Hay una convención de magia en un hotel del conurbano. Alan quiere reencauzar su carrera con una nueva versión de un truco que hace mucho lo convirtió en una joven promesa de la magia, pero está bajoneado porque Laura, su mujer, acaba de echarlo de la casa acusándolo de que le importa más su carrera que la familia. Lo acompaña Carli, un amigo que aprovecha el evento para ir a divertirse. En la convención Alan se encuentra con su mentor, que le propone transformar esa vida de frustraciones: que deje el ilusionismo y se someta a fuerzas ocultas. Así lo pone en una encrucijada: cambiar para recuperar su vida. ¿Puede ser otro que él mismo? “Hablar de lo que va la obra mucho no me gusta... ¡Para no espoilearla!”, bromean el autor Mariano Saba y el director Francisco Prim en diálogo con Página/12. “Teníamos ganas de trabajar sobre el doppelganger, la idea del doble maligno que de alguna manera puede terminar volteando la vida del original”, adelantan sobre La vera magia (jueves a las 20.30 en El Camarín de las musas, Mario Bravo 960).

En este segundo trabajo que realiza la dupla (el primero fue La química diaria, el año pasado) las referencias a otras obras de teatro, la literatura, el cine y la cultura popular -desde referencias a cuentos de Julio Cortázar, la ciencia ficción, películas de Neil Simon hasta el mito medieval del Golem- también están ahí para darle contenido a un vodevil que, en tono de comedia y con muchos gags aceitados, plantea un drama existencial en el que no hay respuestas correctas. ¿Somos lo que queremos ser? ¿Somos lo que podemos? ¿O lo que otros nos piden que seamos para poder complacerlos? Entre esas preguntas se mueven los personajes, que arrastran en ese torbellino a todos los que se cruzan en su camino, haciendo realidad la alerta del proverbio chino que pide tener cuidado con lo que uno desea, porque puede hacerse realidad.

La puesta en escena, una habitación del hotel con frigobar y balcón a la pileta climatizada, está diseñada para el género: multiplicidad de puertas para entradas y salidas en una comedia de enredos donde la duplicidad obliga a actuaciones muy marcadas para cada uno de los personajes y sus dobles. Para el director, “en un momento, todo lo que sucede en la obra se atribuye a la magia negra. Ahí está el desafío”, se entusiasma. Buscaron la asistencia del mago Pablo Kusnetzoff para representar ese afuera de la convención de magia, su organización y sus rutinas: un mundo hermético con su propia lógica que funciona como “fuera de escena” de lo que se ve sobre las tablas. “En la escritura de teatro lo que detenta la puesta es la escena. La dramaturgia es para la acción. Si te ponés muy ortodoxo limitás demasiado a la dirección y la actuación, que es la parte obrera del laburo, que pone el lomo y debe ser la que priorice sus necesidades”, profundiza Saba.

-¿Qué les permite abordar temas existenciales, de profundidad casi filosófica, desde una perspectiva de comedia?

Mariano Saba: -El héroe es muy difícil de representar en una comedia. Uno empatiza con cierta redención, y la risa también lo hace. Hoy, en una coyuntura tan crítica, el teatro demostró tener un poder enorme de resistencia y de seguir haciendo. Constelando poéticas en medio de una realidad muy cruda. Entre esas poéticas, las que están volcadas a la risa tienen un valor que tiene que ver con la redención de lo teatral enclavado en una cotidianeidad que muchas veces es lo menos risible que hay.

Francisco Prim: -El protagonista es un mago mediocre, que le va mal. Pero lo que yo busqué es que no fuera el prototipo del perdedor, sino indagar un poco más y buscar una personalidad esquiva. Es un antihéroe, y en el periplo que hace en la obra el personaje descubre que para vivir mejor tiene que cambiar. ¿Qué pasa cuando ese tipo se desdobla y aparece en un ser medio malévolo? Ojo, el original también lo tiene... Hay algo de lo que el tipo genera que hace que la vida se lo devuelva mal.

Mariano Saba: -La velocidad que tiene la puesta hace que haya algo muy argentino en la manera de apechugar los problemas.

Una característica de las obras de Saba, y que la dirección de Prim sabe explotar, es el costumbrismo porteño que pone en juego para traer a estas tierras los grandes temas del teatro universal, lo que facilita una dimensión humorística en momentos de gran tensión dramática y la construcción de afectos con los personajes. “Podés tutearme, acá somos todos proletarios” le dice Carli al botones del hotel mientras espera, estoico, que el nuevo huésped le dé alguna orden. Prim señala que este papel “describe a la argentinidad de punta a punta”, ríe, y Saba analiza: “Resulta reconocible el antihéroe discepoleano. El que le va saliendo la vida como puede, y no siempre como quiere. De algo de eso uno se ríe, porque en general se ríe de lo trágico”, detalla. “Hay algo de tratar de encontrarle la vuelta a la resolución mágica que me parece muy argentino. En el sentido de romperse el alma para que aparezca la magia que te ayude a redimir ese camino errado”, concluye el autor.