Paula Fernández Mbarak y Juan Andrés Romanazzi comparten escenario desde hace cinco años en Mi hijo sólo camina un poco más lento, la reconocida pieza del off escrita por el croata Ivor Martinic y dirigida por Guillermo Cacace, que desembarcó en el teatro comercial y sigue cosechando espectadores. Esta experiencia fue la que les provocó la necesidad de replicar ese trabajo conjunto por fuera de ese éxito conocido.

Fueron más de dos años de ensayos y de un arduo proceso de investigación los que pasaron, desde que comenzaron a encontrarse a fines de 2016, para que las ideas se condensaran y pudiera estrenarse Las promesas, unipersonal con dramaturgia y dirección de Romanazzi y actuación de Fernández Mbarak. Pensada como la primera parte de una trilogía a la que el autor llamó De las veces que imagino, la pieza, de estética intimista, revela la historia de una mujer que vive encerrada en la cotidianidad de su hogar junto con su madre, y a la espera del regreso de su padre, quien se despidió de su familia pero prometió volver.

Para ambos, este proyecto implica un desafío artístico tanto en la dramaturgia como en la actuación. “Paula trabajó poniendo el cuerpo y yo mi intuición, porque al principio no tenía ninguna idea de cómo escribir teatro”, dice al respecto Romanazzi. Por su parte, Fernández Mbarak cuenta que este es su primer unipersonal. “Esta es la primera obra que hago en teatro después de haber estrenado Mi hijo sólo camina un poco más lento, y ahí somos once actores, entonces hay un abismo entre eso y actuar sola. Pero igualmente no lo siento, porque mi personaje tiene mucho diálogo con todos los elementos que están en escena”, revela la actriz, quien aportó a la construcción del texto. “En Las promesas hablamos de nosotros mismos”, asegura.

-¿Cómo surge la idea de enmarcar la obra en una trilogía?

Juan Andrés Romanazzi: -Ese deseo apareció en el proceso de los ensayos. La idea tuvo que ver con escribir sobre tres temáticas que para mí son tópicos universales, como son el tiempo, la muerte y el amor, y así armé esa fantasía de estructurar eso en tres piezas distintas: Las promesas, Las despedidas y Los secretos. La primera parte, que corresponde a Las promesas, surge de los encuentros con Paula, y las otras dos partes las escribí solo. En ambas también va a actuar ella.

-La figura del padre es central en esta puesta. ¿Por qué les interesó trabajar con este concepto?

J. A. R.: -Tiene que ver con nuestras experiencias de vida. Nos interesó trabajar sobre cómo se construye el lugar paternalista en nosotros, y en el mundo.

Paula Fernández Mbarak: -Y también quisimos indagar, a través de la figura del padre, en el hombre como la persona que promete, y la mujer, en este caso la hija, como quien se queda esperando. Mientras el hombre se va a cazar o sale a trabajar, la mujer espera criando a sus hijos. Esas son lecturas que fuimos haciendo con el tiempo, y después están las lecturas que hace el público.

J. A. R.: -Lo que nos llevó mucho tiempo descular en este trabajo tuvo que ver con cómo queda un cuerpo atravesado por el tiempo y por una promesa que se hace carne de forma incesante. Más allá de la figura del padre o de la madre, lo que nos llamaba la atención desde la actuación y la dirección es cómo hablar del paso del tiempo y centrarnos en ese cuerpo que espera.

-Sin embargo, además de ese paso del tiempo se hace evidente que la protagonista parece estar también anclada en el tiempo. Es una mujer que parece reprimida y posterga sus deseos.

P. F. M.: -Sí, para ella el tiempo, de alguna manera, se detuvo.

J. A. R.: -El cuerpo tiene muchas maneras de necesitar y desear, y la promesa viene a sentenciar un lugar que genera inmovilidad. El tiempo sigue pasando pero ese cuerpo queda anclado en el relato de la promesa.

P. F. M.: -Lo que empieza a aparecer con la obra es que parte del público se resiste, y quiere entender lo que pasa. Estamos muy acostumbrados a que todo pase por la razón, y entonces hay un pedazo enorme de la pieza que algunos espectadores se la pierden porque se preguntan: “¿Qué me quieren decir?”, “¿Qué me están contando?”. Esto pasa mucho, pero cuando pueden entrar en la historia quieren volver a verla para poder hacer distintos recorridos.

-Hace cinco años actúan juntos en Mi hijo sólo camina un poco más lento. ¿Cómo explican esta repercusión?

P. F. M.: -Para mí es algo inesperado y del orden de lo misterioso, pero tampoco es azaroso porque somos un grupo que viene trabajando hace mucho y tenemos un lenguaje en común. Además es una historia hermosa. Todo eso hizo que la obra se convirtiera en esto.

J. A. R.: -Lo que sucede también es que Mi hijo… es el lugar donde nos refugiamos y donde muchos pudimos volcar, desde la dirección y la dramaturgia, un montón de expectativas sobre lo artístico. También la presencia de Elsa Bloise, que interpretaba el personaje de la abuela, nos provocó entender la actuación de una manera muy distinta, y no había manera de actuar frente a alguien como ella que te revelaba una verdad absoluta todo el tiempo. Estamos muy sorprendidos con lo que pasa con esta historia, y no nos acostumbramos. Más allá de lo que queremos contar, tanto ahí, como en Las promesas, hay algo del proceso de trabajo que tiene que ver con lo humano, y con encontrarnos de verdad con las personas con las que trabajamos, donde no existe el lugar paternalista del director que ordena y del actor sometido a lo que él dice.

*Las promesas puede verse en Espacio Polonia, Fitz Roy 1475, sábados a las 20.30.