Nadie en el Frente de Todos porteño tenía una expectativa de victoria. Ni siquiera figuraba en la fantasía de candidatos y dirigentes un batacazo. El objetivo era lograr entre un 28 a 32 por ciento en los votos a Presidente y que Horacio Rodríguez Larreta no obtuviera en las PASO los votos que podrían llevarlo a ganar en primera vuelta automáticamente el 27 de octubre.

A la vista de los resultados, y de la sonrisa de la fórmula Matías Lammens-Gisela Marziotta, el primero de los objetivos fue sobrecumplido. En la votación para al Presidencia Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner obtuvieron un 33,18 por ciento. Es decir, un número por encima del mejor techo imaginado por el Frente de Todos. Macri-Pichetto terminó arriba con un 44,52 por ciento.

Los puntos conseguidos en Buenos Aires tienen alcance nacional. Es el cuarto distrito electoral después de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Igual que en Córdoba, el cálculo no era ganar pero si descontar. En distritos muy poblados el que descuenta mejora el cómputo nacional y lógicamente hace que empeore el del adversario. Sobre todo cuando la polarización es marcada.

Para la Jefatura de Gobierno el número opositor fue del 32,07 por ciento contra un 46,29 por ciento de Rodríguez Larreta.

A Roberto Lavagna le fue relativamente bien si se tiene en cuenta que quedó comprimido por la polarización. Consiguió un 8,75 por ciento de votos a Presidente. Matías Tombolini, su candidato a jefe de Gobierno, alcanzó un poco menos, con el 7,23 por ciento.

Las diferencias parecen haber sido reducidas para el nivel nacional y para el nivel municipal. El corte de boletas no fue significativo.

En la izquierda clásica el mejor resultado lo logró el Frente de Izquierda-Unidad, con el 4,02 por ciento.

No terminó descollando la gran esperanza blanca, el autor de la resolución 125 de 2008 Martín Lousteau. Llegó a 45 por ciento de los votos. La media de Juntos por el Cambio. Si el resultado se repite el 27 de octubre no habrá dudas de que Mariano Recalde será senador por la ciudad de Buenos Aires y reforzará el o los bloques que hoy están coordinados entre el peronismo post-Pichetto y el de Unidad Ciudadana. El peronismo porteño carecía de representación en el Senado.

Las cifras resultaron parejas para diputados nacionales. Juntos por el Cambio obtuvo 44,92 por ciento. El Frente de Todos, 31,23 por ciento. Los cinco primeros son Fernando Pino Solanas, Paula Penacca, Itaí Hagman, Victoria Donda y Eduardo Valdés. Consenso Federal, 7,52 por ciento. El Frente de Izquierda, 4,72 por ciento.

Cierta diferencia, pero tampoco excesiva, se registró en los números para la categoría de legisladores locales. Juntos por el Cambio, 45,25 por ciento. Consenso Federal, 7 por ciento. El Frente de Izquierda, 4,3 por ciento. El Frente de Todos, 31,54 por ciento y podría colocar unos diez legisladores. Serían Claudia Neira, Claudio Ferreño, Ofelia Fernández, Claudio Morresi, Cecilia Segura, Javier Andrade, María Bielli, Matías Barroetaveña, Lucía Cámpora y Manuel Socias.

De este modo quedó evaluada la decisión del peronismo porteño de armar una coalición amplia, con el presidente de San Lorenzo a la cabeza y una lista de diputados que va de Fernando Pino Solanas a Itaí Hagman (se referencia en Juan Grabois), y de Victoria a Donda a Eduardo Valdés pasando por la camporista Paula Penaca. La legislatura porteña renovaba 30 de los 60 integrantes.

La perspectiva ahora probable, si es que se valida el 27 de octubre o el 24 de noviembre, de que Alberto Fernández sea Presidente puede alterar tanto el humor colectivo de porteños y porteñas como el humor individual de los candidatos que podrían quedar afuera. El Ejecutivo es una esponja que necesita cuadros político-técnicos. La experiencia de quienes gestionaron es que los cuadros nunca alcanzan. Aunque a veces la ansiedad de los dirigentes políticos no tenga en cuenta esa realidad.

Los números porteños hicieron que el primer dirigente del oficialismo en aparecer en público fuese Rodríguez Larreta. En Costa Salguero dijo estar “emocionado” y reivindicó su política de obras públicas. “Ratificamos que queremos mirar al futuro y no volver para atrás”, dijo el dirigente de Juntos por el Cambio que pasó por el peronismo como asesor de Ramón Palito Ortega y por la Alianza como uno de los directivos del PAMI. Macri eligió respaldarlo. “Es un ejemplo muy lindo para todos los argentinos: se sobrepuso a los que decían que él no tenía las condiciones para liderar una ciudad tan desafiante y maravillosa como Buenos Aires”. ¿A respaldarlo? Para un observador atento, recordar a quienes decían que no tenía condiciones pareció una expresión de recelo por parte de alguien que no logró revalidar sus títulos para ser competitivo hacia su propia reelección como Presidente.

Estas elecciones y las del 27 de octubre, y aún más si llegara a haber ballottage porteño, marcan la consolidación como figuras de Lammens y Marziotta, que hasta ahora no se habían lanzado a competir en la primera línea de la política local.

Lo hicieron en la campaña combinando un discurso nacional con uno porteño. Lammens utilizó todas sus experiencias. La de presidente de San Lorenzo, desde donde se opuso a la transformación de los clubes en sociedades anónimas. La de distribuidor de vinos que flota pero ve cómo el negocio se le achicó desde 2003. La de egresado de un secundario público, el Colegio Nacional de Buenos Aires como Axel Kicillof, y de la Universidad de Buenos Aires como abogado. La de pareja de una científica que conoce de primera mano los problemas de desfinanciación del Conicet.

En política nacional repitió y repitió una frase: “Si Macri gana y reelige es posible que la Argentina sufra un daño difícil de revertir”.

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