Hay un juego popular para niños que se llama “Buscando a Wally” y ahora Cambiemos ha instalado otro en la provincia de Buenos Aires que se llama “Buscando a Mauri”. Un tercero en este rubro se llama “¿Dónde está Perón?” donde el chiste es encontrar la figurita del ex presidente perdida en un oceánico 17 de octubre. El de Wally es nada más que un juego, el de Perón es una ironía porque puede estar en todos lados, pero el de Mauri es un esfuerzo desesperado para que no aparezca por ninguna parte.

Macri pasó a la clandestinidad en el distrito bonaerense. Es un dato más de la elección. Pero entre tanta encuesta con variedad de resultados, el dato de la ausencia de Macri en la campaña para la reelección de la gobernadora María Eugenia Vidal ayuda a descifrar la maraña de cifras.

Unas pocas lo dan ganador a Macri en segunda vuelta. La mayoría da ganador a Alberto Fernández con no más de cuatro puntos de ventaja en las PASO y en la primera vuelta, lo que dejaría en suspenso al balotaje. Y unas pocas lo dan como ganador en las tres competencias.

Las encuestas se han convertido en un intríngulis. Se puede especular sobre las intenciones de cada encuestadora y de cada partido al hacerlas públicas o guardarlas en secreto, o si a los candidatos les conviene mostrarse ganador o victimizarse. Además a las encuestadoras no les conviene mostrar diferencias muy grandes porque se exponen demasiado al ridículo. Incluso hay segundas marcas para ese tipo de jugada.

La mayoría opta por los resultados más lógicos con el Fernández ganador por poca diferencia en primera vuelta y suspenso en la segunda.

Pero el ocultamiento inocultable de Macri en la provincia de Buenos Aires constituye una señal muy fuerte de los temores que desvelan a Cambiemos por la forma en que trepó la imagen negativa presidencial. La apuesta al corte de boleta surge como la principal estrategia del Cambiemos bonaerense. Un corte que deje fuera a Macri.

Ocultar al principal candidato en el principal distrito es una señal muy fuerte. Tampoco es definitivo, pero es un dato que pesa y se puede leer como la saga de la discusión que ocupó a Cambiemos sobre la posibilidad de reemplazar a Macri por Vidal en la cabeza de la lista. Vidal medía más, pero si disputaba la presidencia dejaba en descubierto a la provincia de Buenos Aires.

La gobernadora aspiraba a ocupar ese lugar sin que la movida produjera daños colaterales. Macri lo cortó de cuajo. “Me gusta en el lugar que está, es una gran gobernadora” disparó en declaraciones inusuales en Cambiemos donde sus dirigentes quieren dar una imagen angelical de sus carnicerías internas.

Curioso: los más afectados en esas internas desgarradoras han sido los radicales que, a su vez, son los que más defienden a este gobierno. La mayoría de los que se puede reconocer entre los escasos 150 intelectuales de la solicitada en apoyo a Macri son radicales. Escasísimos si se los compara con los más de ocho mil científicos que respaldaron a la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Fernández, entre los que seguramente habrá numerosos ex votantes del radicalismo.

Cuando Macri desbarató el “plan V” con esas inusuales declaraciones públicas sobre la interna de Cambiemos, Vidal se replegó sobre su distrito. Y el nuevo capítulo de la saga es la desaparición de Macri de la campaña en la provincia de Buenos Aires. No por revanchismo. El “plan V” en Cambiemos se apoyaba en las encuestas que mostraban a Vidal arriba de Macri y con menos imagen negativa que el presidente. Si Macri no aparece en la campaña es por esos números. El que encuentre a Mauri en la campaña de Vidal tiene un premio.

La sensación térmica es la de la mayoría de las encuestas. El Frente de Todos abrió canteras importantes en distritos como Córdoba y Santa Fe que le fueron reacios en elecciones anteriores. Y en el ambiente político se espera que Cambiemos despliegue todos sus recursos del alta profesionalidad y tecnología que destrozaron las filas de sus adversarios en elecciones anteriores.

