su opus magnum, Curriculum Vitae de los hombres y mujeres de la multitud, que expuso en Buenos Aires y en Rosario. La inteligencia fina y la elegancia con que se articulan forma y sentido es un rasgo de su legado artístico que difícilmente se pueda superar.