“Me hubiera gustado profundizar más en la idea de la ablación simbólica del clítoris porque estoy convencida de que la defensa de los derechos y el empoderamiento comienza con la apropiación del placer, es una gran deuda pendiente de nuestros textos y reflexiones la puesta en valor del clítoris, no sé si es una expresión correcta”. Mayra Sánchez ríe, y repasa con Página/12 los temas que quedaron afuera de su última novela, que habla del amor, las parejas, la maternidad, el sexo, los vínculos, el trabajo, el alcohol, la política, los hombres y los feminismos, o más bien hace que hablen cuatro mujeres muy distintas, a las que une la amistad y el estar sin pareja. “Hay que corrernos de ese espacio donde sigue flotando el discurso de milenios que equipara vagina a pene, siguen parados en un espacio reproductivo. No hay una reflexión profunda sobre lo que significa el placer, me preocupa específicamente esto porque en los libros de educación sexual actuales lo que propone el ministerio de Educación, al menos en la provincia de Córdoba, es que no existe el clítoris, no está mencionado ni figura su descripción ni sus funciones, y eso dificulta el acceso al placer de las mujeres, el autoconocimiento. Sin eso, sin información, como decimos los que hacemos orientación vocacional, no hay proyecto de vida".

--¿Algo más quedó pendiente en Lenguas filosas?

--La relación de estos personajes con los padres, porque me parece que los roles de cuidadoras que se le impone a las mujeres y en los que prescindimos de varones es un tema bueno, pero será para otro libro. Son miles de cosas que quedan quizás para otras novelas, ríos de tinta. Otro tema que quedó afuera es el uso de drogas, y sobre las aplicaciones de citas podrían haber estado más trabajadas, pero también me demandaba más investigación, es algo difícil de entrevistar. Por la vertiginosidad que hay, hoy es Tinder, mañana es otra, ayer fue Badoo, un mundillo.

--¿Por qué es un libro urgente?

--Nos urge la escucha empática a quien es diferente a nosotros, urge dejar de levantar dedos inquisidores sobre las vidas ajenas, desde todos los espacios que estamos transitando, es el desafío actual y es lo que propone el libro sobre las posiciones feministas y femeninas, vinculadas a las mujeres. La idea es que quien no está dentro del feminismo pueda comprender sus posiciones, y que el feminismo puede comprender también otras posiciones con una mirada y una escucha más amorosa, es un intento de acercar posiciones. Son cuatro mujeres muy diferentes que se aman mucho, es una apuesta a la amistad entre personas que pueden ser pares a pesar de que habitan universos muy diversos. Son mujeres de cualquier pueblo o ciudad, no son exóticas sino comunes y corrientes, no hay restoranes glamorosos sino bares de clase media cordobeses, no huelen a perfume importado sino a peperina y fernet. La idea es tener una escucha atenta y un abrazo amoroso, cuando las redes sociales proponen lo contrario.

--¿Cuál sería el riesgo?

--En relación a la militancia feminista es terminar excluyendo gente que también está intentando hacer una defensa de sus derechos como mujer porque nos parezca que no reúne determinados requisitos para pertenecer. Hay que revisar algunas cosas, todos fuimos crueles con Mónica Lewinsky, por ejemplo. Lola, Mora, Clara y Eugenia son cuatro mujeres muy distintas, que dialogan. La intención es reivindicar la tolerancia respecto de lo diferente. Cuando mi pertenencia a un “ismo” pierde el sentido común me equivoco, si en pos de defender los derechos de los animales voy a vulnerar los de las personas pobres no va, y lo mismo me pasa con algunas posiciones feministas. Si tengo que ser hermana de una persona que no es buena gente, no quiero serlo. No sé si siempre creo a la hermana, pero sí siempre creo más a la víctima, al débil. En los casos de abuso que vi en mi consultorio rara vez he encontrado mentiras, diferente es en las redes con personas poderosas involucradas. Me parece peligrosa la censura. Cuando una posición ideológica se torna un espacio de pérdida de sensibilidad o de sentido común se vuelve peligrosa.

--¿Lo dice por casos como el joven que se suicidó en Bariloche?

--Sí, tremendo. Y hay algunos más. Tenemos una responsabilidad, los movimientos tienen víctimas pero ojalá no estuvieran.

