“El teatro es como el vino: tiene que madurar lentamente.” La definición es de Gabriel Chamé Buendía, célebre clown argentino y del mundo, y alude al devenir de Othelo. Su versión del clásico de Shakespeare, con traducción, adaptación y dirección a su cargo, establece una peculiar combinación entre el gag y la tragedia, sin tocar un ápice de la trama original. Othelo es un suceso del teatro independiente porque logró lo que pocos materiales: mantenerse en cartel durante siete años, en La Carpintería. Además, ha girado por casi toda Latinoamérica y por Europa, y ahora es el turno de copar otra sala porteña: a partir del sábado, el espectáculo se podrá ver en la Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037, a las 22.30).

La puesta lleva claramente el sello de su director, conocido entre otras cosas por haber fundado en los ochenta El Clú del Claun y haber inaugurado, más tarde, la era de los payasos argentinos en el Cirque du Soleil. Apartada del “realismo cotidiano” y la solemnidad, entrelaza lo cómico con lo trágico, de la mano de cuatro actores que abrevan en el teatro físico, el lenguaje clown y el burlesco --Matías Bassi, Gabriel Beck, Elvira Gómez y Martín López Carzolio--. Es una apuesta a la actuación vista como juego y pasea por temas como el amor, la lealtad, el racismo, la ambición, la violencia doméstica, la envidia, los celos. “Se armó algo muy interesante en la relación entre el teatro popular, un poco de investigación y el humor. Y algo maduró en mi búsqueda, que es la relación entre mi universo de payaso y el del teatro. Siempre para mí fue importante demostrar que son compatibles”, explica sobre el fenómeno Chamé.
En la misma sala estará pronto reestrenando Llegué para irme, unipersonal que versa sobre el estrés, y que pasó por Buenos Aires en 2007 y 2013. Es de humor pero tiene “muchos colores”, destaca por las herramientas físicas puestas en acción y posee condimentos del orden de lo existencial. Claro que las vivencias propias de alguien que lleva 30 años circulando entre su país de origen, España y Francia se cuelan en la propuesta, tal como lo evidencia el título. “Sigo viviendo arriba del avión”, dice Chamé.
“Hacer Othelo respetando el texto es demostrar que (con Shakespeare) se puede hacer otro tipo de teatro que no sea mega intelectual o contemporáneo como para que nadie entienda nada. Shakespeare ha sobrevivido de manera brutal. Hubo cambios dentro del equipo pero el de base se mantiene. Y la obra no ha cambiado; ha crecido. Floreció”, se explaya el actor. Su devoción por el autor inglés floreció también, al punto de que en Francia dirigió Cimbelino y ahora se entusiasma con la idea de un Rey Lear con “grandes actrices”, como Lorena Vega y Verónica Llinás. La “metodología de trabajo” y “el compromiso de los actores”, con quienes conformó una cooperativa “igualitaria”, son otras claves del éxito de Othelo: “La gente joven quiere estar en todo porque piensa que va a crecer mucho más. Es un error. En más cosas estás y te vas perdiendo. Si te concentrás en una, hacés una suerte de verticalidad en el deseo, y el equipo crece alrededor de eso”.
El formador de cientos de su estirpe destaca la “creatividad”, la “búsqueda de libertad lúdica” de la pieza, que ha impactado en prácticamente toda Latinoamérica y también en Europa, con cuatro temporadas en España. Pese a sus guiños locales, en otras latitudes es aplaudida por aquellas cualidades y por su “humor visual universal”. Además, “ya llega con cierta mística”. “Juego con una historia potente sobre femicidios, corrupción y racismo, con lenguaje chaplinesco, generando una cuestión rítmica. El ritmo es lo fundamental, como la afinación del actor. Que no exagere las emociones ni por debajo ni por arriba. Y trabajo más por la belleza que por el contenido. Hay cosas que decir, pero las encuentro a través de la belleza rítmica”, se define el director.
--¿Qué cosas tiene para decir Othelo aquí y ahora?
--Tiene una potencia terrible. Las ideas de Shakespeare son muy buenas. Un negro que es como un guerrero, un negrazo, mayor, se casa en secreto con una chica de veintipico de años, guapísima, rubia, y es un escándalo social. Primer eje. Todavía, hoy en día, es un prejuicio. La gente por la calle miraría a esta pareja. Después, hay un personaje que odia a otro y que con la inteligencia de la maldad lo destruye. En la Argentina estamos absorbidos por el pánico a esta cosa endiablada de la corrupción de la gente que puede manipular; estamos entregados a la inteligencia de la maldad. Por último, el tema del femicidio. En los últimos siete años, quedé impresionado con cómo se multiplicó. Los momentos trágicos en la obra no los hacemos con humor. Los hago violenta y dramáticamente, cambio de lenguaje porque me interesa que el espectador quede en shock. Después lo vuelvo a hacer reír. No planteo el femicidio desde un punto de vista político ni en defensa del universo femenino, aún estando completamente a favor. Porque no tengo que hacer un panfleto. Un tipo que hace 600 años escribió esto sigue siendo actual. La pregunta es: ¿Shakespeare es un genio o nosotros no hemos podido cambiar?
--¿Y cuál es la respuesta?
--Que somos un desastre. Hace más de 600 años que no podemos evolucionar. Es impresionante ver cómo la gente por un lado se identifica, pero por otro disfruta de algo placentero. La gente cree que por hablar de algo tan terrible deberíamos sufrir, nos tendríamos que dar un castigo. Creo que no, que disfrutándolo porque es bello, tu cabeza empieza a pensar de otra manera. El cambio se genera por placer, no por castigo.
--¿Por qué, además de dirigir, opta por traducir y adaptar?
--Si conocés y elegís cada palabra, te vas imaginando qué actor lo podría hacer y cómo. Y la adaptación es muy importante, revela cuánto voy a poder cortar, cuánto voy a poder decir… no tengo ganas de hacer cuatro horas de obra. No vivimos en la misma época que Shakespeare. El espectador se aburre. Es como meter al diablo en la sala. El teatro es maldito. O lo disfrutás al 100 por cien o no lo soportás. No hay término medio. En casa hago una comidita, me siento en la mesa, pongo la tele y veo la peor serie y no me molesta en lo más mínimo. En el teatro, el sufrimiento en la butaca es una de las peores torturas. Si te enamoraste, viajás y estás un mes hablando de lo mismo.
--¿Qué pasa con el humor en tiempos de crisis?
--Depende de cómo lo uses. Es un elemento que puede ser usado constructiva y educativamente. Elemento de comunicación y pensamiento, pero que también puede servir a los fines de estupidizar la cabeza de la gente. No quiero dar nombres pero uno puede saber que se puede usar de muchas maneras. Estamos hartos. No creemos más en lo que se dice y hace. El cinismo ha tomado fuerza. Entones el argentino es un humor muy cínico, en general. Para hacer humor porteño, criollo, ahora más que pícaro hay que ser un “hp”. Todo el mundo manda una cuchillada de ironía. La vida está siendo muy dura para todo el mundo en América latina, es difícil sostener la inocencia.