Las reservas brutas del Banco Central sumaban 58.259 millones de dólares, al cierre del viernes pasado. Las netas, o sea las que se pueden utilizar libremente para intervenir en el mercado cambiario, bajaron abruptamente a unos 13 mil millones de dólares. Es un stock que está descendiendo a velocidad inquietante. Con esa cantidad de dólares y tendencia en retroceso, el Banco Central tiene muy limitada la capacidad de administrar un escenario financiero de extrema fragilidad. Esas reservas libres, sin el ingreso de más dólares del FMI, quedarán en cero a fin de año. El próximo gobierno comenzaría su gestión con ese legado macrista.

El próximo desembolso del stand by con el FMI, previsto para mediados del mes próximo, adquiere entonces rasgos dramáticos. Cada día hasta el momento del giro de esos dólares es un tic tac de una bomba a punto de estallar. Lo que decida el directorio del Fondo, luego del reporte que elaborará la misión de técnicos, es clave para evitar un descontrol mayor al que existe hoy en la economía. Pero antes tendrá que venir esa misión. La que aterrizó en Buenos Aires ayer es “exploratoria”, para reunirse con el nuevo ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, y tiene la intención de juntarse con el candidato a Presidente y economistas de Frente de Todes. La misión de auditoría todavía no tiene fecha.

Cero

La situación es tan crítica que ni con esos dólares se puede asegurar de que no haya otra vuelta de la megadevaluación macrista. Lo que resulta indudable es que sin esos dólares la crisis cambiaria y política que se produciría haría extrañar estos días de inestabilidad. Si el Fondo no abre la billetera y con una estimación conservadora de pagos de deuda (Letes en dólares y cupones de bonos), venta de dólares, dolarización de ahorros y retiro de depósitos en dólares de los bancos, las reservas netas a fin de año serían cero.

El panorama es todavía más complejo porque si se cae el acuerdo con el FMI, un tercio de las reservas brutas, constituido con el swap chino (yuanes), no se podrá utilizar como salvataje de último recurso. A fines del año pasado, cuando se amplió esa línea, el Banco Popular de China incorporó esa cláusula (vigencia del stand by) para liberar los yuanes.

Existe la posición ingenua de asegurar que los técnicos del FMI sólo revisarán las metas fiscales y monetarias del segundo trimestre. Es lo que se preocupó en difundir el flamante ministro de Hacienda para enviar señales de tranquilidad al mercado. Pero las condicionalidades del stand by son muchas más que esas dos variables para aprobar un nuevo desembolso.

Antes de liberar los dólares, el Fondo evaluará la sostenibilidad de la deuda –ejercicio de simulación incluido en uno de los anexos del último staff report-, cuyos indicadores se han debilitado con el último ajuste cambiario, y determinará qué fuentes de financiamiento alternativos siguen abiertos, en especial para analizar la capacidad de renovación de los vencimientos de Letras en dólares. Ambos frentes han tenido una profunda desmejora, que habían sido minimizados por los propios técnicos del FMI en evaluaciones previas. Esto deja la aprobación del desembolso a una decisión política del directorio, porque si fuera por cuestiones técnicas el stand by estaría caído.

En esa decisión política, el Fondo quiere arrastrar al candidato de la oposición más votado en las PASO. A eso vino la misión encabezada por el director del Departamento Occidental, Alejandro Werner, secundado por el italiano Roberto Cardarelli.

Pende de un hilo

Qué tipo de final tendrá el gobierno de Macri depende entonces de lo que decida políticamente el directorio del FMI, dominado por los Estados Unidos de Donald Trump. Si le suelta la mano postergando el giro de unos 5400 millones de dólares, o si le hace un nuevo favor autorizándolo. Las crisis de la hiperinflación de 1989 y del default y megadevaluación de 2001/2002 tuvieron como último escalón de descenso al infierno el cierre del grifo financiero del Banco Mundial o del FMI.

A fines de enero de 1989, el Banco Mundial suspendió los desembolsos comprometidos, lo que precipitó una fulminante corrida cambiaria que derivó en una crisis devastadora, con hiperinflación y entrega anticipada del poder del gobierno de Raúl Alfonsín.

