Corre, Fleje, corre. Lo hace descalzo y sin detenerse, alrededor de la guarnición militar más grande del país, un espacio que funcionó como uno de los centros clandestinos de detención de la dictadura cívico-militar, donde estuvieron unas 5.000 personas, entre ellas su madre. Correr hacia el pasado es seguir corriendo hacia adelante. La madre de Fleje, como la del escritor Félix Bruzzone, fue secuestrada en la vía pública el 23 de noviembre de 1976. Desde entonces está desaparecida. “Muy probablemente, según el mismo corredor ha investigado incluso antes de empezar a correr, su madre haya estado en ese campo de exterminio conocido como ‘El campito’. Con lo que correr descalzo, así, no es solo estar a la moda, estar a tono con las torturas que tuvieron lugar en el lugar por donde corre, sino pisar la tierra que, según Fleje sospecha, fue la tierra que pisó su madre por última vez, seguramente descalza”, plantea ese narrador en tercera persona de Campo de Mayo (Literatura Random House), una novela excepcional, extraña y perturbadora que explora el terreno escurridizo de la fantasía a través de una serie de personajes “border” o que no se dejan apresar fácilmente, como dos hombres que tienen el mismo nombre y que son mencionados como José 1 y José 2, el Vikingo “una especie de milico-rugbier o rugbier-milico” dueño de un gimnasio; y un militar obsesionado con cavar pozos, que interna a la hija en un puterío en la ruta 8, entre otros.

Bruzzone (Buenos Aires, 1976) ahora se gana la vida con sus talleres literarios y las clases que da en la UNA (Universidad Nacional de las Artes). Pero después de la crisis de 2001 trabajó como piletero; las bellísimas crónicas y relatos de Piletas, publicadas en 2017 por la editorial Excursiones, son una especie de antología de la experiencia de limpiar piletas durante más de una década. Nunca levanta la voz cuando habla el autor del libro de cuentos 76 (2008). Quizá por eso su ironía sin estridencias sea más corrosiva y filosa. La conferencia performática Campo de Mayo, con dramaturgia de Lola Arias, surgió cuando estaba empezando a escribir la novela homónima, que entonces era una serie de materiales dispersos. “Lo que pasó fue que Campo de Mayo en sí, como material, empezó a tener una perspectiva: si puedo hacer una conferencia performática, quizá también pueda hacer otras cosas. Una de esas cosas es la novela, y supongo que habrá más en el futuro porque es un lugar donde siguen pasando cosas, independientemente de que vivo ahí cerca, en Malvinas Argentinas, uno de los municipios que rodea Campo de Mayo. Lo que me interesa de Campo de Mayo es esa relación de lo civil con lo militar, cómo funciona esa relación ahora y qué se podía contar”, dice el autor de las novelas Los topos (2008) y Barrefondo (2010), entre otras.

--Así como Juan José Saer construyó una zona literaria, vinculada con ciertos pueblos de Santa Fe como Serodino y Colastiné, ¿estás creando una zona narrativa con Campo de Mayo?

--En Saer había una decisión muy consciente de armar un proyecto literario alrededor de eso, incluso su novela francesa, La pesquisa, se mete en esa zona también porque todo lo que transcurre en París está contado desde ahí; hay una pequeña historia acerca de la dictadura en esa novela en el litoral, como si desde ahí se pudiera contar toda la historia. No sé… quizá con el tiempo se pueda transformar en algo así, no es que lo esté haciendo conscientemente. En Barrefondo había un acercamiento bastante grande a Campo de Mayo más sobre el final de la novela. No hay una decisión consciente de armar una zona literaria. Pero la verdad es que hay mucho para sacar de ahí. No tengo un proyecto exhaustivo de dedicarme a una zona o al pasado. Como dispositivo narrativo me parece interesante: tiene sus límites, tiene su historia, tiene sus personajes.

--¿Por qué Fleje está todo el tiempo corriendo en la novela?

--Hay algo de lo biográfico y es que yo mismo empecé a correr, no alrededor de Campo de Mayo, pero sí por la zona y tomé contacto con el territorio de forma más física. Después no pude seguir corriendo porque tengo una lesión en el menisco que nunca me la quise hacer ver y tengo una hernia; una serie de dificultades que me dijeron: “quedate sentadito” (risas). Leí el libro que aparece mencionado varias veces en la novela, Nacido para correr, de Christopher MacDougall, un libro que me impulsó no solo a correr sino también a encontrar un dispositivo narrativo en el hecho de correr. Así como tomo el pasado reciente para trabajar también tomo cosas del presente más coyuntural. Cuando empecé a escribir Campo de Mayo, se puso de moda correr. Me resulta atractivo poner las dos cosas en la misma dimensión: el pasado, cuando es muy traumático, en un presente donde la memoria del pasado no se visita demasiado. Algo que parece tan banal como salir a correr conecta directamente con cómo afecta a Fleje físicamente el pasado. Correr es una actividad extrema y más en la medida en cómo corre Fleje, que no para nunca; descansa, pero muy poco.

