"Reemplazos". Con el mismo "libertinaje expresivo " con que el gobierno nacional anuncia el default programado como “reperfilamiento”, el gobierno porteño hace lo propio con el achicamiento y la baja de calidad en las raciones de los comedores de las escuelas públicas, presentándolos como “reemplazos”. Medallón de pollo en lugar de cuarto de pollo; zanahoria en vez de tomate, lechuga o zapallito; mandarina y no banana; paleta cocida por fiambre de pollo; barra de cereal por barra de maíz inflado, según la tabla autorizada desde el 29 de agosto “hasta nuevo aviso”. En el caso del morrón, directamente se permite "omitirlo". Los docentes y el gremio que los nuclea vienen denunciando “magras raciones en las viandas y quita de la fruta”, que ahora se oficializa en una autorización de "reemplazos". Y se suman a la grave falta de raciones en muchas escuelas. Selectivamente, los recortes se verifican especialmente en las escuelas del sur de la ciudad, aquellas que atienden poblaciones más vulnerables, y al mismo tiempo tienen menos capacidad de reclamo desde sus cooperadoras.

“Exigimos al jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta la urgente declaración de la emergencia alimentaria y el destino de partidas especiales para que ningún niño o niña pase hambre en la ciudad más rica del país. La prioridad es garantizar una alimentación variada, saludable y rica. Luego vienen las veredas”, manifestaron desde UTE Ctera en un comunicado titulado "Crueldad sin límites", que denuncia la novedad. Fue luego de que llegara a las escuelas del Distrito 1 (el barrio de Retiro, con su Villa 31) un mail que oficialmente confirma lo que ya estaban comprobando en otros distritos: la única verdura que reciben en los últimos días es zanahoria. La fruta comienza a escasear, la banana brilla por su ausencia. Y cuando las y los vice directores --que tienen a su cargo el control de los comedores-- reclaman a las empresas proveedoras de las materias primas por los faltantes, reciben como respuesta: “Estamos autorizados”.

Fue lo que ocurrió en la Escuela 10 del barrio de La Boca, donde, cuentan los docentes, las carencias son muchas y el plato que se sirve al mediodía, fundamental. Un nene que se descompone y cuando le preguntan qué cenó dice “caldito”. Otra que cuenta que “en casa cenamos mate cocido”. Las zapatillas que faltan y se juntan entre los maestros y sus familias. Los “extras” (anteojos, malla para natación, remedios) que se consiguen pidiendo donaciones y juntando plata entre los docentes y auxiliares. Ese es el día a día que atraviesa los relatos.

En esta escuela, donde se vive esta realidad, el gobierno porteño autorizó a eliminar de la dieta las verduras, a excepción de la zanahoria, y a restringir las frutas. Y así lo que se anuncia como “risotto con pollo”, en un menú presentado con lindos colores y dibujitos, se transforma en “un plato chico de arroz con dos arvejas, tres pedacitos de pollo y zanahoria”, según puntualiza Ana Diasprioti, vicedirectora de la escuela. “Llamé al concesionario, preguntándole por qué no habían traído los zapallitos. Me respondió: ‘porque a mí Nutrición me autoriza a reemplazarlo por otra verdura’. Le expliqué que si el risotto ya tenía zanahoria entre los ingredientes, lo que estaba haciendo era sacar uno, no reemplazarlo”, relata.

“Bajó la calidad de los productos, y bajó la cantidad. Antes, además del almuerzo, a la tarde nos traían un sanguchito y una fruta. Ahora al sanguchito lo sacaron, y dejaron solo una fruta, la más barata. El paquetito de galletitas antes traía cuatro, ahora tres. Las vainillas son enanas, casi la mitad de lo que medían antes. Ponen dos y están dando una vainilla a cada nene”, enumera la docente. El panorama se agrava con la implementación el año pasado de lo que se presentó como “Menú Saludable”, que eliminó el pan de la dieta, en este caso sin reemplazo. Los fideos, sin embargo, siguen ocupando un buen lugar del menú. También se incorporaron las lentejas en reemplazo de la carne en el pastel de papas, con la explicación de que “es nutricionalmente mejor”, por su aporte de hierro. Un extraño caso de preocupación nutricional selectiva.

