“Cuando alguien se quiere llevar mercadería sin pagar, hay que hacer un seguimiento dentro del local y cuando la persona sale, y suenan las antenas, la orden es hacer ‘el achique’, que significa que hay que pegarles a las personas”. Un vigilador privado que trabajó en una sucursal del hipermercado Coto durante casi tres años, hasta fines de 2018, le dijo a Página/12 que esa es “la metodología” que deben aplicar los que realizan tareas de seguridad en la empresa. El entrevistado, que luego de acreditar su antecedente laboral pidió reserva de su nombre “para evitar problemas con la empresa en la que trabajo ahora”, consideró que “todo el procedimiento está mal en una empresa que tiene 200 sucursales y donde las situaciones de robo de este tipo, sin violencia, ocurren en forma cotidiana”. Aseguró que “la línea de mano dura que se baja viene de la empresa y se hace cumplir a través de la Gerencia Operativa de la firma, que tiene a su cargo las tareas de limpieza y seguridad”.

El vigilador puntualizó que la seguridad en Coto “está tercerizada”, a cargo de “una supuesta cooperativa que en realidad no es tal, porque los vigiladores somos monotributistas, no nos pagan los días que faltamos por enfermedad y tampoco nos pagan las vacaciones”. Además, “teníamos que hacer la reposición de mercaderías, el balance y otras funciones que no correspondían”. En los años que él trabajó en Coto, se había establecido “un tope de 30 mil pesos trimestral para el monto total de los robos. Si el monto superaba esa cifra, la diferencia la tenía que afrontar la empresa tercerizada y a veces nosotros terminábamos pagando la deuda”. El entrevistado dijo que “por esa metología ocurren casos como el de San Telmo y la responsabilidad la tiene, en primer lugar, el empleado de la Gerencia Operativa, que pertenece a la empresa dueña del mercado, y en segundo lugar el vigilador, de la empresa tercerizada”. Aseguró que se fue de la cooperativa “porque conseguí otro trabajo, en otra empresa de seguridad, y ahora trabajo de noche, sin tener que andar persiguiendo a nadie”. Sostuvo que “era muy difícil trabajar de esa manera, cuando hay que pegarle a gente que se lleva comida, mucho más en este momento de crisis económica”.

El vigilador, que trabajó desde comienzos de 2016 hasta fines de 2018 en la sucursal 91, en el Abasto, aceptó realizar una entrevista en forma personal con Página/12, porque “es cierto que hay robos en los mercados, pero el método que utilizan para evitar que estas cosas ocurran, no es el correcto”. Como consecuencia de eso “se producen hechos como el de San Telmo, que es una verdadera locura”, en referencia al asesinato de Vicente Luis Ferrer, caso por el que siguen detenidos un empleado de Coto y un vigilador. Aseguró que “no tiene que haber dudas de que esas normas violentas son las que establece la empresa para que los vigiladores hagan ese tipo de cosas” cuando alguien se va sin pagar.

“Mientras yo estuve en la sucursal donde trabajé, pude esquivar ese tipo de procedimiento porque conseguí el traslado por mucho tiempo a un lugar más tranquilo, el puesto 20, como se denomina, que es el de entrada y salida del personal”, explicó. Dijo que encontró esa salida “porque me di cuenta y sabía muy bien lo que pasa cuando estás en el salón” de venta al público. Precisó que la metodología que se utiliza en el local donde están las góndolas “es hacer un seguimiento dentro del local cuando se observa que una persona está robando mercadería (ocultándola entre las ropas, por lo general) y una vez que sale hacia la calle, si suenan las antenas, se lo para y entonces hay que revisarlo”.

Recalcó que “el problema es cuando se tiene que hacer ese famoso ‘achique’, como se le dice (en la jerga interna), que significa que hay que pegarle a las personas”. Para el exvigilador de Coto “todo el procedimiento está mal, hay que buscar otra forma de control, porque no se puede actuar así en un mercado, creando este tipo de situaciones que son infinitas en un lugar donde concurre tanta gente”. Aclaró que los episodios “son protagonizados por personas que se van sin pagar, no estamos hablando de robos con un arma o presionando a alguien, son sólo personas que se van sin pagar”.

Ante una pregunta, confirmó que “en muchos procedimientos había golpes y eso no era lo correcto, de manera que yo pedí el traslado a otro lugar, porque había mucha gente joven, sin otro trabajo, que cumplían con lo que le pedían y yo no estaba de acuerdo con hacer eso. Por esa razón me busqué otro trabajo, en otra empresa, siempre en seguridad, donde estoy ahora, en la que no tengo que andar persiguiendo gente, estoy solo, a la noche, de sereno y sin problemas de conciencia”.

“Además de controlar los robos, nosotros, como vigiladores, teníamos que trabajar como repositores de mercaderías, hacer balances, mover cosas pesadas, nos usaban para todo y como yo consideré que eso no estaba bien, ante la situación que yo planteaba, ellos se encargan de sacarte del salón principal y después te hacen echan por la tercerizada, pero por suerte yo conseguí otro trabajo y me fui antes”, afirmó.

Dijo que “se metió” a vigilador “por falta de trabajo, no por vocación, porque nunca estuve en ninguna fuerza de seguridad; hay jefes de vigiladores que sí pasaron por la policía o por el Servicio Penitenciario”. Se decidió a dar una entrevista al diario “porque quería aclarar algunas cosas y porque me parece que estos hechos no se pueden naturalizar, como si estuvieran bien, y mucho menos cuando se trata de una empresa muy grande, con 200 sucursales; estas cosas están fuera de los marcos legales, en una sociedad que tiene que vivir en forma civilizada”. Opinó que “la violencia siempre trae más violencia y por esa razón, alguien que tiene un cargo, un gerente, un jefe, no puede bajar esa línea de mano dura como darle un castigo a una persona porque se lleva algo en el bolsillo. Creo que es grave y la sociedad no lo tiene que permitir”.

--En estos casos se habla rápidamente de robo, cuando es un hurto, porque no hubo violencia de parte del que lo cometió. Incluso hay que tener en cuenta que el que roba comida porque no tiene cómo pagarla, no comete un delito si puede justificar su situación de indigencia.

--En el caso de San Telmo, no tuvieron la prevención de averiguar si el hombre tenía algún problema de salud. En los supermercados es muy frecuente que haya gente que no tiene dinero para pagar y se quiera llevar algo. Hay personas que tienen problemas de salud, entran, agarran algo y se quieren ir sin pagar.

--El que después está en problemas es el vigilador, porque las empresas no se hacen cargo, como en este caso, ya que al menos uno de los dos detenidos no tiene abogado puesto por la empresa.

 

--Lo que yo creo es que todas las personas tienen que ser coherentes con la forma de trabajar, hay que estar preparados para saber cómo se debe actuar en un lugar donde concurre mucha gente. Lamentablemente, siempre hay robos de este tipo en los supermercados, y mucho más en la situación económica en la que estamos, pero no se puede actuar de esta manera. No es la forma. Y son muchos los casos de este tipo que ocurren en los supermercados.