Luego de las elecciones de octubre de 2001, el FMI empezó a desentenderse de la situación económica argentina, hasta que en los primeros días de diciembre se retiró la misión del Fondo anunciando que no iba a girar los 1260 millones de dólares programados. El desenlace fue el corralito, default, estallido de la convertibilidad y el derrumbe del gobierno de Fernando de la Rúa.

La fragilidad de esos gobiernos quedó expuesta porque el diseño y auditoría de la política económica estuvo en manos de esos organismos financieros internacionales. Los casos de Alfonsín y De la Rúa son una referencia para apuntar que al gobierno de Macri el FMI, por ahora, no lo abandonó, pero que luego de salvarlo del precipicio del default a mediados del año pasado y financiar su campaña electoral, hoy puede soltarle la mano y acelerar el derrumbe.

Lágrimas

En los días de ilusión de la alianza Cambiemos de ser parte de un mundo que la abrazaba, en la Cumbre de líderes del G-20 en Buenos Aires, el gobierno aceptó una condicionalidad pedida por el Banco Popular de China de la que hoy se arrepiente. Mientras perdía algunas lágrimas en el palco del Teatro Colón, el presidente Macri entregaba otra defensa financiera en esta larga batalla cambiaria.

En el último informe de Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (Fide), los investigadores Noemí Brenta y Juan Larralde publicaron un esclarecedor artículo acerca del swap chino. En la lectura atenta que hicieron del acuerdo encontraron una nueva cláusula que limita la utilización de esos recursos.

Explican que “en el marco de la Cumbre de Líderes del G20 celebrada en Buenos Aires, el 2 de diciembre de 2018, el BCRA y el BPCh firmaron un acuerdo suplementario al acuerdo de swap de 2017, por otros 60 mil millones de yuanes”. De esta manera, el monto total del swap de monedas alcanzó a 130 mil millones de yuanes, equivalentes a unos 19 mil millones de dólares.

Brenta y Larralde señalan que “por primera vez desde su firma inicial en 2009, el uso del swap quedó condicionado a la vigencia del stand by de Argentina con el FMI”. Precisan que en la cláusula 5° del acuerdo se estipula que, si por cualquier razón el stand by se suspendiera o cancelase, el Banco Popular de China rechazaría nuevos retiros de fondos o renovaciones.

Abrazo de oso

Existe una cuestión estructural que determina los sucesivos fogonazos cambiarios: no hay dólares disponibles en cantidad en manos del sector público para atender una demanda constante y creciente. Por ese motivo ser tan enfático en definir cuál es el tipo de cambio correcto para estos momentos o extenderse en señales tranquilizadoras hacia el mercado financiero puede terminar siendo el abrazo de oso de un gobierno en desintegración .

La historia económica argentina enseña que economistas o político que se jugaron con afirmaciones acerca de cuál debería ser el valor del dólar quedaron descolocados. Hubo varios episodios traumáticos que invitan a la prudencia y mucho menos festejar que la paridad baja o se queda estable por un comentario público. Determinar que la cotización de 60 pesos “es la correcta” es caer en un cálculo economicista reservado al ámbito académico. En un estudio de largo plazo acerca del tipo de cambio de equilibrio, ese valor se ubica en un rango medio, similar al que había en los últimos meses del gobierno de Néstor Kirchner. Esas son evaluaciones de informes de consultoría.

Como se sabe por las grandes crisis que atravesó la economía argentina, el nivel de la paridad incorpora el factor intensidad de fuga y carga de la deuda externa que tritura cualquier estudio numérico sobre el tipo de cambio de equilibrio. Sin acceso a financiamiento externo, con los dólares del Fondo que se están acabando o directamente que no vienen, sin confianza de inversores para aceptar refinanciar vencimientos de la deuda local y con la persistente dolarizaciones de ahorros domésticos, es de mucha audacia arriesgar cuál debería ser hoy la relación dólar/peso. Además de ser un costo político innecesario en un escenario electoral donde el gobierno sigue en campaña como si no hubiera habido PASO, desparramando su tradicional violencia simbólica con su vocera Elisa Carrió y el jefe de la estrategia de la mentira planificada Marcos Peña.

Trampa

Los dólares que el Banco Central tiene disponible son escasos y, además, los está entregando para atender la corrida. El gobierno de Macri está encerrado en la trampa que diseñó y trata de empujar a Alberto Fernández a pisarla.