En esos dos distritos, el Frente de Todos podría aumentar 15 puntos en cada uno o más por el triunfo peronista y caída del macrismo radical en Santa Fe y por el respaldo del delasotismo y parte del schiaretismo en Córdoba. También se verifica un crecimiento en el Conurbano bonaerense con la suma de Sergio Massa y por el crecimiento de la figura de Cristina Fernández de Kirchner.

En contrapartida el macrismo no tiene demasiados espacios donde pueda crecer en forma genuina. La mayoría de las elecciones provinciales de este año mostraron crecimiento del peronismo y una caída del macrismo. La única forma que le queda al oficialismo para crecer es con una herramienta que le ha dado buenos resultados: los medios, las redes y las fake news para difamar al adversario.

En la provincia de Buenos Aires intentaron menoscabar la imagen de Axel Kiciloff con la acusación de marxista y con una arremetida que le asignaba la responsabilidad por la situación provincial desastrosa. Pero Kiciloff se les había adelantado. Desde un año antes recorría silenciosamente la provincia y cuando quisieron reaccionar ya fue tarde. La campaña de desprestigio en la que intervinieron varios funcionarios provinciales no pudo mellar la imagen del ex ministro de economía. La segunda fase elegiría como blanco a la intendenta de La Matanza Verónica Magario.

La demoledora maquinaria mediática de Cambiemos está a media marcha. Elisa Carrió fue a Azul para respaldar a un candidato en la interna de Cambiemos. Allí funcionaba una fábrica de explosivos que el gobierno cerró. Para justificar esa medida, Carrió denunció que “La Cámpora se armaba en Fabricaciones Militares”.

Nunca se descubrió armamento ni hubo ningún atentado de La Cámpora. Más bien podría decirse lo contrario: en estos años, varios locales de la agrupación fueron agredidos por macristas. Lo del armamento es una mentira inmensa y consciente como fue la acusación contra Aníbal Fernández en el 2015, que tuvo un efecto devastador gracias a la maquinaria comunicacional y judicial que mueve el macrismo.

El traslado de los datos personales de los ciudadanos que reúne la ANSES sobre todos los ciudadanos a la Jefatura de Gabinete y la organización de una granja de trolls en la misma estructura que dirige Marcos Peña constituye una de las armas principales del dispositivo electoral del macrismo. Con un algoritmo apropiado, más información que circula en las redes, esa estructura puede clasificar la identidad política de cada ciudadano en tres segmentos, el voto más definido, el voto lábil y los indecisos. Y segmentar a su vez esos niveles en varios casilleros para diseñar mensajes específicos con los que inundan las redes.

Un sector de la comunidad judía comenzó a recibir un mensaje por whatsapp --que es la red priorizada por Peña-- donde alguien que da a entender que forma parte de esa colectividad advierte que, si gana el Frente de Todos, se desatará una persecución antisemita, emparentada con la del nazismo. El mensaje está escrito en tono coloquial y razonable.

La otra herramienta electoral que ha incorporado el macrismo es la transmisión electrónica del escrutinio, que ya suscitó protestas de la oposición, medidas judiciales y resguardos que tomarán los fiscales en cada mesa. 

El gobierno contrató a una empresa con antecedentes turbios, cuyo programa es cerrado y al cual no tuvieron acceso los especialistas de cada partido. Las denuncias contra el sistema planteado implican la posibilidad de intervenir las cifras de las actas de cada mesa que se envía al centro de cómputos.

Como todas las fuerzas se ponen de acuerdo antes de las elecciones, las PASO perdieron el sentido inicial de competencia interna. Lo que se ideó como interna se convirtió en una especie de primera vuelta y en el laboratorio donde se ensayan mecanismos de campaña.

En 2015, Cambiemos salió segundo en las PASO y en la primera vuelta, pero ganó el balotaje. El envión de la campaña negativa contra el kirchnerismo fue tan fuerte que después de ganar por poco más de un punto, la imagen de Macri saltó a más de 60 puntos. Un antecedente que obliga a la oposición a no confiar ni cruzarse de brazos.