Desde las 7 AM, aún de noche, espío por los visillos de mi casa a ver si Wu abre el súper chino de enfrente, un rato antes. No al público, pero él sabe entreabrir la puerta para sacar la escoba y ponerse a barrer antes de la apertura comercial, que es siempre a las 8. Con nuestra amistad, amituoyo y mis sinceros esfuerzos ideogramáticos, incluso la más lejana o remota posibilidad de que algún día sea mi suegro (Xia, su hija, resplandor de la puesta de sol), tengo la confianza de pedirle algo que me falte de urgencia, otras veces lo he hecho y él me consiente: una leche, dos piezas de pan, o como ahora, un paquete de café verdadero, molido, torrado, fuerte, algo como La Morenita (mi favorito) o La Virginia o incluso Cabrales o Bonafide, que alguna vez aparecen, extrañamente, en una góndola de Tablada. 

Sin embargo, se ve que la Ley de Murphy es como las de Newton, también rige a los chinos y si algo va a salir mal, seguramente saldrá mal. O sea, cuando necesito a Wu, el chino no aparece. Barre todos los fuckings días del año a las 7 AM, menos hoy, que necesito cafeína de la buena. En la tele, Juan Pedro Aleart acaba de decir que hace un grado bajo cero. Wu debe estar en sus últimas meditaciones zen, mirando sin sonido al cronista de canal 3 en su Toshiba 14 pulgadas que está encima de los pallets de fideos y solamente agarra el 3, el 5 y el 7, como si fueran los '80, cuando él vivía en Pongi y nosotros, con Alfonsín, y aún no habíamos llegado a las ilusiones perdidas.

No hay caso. Hasta las 8 deberé seguir tomando esta malta asquerosa, un café lábil, más que suave, intangible, inodoro (qué termino ambiguo), algo marca Pindonga o Cuchuflito que compré en otro boliche pensando en derrotar al capitalismo. 8 AM, finalmente, cruzo al chino en pantuflas y un buzo que podría ser pijama pero no alivia la vergüenza. Soy el primer cliente. Tengo que reparar una traición a mí mismo. Hace unos días traicioné a La Morenita por café Pindonga o Cuchuflito: intomable, té negro, malta, jugo de paraguas. "Agua negra, animal de olvido...", dicen los versos de Pizarnik, pero el buen café es para hacer memoria. El buen café, negro y cargado, es para escribir buenos libros. El placer del café es el placer del texto. No es casual que la primera persona que leyó el original o borrador de Fragmentos de un discurso amoroso, de Barthes, fuera la moza que por años le sirvió su café ristretto en "Le Bonaparte".

La Morenita, por ejemplo, es como Infinia, la nafta Premium YPF: tomás un sorbo y ves cómo arranca el proceso neurolingüístico a razón de cien metros en diez segundos, o sea, cien palabras por minuto: el tipo de café con el que Balzac escribió Las ilusiones perdidas, a cien tazas por capítulo.

La conclusión es que si cambiás mal, tenés que volver a "La Morenita". Si cambiás mal, tenés que andar en pantuflas, de madrugada, semidesnudo, volviendo a "La Morenita", al café patrio, rosarino, La Morenita Virginia de Rosario y no un café pindonga que parece venir de unas selvas best sellers que deben ser mezclas de algún Macondo conurbano. ¿Café ensamblado? ¿Existe eso? En un país donde todo está ensamblado, armado con rejunte de restos, el café pindonga no es café, sino un producto con un porcentaje de café, como esas leches que dicen "producto lácteo". Y acaso, ¿cuánto le queda? ¿qué porcentaje de argentino tiene un argentino…?

Wu, el chino, se ríe de mis pantuflas y le pregunta a Nancy, en la caja, qué significan Pindonga y Cuchuflito. Nancy no sabe por supuesto y me pregunta a mí. Pindonga es basura, digo, terceras marcas, baratas, sin sustancia, no sabor... no fuerza... sólo marketing, imagen, digo...

-Envase lindo... dice Nancy, que toma té, y repite, envase lindo y le explica a Wu que otra vez sonríe.

Cuando cruzo, como un adicto, voy abriendo el paquete en mitad de la calle y meto mi nariz por el roto para sentir el bouquet, la fragancia del polvo marrón y dichoso que en un rato estará en mi boca, en mi sangre y en mis dedos escribiendo esto. Sin embargo, mientras cruzo, me parece escuchar el susurro de Wu que dice: pindonga es pantufla.