El esquema de valorización financiera estalló. La bicicleta alentada primero con las Lebac y después con las Leliq exprimió al máximo la capacidad de endeudamiento público. La tasa de interés local muy superior a la internacional, con una paridad adormecida por dólares conseguidos por emisión de deuda o préstamo del FMI, facilitó el negocio especulativo. Los sucesivos golpes devaluatorios fueron provocados por la salida de parte de esos capitales especulativos. Algunos de esos fondos quedaron atrapados, lo que acelera la fuga por la pérdida de confianza en activos argentinos. Los dólares del Fondo vinieron a su rescate para facilitar el tránsito de la huida.

En una economía con desregulación absoluta del mercado cambiario y apertura total de la Cuenta Capital del Balance de Pagos (libre ingreso y egreso de capitales especulativos), la capacidad de administrar una crisis del sector externo y la consecuente inestabilidad cambiaria se convierte en una misión muy complicada. Si además las reservas van languideciendo, el panorama es muy desalentador para conseguir estabilidad en la paridad.

La trampa de la economía macrista quedó descubierta con el último estallido, que se expresa en el siguiente dilema: mantener el dólar bajo control liquidando reservas hasta las elecciones o preservar el monto de las reservas hasta el traspaso de mando del 10 de diciembre con el riesgo de un dólar descontrolado.

Para mantener una paridad estable (en los 60 pesos) hasta fines de octubre, el Banco Central tiene que liquidar diariamente reservas de libre disponibilidad. Si no lo hace, el dólar seguiría subiendo en un contexto de un gobierno en estado de shock, que pasa de la negación de la realidad a la sobre actuación de responsabilidad institucional. A la vez, la venta constante de reservas disminuye su stock, que define el escenario para otra fuerte devaluación.

Así han terminado los anteriores experimentos de valorización financiera, el de la dictadura militar y el de la convertibilidad. Pretender que se puede evitar ese mismo desquicio con la economía macrista solamente con voluntarismo político, en base a estudios macroeconómicos que definen un tipo de cambio de equilibrio, es desconocer la historia de las crisis argentinas.

Deuda y fuga

El desembolso del FMI es el único puente que le queda al gobierno de Macri para estirar un poco más su final. El Fondo pretende tener de socio a Alberto Fernández para tomar la decisión de girar esos indispensables dólares. El reciente informe de Fide, dirigido por la economista Mercedes Marcó del Pont, clava la flecha en el centro del blanco: “El FMI será otra vez corresponsable del desenlace crítico de la economía argentina”.

Agrega que con la liberalización plena del mercado de cambio, una economía bimonetaria como la argentina queda cautiva de la dinámica de la fuga. Para concluir que mientras haya capacidad de endeudamiento, sus impactos perversos son disimulados; el problema se da cuando esa capacidad se agota. En abril del año pasado, el mercado de capitales internacional informó que ese canal se había agotado, y ahora se están agotando los últimos recursos del FMI.

El último informe de Cifra-CTA es revelador de la dinámica que tiene la valorización financiera y su relación con el endeudamiento y la fuga de capitales. En este proceso se volvió a repetir lo que magistralmente ha ilustrado el economista Eduardo Basualdo, para el ciclo de la dictadura y el de la convertibilidad: el monto del aumento del stock de deuda pública en moneda extranjera es casi idéntico al monto de la fuga de capitales y pago de intereses de la deuda.

Las cifras son impactantes:

· El endeudamiento en dólares entre diciembre de 2015 y junio de 2019 sumó 107.525 millones de dólares.

· La fuga de capitales y el pago de intereses de la deuda en ese período totalizaron 106.779 millones de dólares.

Como en todo régimen de valorización financiera (o sea, de frenesí especulativo), los recursos conseguidos con emisión de deuda no se aplicaron para obras de infraestructura, base para impulsar el desarrollo económico, sino para garantizar las divisas para la fuga de capitales y pago de intereses.

La velocidad de ese proceso se ha acelerado con cada uno de los desembolsos del FMI. El último de 5400 millones de dólares duró apenas 20 días hábiles por ventas en el mercado, cancelación de deuda y baja de encajes de depósitos en dólares por retiros de ahorristas.

En caso de concretarse el próximo giro a mediados de septiembre, la duda es si esos dólares durarán hasta el 27 de octubre, día de las elecciones, o el Banco Central los quemará antes y quedará en el archivo la propuesta de una paridad cambiaria de equilibrio en 60 pesos.

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