--Fleje le dice a un militar muy violento: “mi mamá era guerrillera”. ¿Cómo surgió ese personaje?

--El militar entró y salió varias veces de la novela. En una primera versión era el que habilitaba la idea de Fleje de ir a buscar a su madre a los prostíbulos. El militar es la única figura no civil en la novela. Me parecía que faltaba algo del mundo de los militares. Los hijos de desaparecidos alguna vez pensamos que nuestros padres podrían estar vivos, secuestrados en alguna cárcel, y hasta que podrían sufrir amnesia. Esas fantasías, llevadas al extremo, generan lo que termina pasando en la novela. Si alguna figura podía provocar esa fantasía en forma más brutal, era precisamente un militar porque los militares no dijeron qué hicieron con los cuerpos. Ese militar un poco loco que está haciendo túneles como si fuese un vietnamita en medio de Campo de Mayo con una paranoia muy particular me ofrece una vía de realización para esa fantasía.

--¿Es la primera vez que trabajás con esta fantasía del hijo que sale a buscar a la madre porque cree que está viva?

--Sí, en Los topos sale a buscar al padre, ¿no? Saer decía que no releía sus novelas, pero se ve que él tenía todo en su cabeza porque si uno se pone a hacer las conexiones está todo muy conectado por la coherencia. Yo apelo más a la incoherencia. Si el día de mañana escribo una novela con el mismo personaje de Fleje, lo más probable es que sea imposible de corresponder con el protagonista de Campo de Mayo. Probablemente el Fleje que viene nunca haya corrido. Quizá tenga que ver con cómo se piensa un proyecto literario hoy y cómo se pensaba en la época que escribía Saer. Me acuerdo de que cuando conocí a Nicolás Prividera me preguntó: “¿cuál es tu proyecto?”. Prividera tiene un proyecto artístico pensado de antemano. Y ahí fue cuando empecé a preguntarme si puedo construir un proyecto.

--¿Tus padres fueron secuestrados y trasladados a distintos centros clandestinos de detención?

--Sí, mi padre estuvo en Campo de la Rivera porque fue secuestrado en Córdoba. Aunque fue asesinado en ese campo, hay algunos testimonios que indican que pudo haber sido trasladado a Campo de Mayo; pero son testimonios poco confiables, con lo que al no haber algo tangible de donde agarrarme podría fantasear que pasó también por Campo de Mayo.

--¿Qué probabilidades hay de recuperar los cuerpos?

--Hasta ahora ninguna porque hay testimonios como los de (Héctor) Vergez, que dijo qué pasó con los detenidos-desaparecidos de La Perla y Campo de la Rivera. Por lo que se sabe, los cuerpos se quemaron o se usaron para rellenar las rutas. En Campo de Mayo, el principal método de desaparición fue los vuelos de la muerte.

--¿Te obsesiona el tema de recuperar los cuerpos?

--Nunca me obsesionó. Recuperar alguno de los cuerpos sería un gran shock, algo inesperado. A mi papá prácticamente no lo conocí y con mi mamá estuve muy poquito… no sé… La ausencia de ellos es algo natural. Quizá la recuperación del cuerpo sea la demanda de alguien que los tuvo físicamente. Yo veo que se recuperaron muchos cuerpos y que se siguen recuperando, pero pienso que para mi constitución psíquica sería más loco encontrarlos que no encontrarlos. Si se encontraran sus cuerpos, creo que ese día voy a abandonar la literatura porque la literatura vino a armar eso que no está.

--¿Qué simboliza la tortuga que aparece hacia el final de la novela?

--La tortuga es casi un fetiche en mi obra. La tortuga aparece en un relato de 76 como un animal que adivina el futuro y que guía a los personajes de forma disparatada, no se sabe adónde. En Campo de Mayo la tortuga aparece como una sobreviviente de la contaminación del río Reconquista. La tortuga está ciega, pero con buen olfato porque lo que tiene Campo de Mayo es que suele tener mal olor. Como está el CEAMSE ahí llega el olor a basura, ese olor ácido y dulzón. La tortuga es un animal muy longevo y muy lento. La tortuga me representa bastante (risas).