Fue en el exilio en Bélgica y Francia, entre 1977 y 1979, donde Osvaldo Soriano escribió las páginas de Cuarteles de invierno, una historia creada para “exorcizar lo que pasaba en la Argentina”, según él mismo confesara. Publicada en 1980, la novela recrea la vida en el contexto de la dictadura militar a través de dos personajes como Andrés Galván, un cantor de tangos en decadencia, y Tony Rocha, ex campeón de boxeo, invitados ambos a participar del festival que organizan las autoridades militares por el aniversario de Colonia Vela, el pueblo ficcional que Soriano ya había imaginado en No habrá más penas ni olvido (1978) y que volvió a evocar en Una sombra ya pronto serás (1990).

Es esa ficción histórica, llevada a la pantalla grande en 1984 con la dirección de Lautaro Murúa, la que vuelve a escena pero con lenguaje teatral y con la adaptación del director Daniel Moreno. Con una puesta minimalista y un elenco integrado por Norberto Gonzalo (Galván); Néstor Villa (Rocha); Daniel Toppino (Dr. Exequiel Aguila Bayo); Jorge Noya (Mingo) y Luis Manchini (Romerito), Moreno se muestra satisfecho con el resultado del proyecto que comenzó a gestarse en la ciudad de Génova, en 2008.

“En el 2000 me fui a vivir a Italia, y ahí encontré excelentes amigos que hacen teatro. Uno de ellos, Antonio Tancredi, al igual que otros, siempre me preguntaba qué había pasado en la Argentina en los tiempos de dictadura, y me pedía que le recomendara lecturas o películas relacionadas a esa parte de nuestra historia. Y entre tantos consejos, recomendé Cuarteles de invierno, un material indispensable, porque es un modo de ficción genial al que echa mano Soriano para contar de soslayo aquellos años negros. Como la novela estaba traducida al italiano, fue fácil acceder al texto y al poco tiempo comenzamos a trabajar con algunos ejercicios dramatúrgicos con actores y alumnos, y así se pergeñó esta idea de hacer la obra”, revela el director, quien tiempo después adquirió los derechos de la novela y obtuvo incluso el apoyo de Catherine Brucher, viuda del reconocido periodista y escritor.

“Esta es la primera vez que se lleva un texto de Soriano al teatro”, subraya Moreno, quien reivindica la puesta como un homenaje al autor. “Es un momento ideal para hacer esta obra. Todo aquello que dijo Soriano en su momento hoy tiene una vigencia tremenda, y me parece muy importante que los jóvenes y estudiantes la vean porque es una historia que es un himno a la amistad, a través de la relación que construyen el boxeador y el cantor, y porque también hay otros personajes como Romerito y el Doctor Exequiel Aguila Bayo que encarnan la pata civil de la dictadura militar que existió en cada lugar del país, y que tuvo la misma responsabilidad que el represor con uniforme”.

- En la obra también se exhibe la utilización que las dictaduras han hecho de los artistas y los deportistas…

- Es universal la utilización que hacen los totalitarismos de todo signo de aquellos grandes del deporte y de las artes. En la Argentina hubo muchísimos artistas y algunos deportistas que la pasaron bastante mal, y fueron censurados, encarcelados, y hasta desaparecidos. Están quienes también han podido hacerse a un lado a tiempo y otros que no, porque ideológicamente abrazaron la causa del agresor.

- Parece haber una delgada línea entre haberse vinculado con el poder y no haberlo hecho, porque los protagonistas de esta historia no están a favor de la dictadura, pero al mismo tiempo participan de un espectáculo montado por los militares.

- Sí, y en esa delgada línea se plantea el problema de a qué dan prioridad las personas, si a la dignidad o al bolsillo. Lo mismo ocurría a la inversa. En un pasaje de la obra, Aguila Bayo le dice al cantor que está complicado porque había compuesto canciones de protesta y firmado algún petitorio junto con juventudes políticas. Y eso era así. Bastaba con la participación periférica de nuestros artistas en un petitorio o en una solicitada, o en un festival por los derechos humanos, para que fueran considerados subversivos. No había ningún parámetro intermedio. Todos los totalitarismos utilizaron brutalmente a quienes tenían una definición política, y también a quienes no tenían una definición muy clara pero eran ingenuos a la hora del posicionamiento.

- ¿Cómo fue el proceso de trasladar la novela al lenguaje teatral?

- Muy difícil, porque la novela la transitan una serie de personajes, y para pasar eso a la dramaturgia tuvimos que ver cómo reducíamos ese elenco. Y lo mismo ocurría con los escenarios, porque esta historia sucede fundamentalmente en ámbitos externos, como una estación de tren, la calle, o un club, pero también hay interiores grotescos y en estos últimos lugares es donde yo trato de desarrollar lo principal de la obra. Pero no fue una tarea fácil, porque uno trata de ser lo más fiel que se pueda a la literatura, y además porque estaba presente también la versión que Lautaro Murúa hizo en cine, en la que yo trabajé como actor de reparto.

- ¿De qué manera se resignifica Cuarteles de invierno en el tiempo actual?

- Tenemos mucho material en teatro, literatura y cine sobre las noches negras que hemos tenido los argentinos, pero nunca es del todo suficiente. Hoy estamos viviendo tiempos muy duros porque si bien es cierto que estamos bajo un gobierno elegido por la voluntad popular muchas cosas penden de un hilo en relación al respeto de los derechos fundamentales. Creo que tenemos que traer a los jóvenes a ver estas obras, porque hay que seguir llenando la memoria con contenidos de todo tipo. Soriano escribió este libro en el exilio porque fue perseguido, y estuvo en una lista negra, amenazado de muerte, y es necesario que apelemos a este tipo de material escrito por nuestros grandes hombres para actualizarlo constantemente.

* Cuarteles de invierno puede verse en Teatro No Avestruz (Humboldt 1857), los domingos a las 18.15.