¿Los malos ya no irán presos nunca más? Usted me dirá que antes tampoco iban en cana, pero en ese antes los malos se disfrazaban de buenos y cuando nos enterábamos de que eran malos, ya estaban muertos. O nunca nos enterábamos. Ahora los malos hacen las macanas en nuestra cara y no pasa nada. Coimean, mienten, confabulan, traicionan, matan. Y nada. Es más: se burlan de nosotros, nos refriegan sus crímenes. Y nada. La vida sigue adelante como si no hubiera sucedido lo peor, que la infamia le ganara a la verdad y a la justicia. Y si a eso le sumamos que tipos como Assange o Snowden, verdaderos héroes,  estén presos o exiliados, la infamia es completa, la gran derrota de la humanidad. Ya no se trata de una justicia esquiva o corrupta. Se trata de la desaparición de la justicia.

Quizá nos hicimos al modelo del cine, donde al final los malos siempre pagan, con pocas excepciones, y ahora miramos la película de la vida pasar delante de nosotros y esperamos que se cumpla el designio de Hollywood, que se cumple… en Hollywood. O nos creímos que los millonarios, aburridos de tantos palacetes, autos y minas, se disfrazarían de superhéroes por las noches. Pero no, ellos, hartos de todo, salen a la calle a sacarnos la guita a nosotros porque el único orgasmo que les queda por disfrutar es el de dejarnos secos y reírse.

Y los crímenes impunes se acumulan, se vuelven enciclopédicos en su extensión. Porque a lo dicho le podríamos sumar los innumerables crímenes cometidos por los imperios, desde la España colonial o los EEUU de hoy, desde el fondo de los tiempos. ¿Cuántos pagaron las consecuencias de esos genocidios? Ninguno. Nada. Cero. Es más, se enriquecieron y vivieron felices hasta el final de sus días. Y nosotros, los pobres de la tierra, los despojados, vivimos esa carga con absoluta resignación, sabiendo que la justicia no llegará, que no habrá ni revolución ni reacomodamiento político que nos dé algo de paz.

¿Por qué el mundo no explota por esto? ¿Por qué la gente se indigna por otras cosas pero no por esto? Más extraño es ver gente a la que no le importa. No me refiero a la que no sabe. Me refiero a la que sabe pero lo niega. Todos conocemos la explicación: lavado de cerebro, idiotez contagiosa. Algunas conquistas se lograron, sí. Pero por cada tipo que iba preso, miles quedaban impunes, ayer y sobre todo hoy. Quizá mientras nosotros mirábamos una película que nos daba la razón (revolución, el amor vence al odio, el pueblo unido…), ellos, los que ahora nos roban y estafan en la cara, minaban los campos ideológicos y simbólicos, compraban medios de comunicación, periodistas e intelectuales, metían jueces por la puerta y la ventana, y armaban ejércitos por si había que hacer ajustes de última hora.

Cierto es que cada tanto alguien explota de indignación. No el mundo, pero tipos como Assange, que explota a su manera y paga las consecuencias por todos nosotros. Que él esté preso es la forma de intimidar a los otros, a no dejarnos explotar de bronca. Hablá, putito, si te animás, parece decirnos el poder. Antes, por un Hitler que pagaba (en este caso no iba preso, pero pagaba), sobrevivía hasta morir en su cama un Leopoldo de Bélgica, que había hecho el mismo daño, si no más. Y si alguien no pagaba, no era porque no supiéramos que era un  ladrón, sino porque no podíamos atraparlo. Ahora es impunidad absoluta. Acusan a Trump de violación, graban a Moro o a Stornelli armando causas. Y nada, no pasa nada. Fifagate, Odebrecht, Correogate, Bankia, Panamá Papers, Gürtel, las escuchas de Moro, papel prensa, parques eólicos. Son incontables la cantidad de delitos que cometen en nuestras caras como si nada pudiera con ellos. Son incontables también la cantidad de pruebas que hay en sus contras. Pero nada, señores, ahí andan con sus fortunas y su impunidad a cuestas. Y eso que ni mencionamos otros crímenes: Nahuel, Santiago, los muchachos del ARA, etc. Más crímenes, más impunidad. Los asesinos de Marielle Franco son cercanos a Bolsonaro. ¿Y? Nada.

Cada tanto entregan a un gerente, como para calmarnos: Temer y Cunha, presos, por ejemplo, algo que probablemente suceda en Argentina en un futuro cercano. Nos entregarán un gerente (adivinen cuál) para seguir robándonos en la cara. Y me pregunto si la facilidad con la que el sistema dejó de proteger a próceres mediáticos como Weinstein y Bill Cosby, hoy procesados por violadores, no es una forma de proteger otros latrocinios, como robar, vaciar, engañar. Eso llevaría a la conclusión obvia de que hay crímenes de primera y crímenes de segunda, todo depende de quién administre la justicia y de los medios que transmiten el partido. Eso para ellos, claro. Para nosotros todos son crímenes graves. Deje de pagar un servicio y será castigado más duramente que una multinacional que envenenó medio océano.

Esto es lo que hay que cambiar. El termómetro de todas las cosas. Se hace imprescindible una cuota razonable de justicia. Que una parte de los ladrones, asesinos y traidores vayan presos. Ya no basta con que el sistema entregue a sus gerentes (aunque sea agradable verlo). Así el sistema se autoprotege, de la misma forma que una buena cantidad de nazis fueron juzgados luego de la guerra mientras otra parte era reciclada o simplemente siguieron con su vida como si nada. O que avisen y así cambiamos todos los códigos penales del mundo. Que digan: "vaciar empresas, desfalcar bancos, contaminar, entre otras asquerosidades, ya no es delito". Así sabríamos a qué atenernos.

Nos queda el consuelo de saber que cuando los graban haciendo chanchullos, en lugar de enfrentar el peso de la historia, estas basuras muestran lo cobarde que son, no dan la cara, se esconden detrás de abogados caros, embarran la cancha, mienten o huyen. Unos cagones. Eso sí, usted róbele la escoba a la vecina y tendrá a SWAT derribándole la puerta de la casa en diez minutos. Y además tendrá a mucha gente común juzgándolo como si al mundo lo hubiera arruinado usted. Mientras que con los verdaderos mafiosos ni se meten. Incomprensible. Lavado de cerebro colectivo. La gran derrota tiene muchas caras. ¿Será justicia?

javierchiabrando@hotmail.com