¿Cómo afecta la crisis financiera nuestra cotidianeidad? ¿Por qué nos cuesta ver la relación entre el capital financiero y la forma en que afecta nuestras vidas? La realidad financiera se presenta incomprensible y esto no es casual. Las impunes finanzas (y su inestabilidad) abarcan todo nuestro imaginario sin que podamos desentrañarlas. Mientras que el dólar trepa en las pizarras y se anuncian deudas reperfiladas, a nosotres nos queda mucho mes al final del sueldo.

Los dueños de las finanzas. La idea de libre mercado está basada en el comportamiento de un sujeto imaginario, el homo economicus. El mercado funciona racionalmente según este personaje, que tal como menciona Amaia Pérez Orozco, responde a la caracterización de un varón, burgués, blanco, heterosexual, que no tiene necesidades de cuidado y tampoco los brinda. Esto nos hace pensar que el mercado funciona bajo reglas ficticias que poco tienen que ver con nuestras vidas. La evidencia muestra, que el accionar de firmas como Templeton y JP Morgan exclusivos conocedores del rumbo de la economía local impacta primero en el Merval y después en nuestras alacenas.

Sobrevivir para endeudarse, endeudarse para sobrevivir. Una de las consecuencias claras que tiene esta crisis financiera se vincula con los efectos recesivos que generan las altas tasas de interés. La medida acrecienta la rentabilidad financiera en detrimento de la inversión en la economía real. Se atenta contra la generación de empleo de calidad, fomento de tecnología, investigación e innovación y desarrollo económico. Las estadísticas dan cuenta del cierre de Pymes y pérdida de miles de puestos de trabajo. Y es que se vuelve imposible para el sector productivo competir con las altas tasas ofrecidas en el mercado financiero, en un contexto de derrumbe del consumo y del mercado interno. Lo siniestro de este sistema especulativo se evidencia también en que muchas Pymes lograron sobrevivir, realizando colocaciones de capital en los Fondos de Inversión. El pago de (devaluados) salarios, la compra de insumos, entre otros gastos corrientes, se sostuvieron también en base a una burbuja especulativa, reflejo de la emergencia del corto plazo.

El ajuste es violencia patriarcal. La maniobra financiera entró en jaque y repercute en los bolsillos de las familias. El alza en el precio del dólar impacta en la formación de precios internos. Es por eso que nos inundan expresiones de hastío, y las tensiones comienzan a sentirse en los espacios de trabajo, pero también en las calles y en las casas. Cada vez nos cuesta más dinero y más tiempo sostener nuestras vidas. En momentos de crisis económica, la violencia de género doméstica se incrementa ya que se ve interpelada la masculinidad de los varones cis en tanto proveedores de los hogares. El 73 por ciento de los femicidios en 2019 ocurrieron en el ámbito doméstico.

Los efectos de la crisis económica se sienten en la calle. En el mercado de trabajo remunerado las desigualdades estructurales se profundizan y empeoran para las disidencias -colectivo LGTTnB, personas con disfuncionalidad relativa-, entre otras características que no se ajustan al homo economicus.

La caída del poder adquisitivo de quienes perciben ingresos fijos en pesos, es consecuencia de los procesos inflacionarios que generan las sucesivas devaluaciones. En este sentido, diversas organizaciones sociales salieron a las calles con consignas claras y necesarias para la sostenibilidad de la vida: la emergencia alimentaria para asegurar los alimentos y el incremento de los salarios sociales complementarios de les trabajadores de la Economía Popular (muchas de ellas mujeres que sostienen los cuidados y espacios comunitarios), entre otras.

Correr de escena a los mercados. Un mercado que sistemáticamente vulnera derechos de les trabajadores los empuja a sostener los hogares mediante deudas y  multiplica las tareas de sostenimiento de la vida. Nos fuerza a cuidar más a otres y menos a nosotras mismas. Obliga a resolver más con menos energía, menos tiempo e ingresos que ya no rinden. Lleva a poner más tiempo en trabajo no remunerado e invisibilizado para seguir subsidiando al capital. Esta crisis refuerza la necesidad de repensar qué economía queremos. Y, desde la economía feminista proponemos aquella que se enfoca en la vida (humana y no humana) y que se integra al paradigma de sostenibilidad de la vida.

*Integrantes del Espacio de Economía Feminista de la Sociedad de Economía Critica.