--¿Qué función cumplen en la novela los microrrelatos que incluyó?

--Los pequeños relatos que aparecen para algunos fueron sorpresa, algunos no son conocidos, pero como pasa con los recitales cuando el público pide que el artista no cante sus temas nuevos sino los que tienen 30 años, la gente se conmovió con esos textos, con datos nuevos y miradas sobre facetas desconocidas para el lector. Tengo más ventanitas que guardé para otros libros, de gente que admiro, que pueden utilizar el humor en los espacios de militancia. Me gustó mucho conocer a una precursora como Hedy Lamarr, o al escultor inglés Jamie McCartney, de hecho hablamos de su obra el Muro de las Vaginas para la tapa, aunque luego la editorial pensó en otro diseño. Lo considero un gran militante feminista. La repercusión mayor la tuvieron los relatos de Mónica Lewinsky y Violeta Parra.

--¿Cuál es usted?

--Depende de los días, aunque en realidad no estoy en búsqueda porque estoy en una pareja amorosa. Creo que en realidad eso es posible solo cuando uno puede amarse a uno mismo, sino el encuentro es difícil, saber lo que una necesita, evitar que le hagan daño e hipotecar proyectos de vida en relación a las necesidades de otro. Siento que tengo facetas de todas, y reniego de muchas de ellas.

--¿El feminismo también tiene facetas?

--Es difícil definirlo, es como definir la mujer, hay tantos como feministas en el mundo. Las posiciones extremas son como adolescentes, algo aún inmaduro, todavía estamos ahí donde asumimos posiciones extremas o posiciones de violencia que excluyen a gente que también es feminista.

--¿La escritura es algo nuevo en su vida?

--Cerca de la crisis de los 40 se me dio por ponerme a escribir de manera irreverente, poco solemne, podés decir cosas más densas con más impacto en el lector. Ahora incluso me permito licencias en mi escritura académica, es más divertido. Puto cáncer me permitió el formato de diario íntimo, Doña Gómez es la novela a dos voces, mientras que en Lenguas Filosas hay personajes y escenarios. En los dos primeros me permito licencias como guarradas descontracturadas, algunas palabras en cordobés, en cambio en el último es más la búsqueda de un texto bonito, por eso además hay ventanas que son los microrrelatos.

--En su primer libro parece pasar de los recitales de Serrat y Sabina y manejar ebria a pensar en la muerte.

--Es el diario íntimo de un paciente oncológico. Soy acompañante de un grupo de ayuda mutua, Apostar a la vida, entonces recupero mi experiencia personal y otras ajenas. Hay sentires de otra gente además de los míos.

--¿Qué significa hacer caso a las tarjetas amarillas?

--Que si tenés algún síntoma orgánico podés ignorarlo, pero nunca te van a sacar tarjeta roja, haciendo una analogía con el fútbol. Como si la vida fuera inagotable, pero cuando tuve cáncer me di cuenta de que se agota.

--¿El cáncer de mama tiene mejor prensa que el de colon?

--Seguro. El cáncer de seno en los varones, por ejemplo, es altamente traumático porque también está asociado al discurso machista y patriarcal, donde los varones no deben tener tetas. Mostrar el culo para seducir es la antítesis de mostrarlo al médico y todo su séquito, cuatro personas viendo tu perímetro anal. Es tremenda la invasión a la intimidad, es aniquilante. Circular por espacios académicos con cáncer de recto fue muy traumático, tenés una colonoscopía haciendo ruido cuando no lo podés controlar, es tremendo.

--¿Cuál es tu postura respecto de los chequeos preventivos?