La Escuela 10 del barrio de Barracas está ubicada justo en la esquina de entrada de las villas 21 y 24 y Zavaleta, en la avenida Iriarte; la totalidad de los nenes y nenas que allí asisten son de estos barrios. No hace falta relatar la vulnerabilidad que les asegura el contexto y lo imprescindible que se vuelve todo lo que sucede en la escuela, también en su comedor. Aunque tal vez sea ocasión de mencionar que el trabajo de sus docentes se extiende a múltiples salidas pedagógicas, a un proyecto ejemplar de huerta, a una cantidad de actividades en relación con el barrio, y en general a un valioso rol social que trasciende en mucho lo estrictamente pedagógico. Lo que ocurre en relación al comedor bien puede sintetizarse en los grandes carteles que se leen en la entrada: “Con este presupuesto destruyen la escuela pública. Lxs maestrxs seguimos luchando”.

Hasta aquí también llegó esta semana el “reemplazo” que elimina las bananas y su potasio, pero hay otra alerta: las reducciones de raciones, en base a los controles de asistencia sobre una población que por su mismo estado de vulnerabilidad suele faltar más que el promedio (una de las tareas de los docentes es, justamente, promover formas para alentar la asistencia, cuando muchos de estos niños trabajan ayudando a sus padres en el cirujeo o cuidando a los hermanitos más chicos). “En la primera semana de julio nos redujeron de buenas a primeras, sin aviso previo, diez desayunos y once almuerzos. Estamos hablando de diez tacitas de mate cocido con leche, de yogur o de chocolatada de segunda marca, y diez magdalenas que apenas superan los 20 gramos. A ese recorte llega el Ministerio de Educación”, relata Daniel Ferro, el director de la escuela. “De inmediato hicimos el expediente y el reclamo, y al regreso de las vacaciones nos devolvieron las raciones. Notoriamente hay una reducción y se juega muchísimo con el promedio de presentismo. Muchas veces la gente de Comedores Escolares se presenta en la escuela y cuenta los pibes y pibas como si fueran ganado, o toman la información de asistencia diaria que mandamos; sacan promedios y en función de eso, reducen. Hay que estar siempre muy atentos porque lamentablemente esta gestión hace estas cosas”.

La Escuela 12 Facundo Zuviría del barrio de Flores arrancó el año con unas 70 raciones de almuerzo de menos. Reclamaron, organizaron abrazos a la escuela y distintas formas de hacerse visibles, hasta que lograron quedar sólo 20 abajo. Con los desayunos tuvieron menos suerte: les mandan 310 para 350 alumnos y alumnas. “Seguimos reclamando, pero te ganan por cansancio. El cocinero se las ingenia y vamos resolviendo día a día con las ausencias”, cuenta Andrea Cataldo, integrante de la Comisión de Comedor de la cooperadora de la escuela. Cataldo también cuenta que en la escuela el hambre se nota, se ve y se escucha. “El otro día había un acto donde estaba ayudando cooperadora, y por eso el desayuno se retrasó un poco. Vino una nena a pedirme la leche. Le dije que ese día había que esperar y me dijo: no puedo, no aguanto el hambre”, recuerda con tristeza.

Aunque a esta escuela no llegaron los “reemplazos” de alimentos, sí suelen ocurrir “olvidos” a la hora de dejar las mercaderías, sigue contando. “Hay que tener cultura del control porque a veces ‘se olvidan de bajar’ una polenta o un tomate. La diferencia se siente porque, para dar una idea, por pliego un plato de fideos tiene que llevar 5 gramos de queso y 12 de tomate. Son siete cajas de tomate para los fideos de casi 300 chicos. Yo uso una por comida cuando cocino en casa. Y si encima ‘se olvidan’ una o dos, el tomate es solo un color”, ubica Cataldo.

PáginaI12 consultó la situación de comedores también en una escuela pública de Agronomía, en una de Villa Urquiza y en otra de Saavedra, las tres con poblaciones de clase media y con cooperadoras organizadas y activas. En ninguna aparecieron por el momento estos “reemplazos autorizados”, ni se verifica una reducción en la cantidad de raciones. Sí se manifiesta una baja en la calidad de los productos, fundamentalmente en los fideos y los cortes de carne. Dos ciudades muy diferentes aparecen en los relatos. En ambos casos se trata de niños y niñas, que viven en el distrito más rico del país.

Cuestión de números

Dentro del área de Educación porteña, la Dirección General de Servicios a las Escuelas administra y gestiona el Programa de Alimentación Escolar, que alimenta a más de 200 mil alumnos por día (también administra el vital fondo FUDE que se otorga a las cooperadoras, y en estos días las puso a competir entre ellas por más presupuesto , y coordina el Programa de Transporte Escolar). En las escuelas de doble jornada, el comedor es pago en la ciudad de Buenos Aires: las familias abonan $ 110 por almuerzo. Pero hay un sistema de becas que cubre el 100 por ciento de las comidas de más de la mitad de los alumnos, y también hay becas del 50 por ciento. También se garantiza que los chicos y chicas se pueden retirar para comer afuera de la escuela, o llevar sus propias viandas, algo que en las escuelas de clase media están optando por hacer cada vez más familias, ante la baja de calidad del comedor. Lo cual genera un problema extra porque las escuelas no están preparadas para esta situación (no pueden calentar la comida por falta de personal específico, por ejemplo), además de abrir una diferenciación entre los que pueden y no pueden tener su propia comida.

