Hijo de Juan, un vendedor ambulante que falleció hace unos años, y de Nélida, auxiliar en una escuela (y cuidadora de ancianos, de perros, y de todo lo que sume al único sueldo fijo de la casa), en la historia de La Queen, con su claridad para expresarse no tan habitual para la edad, con su inglés perfecto, con su pensamiento crítico sobre muchas cuestiones, aparece la escuela pública marcando la diferencia. La primaria en Versalles, el secundario en Devoto, en el prestigioso colegio N° 19 Luis Pasteur (el tradicional “Nacho”).

“Desde el primer día del colegio supe que, o me imponía como la marica estrella, o iba a sufrir. Así que entré al colegio con mis rulos morochos por la cintura, fantástica, enigmática, hasta lograr que todos tuvieran sobre mí un único dilema: ¿qué sos? Me tracé una estrategia para volverme popular de esa manera y por suerte funcionó, porque había personas que tenían un pensamiento horrible. ¡Hasta había familiares de Videla, imagináte! La escuela fue un buen lugar para mí”, recuerda.

Esto fue hace no tantos años, pero visto en perspectiva, era otro el contexto. “Hoy es lo más común del mundo, pero en 2011, la verdad que no. Con otro chico y una chica creamos en el colegio un grupo LGBT donde contábamos nuestros problemas, pensábamos qué podíamos cambiar dentro del colegio, hasta empezamos a pedir más educación sexual. Ahí empezaron a aparecer todas las maricas, tortas y chicas trans que andaban por ahí, escondidas. Hubo una profe de Literatura que nos incentivó mucho, María Victoria Arias . También estaban los profes de mente mínima que decían: ay, ¿y por qué no crean un grupo del orgullo hetero? Encima el que decía eso daba Educación Cívica, ¡imagináte!”.