--No hay recetas, en Lenguas Filosas abordo un poco eso, cuando desde el feminismo a veces nos vamos de mambo y tiramos recetas como máximas, como los mandatos del patriarcado. Cada uno tendrá su forma, yo elijo la detección temprana pero no me someto a radiaciones hiperabundantes. Aún siendo feminista habrá quien se haga chequeos sin sentirse vulnerada. No me parecen buenas las pautas establecidas desde afuera. Haría chequeos, lo promuevo con mis pacientes, incluso por otras razones porque a veces algo que parece psicopatológico puede en realidad ser un cáncer de cerebelo. Por eso promuevo una evaluación clínica completa antes de abordar a mis pacientes. La detección temprana es valiosa y evita mucho sufrimiento. Me preocupa del momento actual cuando nos vamos de mambo, me gusta la comida sana pero vivo en una ciudad. Llevar el antipatriarcado hasta las últimas consecuencias es quedar como excluidos y excluyentes, no vamos a poder hermanarnos con otras mujeres que tratan de dar la lucha por sus derechos pero no han podido aún romper cosas que otras ya sí. Puedo promover la autonomía económica pero a veces en algunos contextos es un imposible fáctico para algunas personas. Es el gran desafío de hoy, no ser agresivos para no perder la posibilidad de hermanarnos.

--¿Se identifica con algún feminismo? ¿Los hombres pueden ir a las marchas?

--Me resulta difícil pararme en alguna bandera en particular. Si tenés un compañero que asume toda tu carga para que vos puedas ir a marchar o lo que quieras hacer me parece genial, pero si es una imposición se vuelve peligroso. Me preocupa cuando en nombre de inclusión excluimos. Algunas mujeres se suman como pueden, y a veces es con su compañero. También creo que hay que hablar con los varones para ver por qué quieren venir a la marcha, para sensibilizar desde adentro.

--¿Tuvo que pelear para sostener su decisión de no tener hijos?

--En un pueblo y en una generación diferente, desde chica me hartaron tanto con eso que me inventé una imposibilidad física porque mi abuela me había secado los ovarios con el tema, diciéndome que no ser madre era un pecado y que Dios me iba a castigar. Maternar no tiene que ver con parir solamente, muchas personas son más mamás sin haberlo hecho. Tengo algún dilema ético sobre las técnicas de fertilidad. La construcción de mi familia desde que soy adulta ha sido con animales. También se van de mambo los proteccionistas, por ejemplo cuando condenan a los chicos que van arriba de los carros con caballos. No quiero ir a tirarle una bomba de olor a una viejita que sale de la iglesia porque la considero tan víctima del patriarcado como las que estamos de la vereda de enfrente. La condena social sin pruebas es cruel, es un momento difícil, nos hace falta más prudencia.

--¿Qué le enseñó la enfermedad?

--El cáncer te enseña en dos segundos y medio lo que en una vida tranquila te llevaría una década. Una situación de crisis es una oportunidad de revisar tus esquemas con una intensidad diferente a cuando estás en estabilidad. Nunca había sentido la dependencia económica y física con tanta intensidad, me hice un replanteo de vida, a la muerte nunca la había sentido tan posible y cercana. No pensaba que lo iba a transitar en agonía, fue una maduración a los palazos. Y fue un buen filtro de agenda, tenía mucha gente alrededor en la que confiaba y contaba pero te das cuenta que no. También lo contrario, gente que ni te imaginás y aparece como salvavidas.

--¿Qué fue lo más duro?

--Perder la libertad de decidir. Perdí trabajo, posibilidad de movilidad, pedir ayuda para comer, bañarte o que financien tus gastos fue lo peor, fue mayor el dolor psíquico que el físico. Pensé en el suicidio en relación a perder la práctica libre de mi sexualidad, en ese momento tenía una bolsa, los ruidos, estaba vulnerable por la vergüenza, me sentía ultrajada, eso me preocupó más que el dolor, que siempre lo percibí como transitorio.

--¿Sentía que iba a tener una intimidad condicionada?

--Directamente imposibilitada de tenerla en esas condiciones.

--¿Por qué piensa que sobrevivió?

--Un combo de todo, la medicina tradicional y la otra, la fe propia y ajena, la confianza sobre la cura, la energía especial de mis amistades, el amor de los animales, el humor sin dudas, y la suerte. Cuando se te acaba la fuerza vital está el amor, el de los demás y el propio, y el humor. La tragedia propia como carcajada que alivia dolores. Cuando no tenés energía el amor te la brinda, y cuando a vos te sobra el humor te la libera.

--¿Tiene simpatías políticas?

--Sí, con los que pierden las elecciones siempre (ríe). Imaginate si seré perdedora que lo voté a Altamira cuando le ganó Del Caño. En general voto a partidos de izquierda, aunque no sé si realmente creen que es posible la revolución.