La inversión privada registró en junio pasado una caída del 14,2 por ciento en la comparación anual, la treceava baja consecutiva según las cifras oficiales. También tuvo una merma del 1,2 por ciento en relación a mayo. Con la continuidad en la asfixia económica de julio y la paralización en agosto, los números prometen empeorar. El derrotero de la inversión privada se verifica mientras cae fuertemente el consumo de los hogares, lo cual contrasta con el típico argumento liberal acerca de que el consumo y la inversión se mueven de manera inversa. En cambio, en la economía macrista se deteriora tanto el salario como la rentabilidad de empresas del mercado interno.

La serie del indicador mensual adelantado de inversión del Ministerio de Producción comienza a fines de 2005. Entre 2006 y 2008, la inversión privada tuvo dos años corridos de expansión, a la par de la creación de empleo y mejora del poder adquisitivo. La crisis de la resolución 125 (retenciones a las exportaciones de soja) y la explosión de la crisis internacional implicó un retroceso en 2008, aunque la aplicación de un fuerte paquete de medidas anticíclicas estimuló a la inversión de manera incesante desde enero de 2009 hasta finales de 2011.

A partir de allí, el recorrido de inversión privada fue oscilante. En 2012 estuvo en baja, por el nuevo coletazo de la crisis global, mientras que 2013 se recuperó y en 2014, volvió a caer. En la economía pre-electoral de 2015 la inversión repuntó, pero en 2016 cayó a raíz del impacto de la primera megadevaluación del gobierno de Cambiemos. El plan de estímulo de la economía de cara a las elecciones de 2017 permitió una nueva desde marzo de 2017 hasta mayo de 2018. A partir de allí se verifican las peores caídas de toda la serie, con una baja récord del 26,5 por ciento en noviembre del año pasado. Desde septiembre de 2018 hay caídas de dos dígitos en la comparación anual.

La serie de la inversión privada descripta anteriormente tiene un comportamiento similar a la del consumo privado que publica el Indec. Tomando los datos desde 2014, ese año el consumo privado cae 4,4 por ciento, repunta 3,7 en 2015, cae 0,8 por ciento en 2016, levanta 4 por ciento en 2017 y cae 2,4 en 2018. En 2019, el consumo tiene un desplome de dos cifras el peor desempeño desde la salida de la crisis de 2001.

La coincidencia entre inversión y consumo refuta el dogma económico del liberalismo (adoptado también por el gobierno de Mauricio Macri) que plantea que la inversión y en consecuencia el progreso productivo del país es una función inversa al estímulo del consumo y al revés, la retracción del consumo libera recursos para que el empresario invierta. Los datos muestran lo opuesto: el consumo incentiva a la inversión y viceversa, la caída del consumo cierra oportunidades de inversión. El argumento por detrás de esa relación es bastante intuitivo: el consumo abre nichos de rentabilidad que los empresarios aprovechan invirtiendo, mientras que la imposibilidad de realizar las ventas internas retrae a la inversión. Esto no implica que necesariamente una suba del consumo implica mejora de la inversión pero sí muestra una estrecha relación entre las variables.

La medición de inversión que realiza el Indec se basa en una serie de indicadores que miden el comportamiento de la actividad de la construcción, la adquisición de maquinaria y equipo y de equipo de transporte. La importación de bienes capital productivos cayó en junio un 31 por ciento, mientras que la construcción bajó 4,2.