Domingo 8 de abril de 2001. En la Bombonera se reedita el Superclásico entre Boca y River. A los 25 minutos del segundo tiempo, el árbitro Héctor Baldassi cobra un penal favorable para el local, que gana uno a cero. Franco Constanzo, el arquero de River, tapa el remate. En el rebote, el ejecutante salta y de cabeza marca el segundo gol de un partido que terminará 3 a 0. Sin embargo, el partido será recordado por el festejo del segundo gol. Su autor, Juan Román Riquelme, se para frente al palco oficial con sus manos en los oídos. El festejo pasa a la historia como “el Topo Gigio” y su destinatario es Mauricio Macri, quien 18 años más tarde recuperó el gesto pero le dio otra significación, lejos de la crítica que implicaba el gesto de Riquelme.
El 10 de Boca tenía roces con la dirigencia que encabezaba Macri. Se rumoreaba un pase al Barcelona, que se concretaría recién un año más tarde. Cuando festejó frente al palco de Macri, quedó claro que el destinatario del gesto era el presidente del club: Riquelme le respondía en la cancha con una actuación sobresaliente frente a su eterno rival, mientras en la cancha solamente se oía la ovación de la hinchada.
“A mi hija le gusta el Topo Gigio”, respondió el 10 de Boca cuando le pidieron una explicación, evitando la polémica y al mismo tiempo bautizando el gesto.
Seis años más tarde, volvió a Boca luego de su periplo en el fútbol español. En su presentación ante la prensa, Macri le regaló un muñeco del Topo Gigio, tratando de desvirtuar el sentido original del reclamo de Riquelme. Casi dos décadas más tarde, ahora como presidente de la Nación, Macri aludió al gesto de Riquelme, pero desprovisto del significado que tuvo aquella tarde de 2001.