La participación del Ministerio de Educación en el gasto total del presupuesto de la Ciudad de Buenos Aires (sin transporte, vivienda y seguridad), es el más bajo de la historia: 21,9%, cuando en años como 2007 llegó al 30,4 %. “El presupuesto para comedores escolares este año es de 3600 millones de pesos. Esto representa un aumento el 15% respecto al de 2018, cuando la inflación proyectada para 2019 estará en torno al 60%. En un contexto de fuerte aumento de la demanda por la situación social, en lugar de reforzar a los comedores, se planificaron 5 millones de raciones menos”, denuncia Cecilia Segura, presidenta de la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires. El grave panorama que traza tiene sustento en los contundentes informes anuales que viene realizando el organismo que preside, de los que este diario ya ha dado cuenta . En base a esas auditorías, Segura concluye: “Las 19 empresas que prestan el servicio en comedores no lo hacen en las condiciones de calidad y cantidad que deben por pliego, y el gobierno controla muy poco y mal”.

“Buenos Aires es la ciudad más rica del país, y tiene los recursos para atender esta situación de emergencia. El problema es que para Rodríguez Larreta, la educación y la salud no son prioridades”, evalúa la funcionaria. Segura es candidata a legisladora porteña por el Frente de Todos y dice que su espacio propuso entre sus primeras medidas de gobierno la declaración de la emergencia alimentaria en las escuelas, “para garantizar la alimentación de nuestres niñes en las condiciones de cantidad y calidad que establece la Ley de Alimentación Saludable de la ciudad”. Esta ley sancionada por la legislatura porteña en 2010 garantiza para los comedores escolares “alimentación variada” (que incluya todos los grupos de alimentos y no solo los de menor costo), “cantidad equilibrada” de macro y micro nutrientes, y “alimentación segura”, que minimice los riesgos sanitarios y excluya situaciones de intoxicación como la que recientemente se vivió en una escuela de Villa Crespo .

Unidas y organizadas

Las cooperadoras escolares comenzaron a organizarse alrededor del tema comedores primero tras la inscripción on line para las becas de comedor, implementada este año. Un alto número de familias no pudo o no supo cómo hacer el trámite y completarlo en el CGP, con la amenaza de perder la beca, sobre todo en las escuelas de zonas vulnerables . “También empezamos a prestarle más atención a lo que nos decían los pibes, que la comida venía fea. Nos organizamos para empezar a controlar, y sobre todo dejar registro, de lo que las empresas concesionarias dejan cada mañana en las escuelas. Queremos tomar un rol activo, con los mecanismos de control con que contamos las familias”, relata Marcelo Pascal, integrante de la cooperadora de la escuela Fragata Libertad, en Parque Avellaneda.

“En el caso de nuestra escuela descubrimos que es muy variable. Puede venir polenta con salsa con carne bastante aceptable, pero a la semana siguiente, la misma polenta con una carne incomible”, cuenta su experiencia. “Y el retiro del pan fue una medida que afectó mucho. Está tomada por gente de Palermo que anda a dieta, y no tiene la menor idea de lo que pasa en una escuela cuando un pibe cenó flojo la noche anterior”, se enoja.

Integrantes de cooperadoras nucleados en el colectivo Familias x la Escuela Pública se reunieron el viernes para empezar a trabajar el tema. Comenzaron intercambiando información y avanzaron en una idea común: “Comida de calidad para todes. Universalización del comedor gratuito en las escuelas públicas”. “Hay alternativas a futuro, ejemplos como la escuela Alvarez Thomas de Villa Pueyyredón, que tiene el comedor auto gestionado y funciona mejor y más barato. Queremos discutir la calidad, descubrir qué hay adentro de los ultraprocesados que les dan a nuestres hijes, porque anuncian ‘milanesa’ y es ‘platinesa’, dicen ‘tortilla de verdura’ y es un medallón verde, también ultraprocesado”, advierten. “Pero en lo inmediato, hay una urgencia: que en nuestras escuelas coman todos los pibes y pibas. Es inadmisible que vuelvan a decir: si no tramitaste la beca, no podés comer. Los derechos de los niños están primero, lo administrativo, después”.