"No arrancamos como un negocio, sino por la posibilidad de acceder a los discos", rememora Juan Manuel Joaquín, uno de los fundadores -el otro es su hermano, Diego- de Music Shop. Treinta años de música para el local (situado ahora en Sarmiento 778) que es de encuentro ritual obligado para la melomanía de la ciudad, ahora de festejo y con promociones hasta este domingo.

"Recuerdo a mi hermano yendo una vez por semana a las disquerías que había entonces, a comprar lo que iba saliendo, a ver novedades, ofertas y esas cosas. Nosotros poníamos música en fiestas, en cumpleaños de 15; cuando él decide poner el local, la idea tuvo que ver con facilitarnos el acceso a los discos, para poder seguir teniendo música. Nunca lo pensamos como un emprendimiento comercial, sino para disfrutar de la música, para estar todo el día con eso", agrega Joaquín a Rosario/12.

-Si el incentivo hubiese sido otro, no estaríamos hablando 30 años después.

-Inicialmente, cuando arrancamos y atendíamos nosotros, era eso: encontrarte con gente para charlar sobre lo que salía y le gustaba a cada uno, recomendarse y aprender. Después, cuando empezamos a tener gente para atender al público, la premisa fue que supieran de música, que coleccionaran, más allá de si estaban capacitados en ventas o no. Siempre dijimos que vender y atender a la gente es algo que puede aprenderse, pero adquirir los conocimientos de toda una vida de música es imposible. En una casa de ropa, yo le puedo enseñar a alguien dónde están los jeans, pero en la música es muy difícil transmitir todo el conocimiento que alguien obtuvo a lo largo de toda su vida, sobre diferentes estilos, canciones, títulos, ediciones. Por eso, es algo que siempre se priorizó. Todo giró en relación a traerle a la gente lo que le gustaba, y a traer lo que a nosotros nos gustaba. De este modo, entablar también una relación con los clientes, más allá de las ganancias o de la rentabilidad del negocio.

"Más allá de plataformas o formatos, está el objeto. El rito de abrir la bandeja, sacar el disco del sobre, ponerlo y sentarse a disfrutar"

-Es inevitable pensar en la película Alta fidelidad.

-La película se hizo consultando a quien tenía una disquería. Todo lo que pasa es real, son cosas que acá hemos vivido siempre. Hemos tenido montones de clientes e historias. Acá tenés clientes que vienen una vez por semana a comprar música y te cuentan lo que vivieron en la semana, lo que escucharon, las novedades. Terminás charlando sobre la vida personal, la economía o lo que sea.

-¿Es posible hacer un corte entre la colección personal, lo que se compra y lo que se vende?

-Es difícil, pero es un corte que uno tiene que hacer en determinado momento. Cuando se arranca y uno comienza a traer discos o conseguir ediciones especiales, llegado el momento de venderlas, aparece la duda. Por otro lado, el local pasa a ser una segunda colección tuya. Actualmente, en el local hay títulos o bandas o discos específicos que por ahí ya no tienen una rotación de venta aceptable; tal vez deberían dejar de estar, pero por consenso decidimos que estén, porque representan la imagen de lo que es el local y del tipo de música que queremos. Forman parte de lo que sería una colección abstracta que tiene la disquería misma, que es lo que la representa y le da su identidad.

-En 30 años atravesaron todos los cambios tecnológicos, pero el vinilo persiste.

 

-Más allá de los cambios de formato o del streaming, siempre va a haber gente que coleccione música. Siempre doy el mismo ejemplo, a quien le gusta la lectura, puede ser que lea e-books, pero la cuestión del formato original y físico como objeto de culto, coleccionable y de pertenencia, que uno tiene atesorado y en un momento vuelve a buscar para abrir otra vez y escuchar, es algo que Spotify no te da. A veces pienso que las plataformas de descarga son lo que para mí, cuando comencé a escuchar música, era la radio: uno podía escuchar temas o la tenías prendida durante determinadas actividades, pero cuando te gustaba mucho algo, ibas y te lo comprabas. Así empezabas a coleccionar. Coleccionar en digital es una contradicción. Quien sigue una banda, colecciona un estilo de música o tiene el disfrute de sentarse a escuchar música, no se sienta en el sillón del living y prende todos los equipos para conectar el celular con música descargada. Necesariamente tenés que tener el objeto. Más allá de la fidelidad que pueda tener una plataforma o formato, está el objeto en sí, coleccionable, de culto, que implica el rito de abrir la bandeja, sacar el disco del sobre interno, ponerlo, darlo vuelta, y sentarse a disfrutar. Eso no va a desaparecer nunca.