Desde el estreno en 2004 de Río arriba, el documentalista Ulises de la Orden ha venido orquestando, de manera consecuente y perseverante, una serie de largometrajes testimoniales centrados en problemáticas sociales que atraviesan de punta a punta la geografía argentina. Más allá de los aspectos más coyunturales, en la gran mayoría de los casos los conflictos que los atraviesan son el resultado de constantes históricas. No es casual que uno de los ejes que más parecen interesar al realizador sean las dificultades de los pueblos originarios en lugares como San Martín de los Andes (Amanecer en mi tierra), el Gran Chaco en Chaco y los kollas de la zona de Iruya en la mencionada Río arriba. El tema central de Nueva mente, como ocurría en Desierto verde, dedicada al uso intensivo de los agroquímicos, tiene una amplitud y alcance mayor, en tanto toca de manera directa y literal a todos y a cada uno de los habitantes de nuestro país: la basura y qué hacemos con ella, los corolarios ambientales y sociales de la falta de una política seria de tratamiento de residuos.

El estilo de la película es, como en los esfuerzos previos del realizador, de carácter tradicional, convencional incluso, con entrevistas a cámara y un tono de urgencia que la temática no hace más que confirmar en cada una de las participaciones. La atención se concentra en la cooperativa Bella Flor, ubicada en el conurbano bonaerense, una planta de reciclado que nació de la necesidad más pura y fue conformada originalmente por vecinos de la villa de emergencia lindera a los terrenos de la Ceamse, cerca del Camino del Buen Ayre. 

Nueva mente recorre la explosión de los cartoneros hacia finales de la década del 90, con el Tren Blanco atravesando diariamente las estaciones de cabecera con cientos de personas y sus carros, y describe cómo las quemas y basurales enterrados de José León Suárez dieron origen a una forma poco tradicional de resistencia: del cirujeo y la búsqueda de alimentos y objetos de valor en las montañas de basura a la lógica de la separación de desechos por su alto valor de reciclaje.

De la Orden les da voz a los fundadores de la cooperativa y destaca no sólo su valor como fuente genuina de trabajo sino también su rol indirecto como oficio “reeducador” (un sociólogo, recibido luego de cumplir condena en la cárcel, afirma que la ubicación de las unidades penales y los basurales define la vida de los jóvenes de la zona: el “mundo basura” o el mundo clandestino). Finalmente, a partir de las palabras de los trabajadores de Bella Flor, el film insiste en la necesidad de reflexionar sobre cómo desechamos los sobrantes de aquello que consumimos y comenzar a tomar acciones individuales. Como ocurría en otros documentales del realizador, el registro elegido no permite que Nueva mente vaya más allá de aquello que solía denominarse “reportaje cinematográfico”, pero ese tono didáctico, transparente y directo (e intelectualmente honesto) es un norte elegido a conciencia. Al fin y al cabo, de eso se trata: de concientizar, de crear una “nueva mente” a la hora de pensar un problema actual que será aún más acuciante en el futuro.