Una vez más Pompeyo Audivert y Andrés Mangone dirigen en dupla un espectáculo. Se trata de Trastorno, una versión de El pasado, obra de Florencio Sánchez que puede verse en el Centro Cultural de la Cooperación de Corrientes al 1500. Encabezado por el propio Audivert, el elenco está integrado por Julieta Carrera , Ivana Zacharski , Juan Manuel Correa , Pablo Diaz , Fernando Claudio Khabie y Fernando Naval . Con este estreno, después de las puestas de Muñeca, de Armando Discépolo y La Farsa de los Ausentes, versión de El desierto entra en la ciudad, de Roberto Arlt, los directores cierran una trilogía sobre teatro rioplatense, un estilo que convoca a ambos.

Según afirman los directores en la entrevista con PáginaI12: “el naturalismo criollo que plantea Sánchez, al igual que el grotesco y el sainete, son parte de nuestra identidad de actuación, nuestra matriz teatral y la singularidad cultural y formal que nos anima”. Crítico, Audivert agrega que “hemos perdido el rastro de nuestro pasado teatral, dejándonos llevar por una perspectiva cultural anglosajona en donde los personajes se llaman Paul, Mary, Antony o Lauren y sus circunstancias corresponden a otro paisaje, a otra cultura”.

En El pasado, la madre de una familia de abolengo debe admitir un desliz amoroso que tuvo décadas atrás, un hecho que luego de salir a la luz quiebra el orden establecido y pone en duda su autoridad. Si Audivert ya había estrenado esta obra en los ’90, aquella experiencia, según dice, fue casi un ejercicio de estilo por su respeto al texto original, salvando la licencia de haber convocado a Carlos Belloso para interpretar al personaje de la madre, el mismo que hoy está a su cargo. La puesta actual plantea un corrimiento respecto del realismo a fuerza de sumar disonantes y humorísticos elementos expresivos que, como apunta Mangone, buscan estallar la identidad aparente y establecida de los personajes.

-¿Qué cuestiones abordan las tres obras elegidas?

Pompeyo Audivert: -Tanto El Pasado como Muñeca y La Farsa de los Ausentes son obras que hablan de la identidad exiliada en un plano fantasmal, de esa imposibilidad de alcanzarnos, de la sospecha de ser otros. Trastorno, alude también al nosotros histórico, a esa identidad nacional convulsa a la que pertenecemos y que presentimos como una ficción siniestra construida por el poder para desvirtuarnos, para extraer de nosotros una plusvalía existencial. Estamos siendo explotados de un modo que no habíamos imaginado.

-¿Por qué llamaron Trastorno a esta versión de El pasado?

Andrés Mangone: -El diccionario dice que un trastorno es un cambio o alteración que se produce en la esencia o las características permanentes que conforman una cosa, una situación, o en el desarrollo normal de un proceso. Esa definición se aplica a nuestra identidad individual y colectiva en este presente ominoso y siniestro en el que estamos. Hay un trastorno en el ambiente, el teatro puede dar cuenta de él y a la vez señalar nuestra pertenencia a una identidad sagrada, más allá de esta encrucijada patética a la que nos han llevado.

-Definen la obra como un "culebrón metafísico"...

P.A.: -Quisimos ya desde el titulo referir dos cuestiones que nos resultan centrales: la cuestión metafísica de la identidad de la máquina teatral y la condición de ficción melodramática donde dicha máquina metafísica hace su jugada. El teatro es, a partir de las condiciones físicas materiales e inmateriales de su estructura de producción y de la temática de base que despierta, una operación metafísica.

-¿Qué es lo que el teatro habilita en ese sentido?

P.A.: -El teatro abre un campo extra-ordinario de intensificación de la identidad poética, individual y colectiva: actores y público deseamos el acto teatral como forma de conexión con un nosotros otros, con la experiencia del ser fuera de los estrechos límites en los que la dimensión histórica nos tiene sujetos.

-Un actor interpreta al personaje femenino central.

P.A.: -Es una forma de trastornar su identidad, de revelarlo como operación política, como máscara, un modo de señalar también el artificio, que ese personaje sea una construcción a las claras ficcional, como todo su planteo moral y dramático.

-¿Por qué se dice que la obra funciona como un Caballo de Troya?

A.M.: -La dramaturgia de Trastorno traspasó los muros del autor para hacer propias todas las riquezas de El Pasado, y con ellas alimentar al elenco para sus fines de transformación violenta, para que desplieguen sus hábitos actorales como si se introdujesen en el interior de la casa de los patrones. Así, introducimos nuestro Caballo de Troya en la propiedad privada, para estallar las identidades aparentes y establecidas o, mejor dicho, para denunciar el carácter momentáneo de toda identidad superficial y dominante.

* Trastorno, Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), viernes y sábados a las 20.