A la universidad pública argentina se la ha caracterizado por ser una vía para la movilidad social. En efecto, históricamente, primero contribuyó a la conformación de la clase media; luego, gracias a la gratuidad establecida por el presiente Perón hace 70 años, se produjo la incorporación de los hijos de los trabajadores y, por último, mediante la creación de nuevas universidades en territorios en donde no se contaba con éstas, se avanzó en una mayor inclusión social al permitir que gran cantidad de jóvenes se incorporen como primer miembro de su familia.

Esta característica bastaría para justificar su defensa y adecuado financiamiento, pero podemos incorporar una nueva dimensión ligada al su rol en la sociedad del conocimiento. En efecto, si queremos dejar de ser un país semi-industrializado e incorporado al mundo como mero exportador de materias primas es necesaria una clara política de ciencia, tecnología e innovación en la que las universidades tienen un rol central. Existe un acuerdo generalizado en plantear que dicha política debe articular al sistema científico tecnológico con el productivo de tal manera de dotar de orientación estratégica a la investigación.

Frente a este desafío es importante señalar la “variable dependiente” para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación: las personas, su inteligencia y su dedicación. También se las llama recursos humanos o capital humano. En efecto, no basta con el financiamiento de proyectos de investigación, contar con equipos complejos o acceso a sofisticados reactivos lo que genera el conocimiento, sino que se trata, fundamentalmente, del trabajo constante, sistematizado y en red de grupos de investigadoras e investigadores, que son formados en el sistema de la universidad pública a través de muchos años de educación sistemática y de calidad.

De esta manera, la amplia incorporación a la educación superior de jóvenes de sectores históricamente postergados además de ser una herramienta de inclusión constituye un inteligente camino para ampliar la base de la que nutrirse de futuros investigadores, tecnólogos e innovadores que contribuyan a incorporar a la Argentina en forma soberana a la sociedad del conocimiento.

Alejandro Villar: Rector de la Universidad Nacional de Quilmes.