¿Quién mató a mi hermano?        7 puntos

Argentina, 2019.

Dirección y guion: Ana Fraile y Lucas Scavino.

Duración: 88 minutos.

Estreno de hoy en el cine Gaumont, Cinema City Gral. Paz y salas del interior del país.

Signo de una puesta en cuestión del funcionamiento del sistema judicial, la “escena de juicio” se va haciendo familiar en el documentalismo argentino. En Los cuerpos dóciles (2015), un abogado defendía a tres acusados del robo a un comercio. En Toda esta sangre en el monte (2018) se celebraba el juicio a un sicario, autor de la muerte de un militante territorial por encargo de un terrateniente. En ¿Quién mató a mi hermano? el juicio es contra un grupo de policías que habrían secuestrado, maltratado y hecho desaparecer a un adolescente de Lomas del Mirador. Se trata de Luciano Arruga, desaparecido en democracia. Dirigida por Ana Fraile y Lucas Scavino, ¿Quién mató a mi hermano? reconstruye el caso con material en vivo y relatos de familiares, vecinos, amigos, especialistas en criminología y militantes a favor del esclarecimiento. El relato es claro, ordenado, compacto e intenso.

La que se hace la pregunta del título es Vanesa Orieta, hermana mayor de Luciano, protagonista y, como el título sugiere, portadora del punto de vista desde el que se narra la película. Menudita pero aguerrida, Orieta impresiona desde un primer momento por su claridad conceptual, la articulación de su discurso y su evidente tesón. Da la sensación de ser el principal estorbo para los policías acusados y será, hasta el final, quien lidere el movimiento por la resolución del crimen. Orieta es capaz de concurrir ante una comisión de la Cámara de Diputados y acusarlos de, por lo menos, ineficiencia en el esclarecimiento. O de señalar directamente hacia la Gobernación de la Provincia. Una vez más una mujer lidera la lucha contra el sistema criminal, como viene ocurriendo desde 1976 con las Madres de Plaza de Mayo.

Fraile y Scavino administran la información como lo haría un film policial, clarificando, con oportunas placas, una cronología que en ocasiones retrocede. El relato se va armando como un rompecabezas. En setiembre de 2008, el policía Diego Torales atiende en la comisaría a Vanesa y a la mamá de Luciano, Mónica Alegre, de mala manera y negando información. De pronto, detrás de una puerta asoma el detenido, y después de eso se oyen gritos y golpes. La policía de la zona acosaba a Luciano. Querían que robara para ellos, práctica común en la Bonaerense de Zona Oeste. Lo liberan, pero el último día de enero del año siguiente, Luciano desaparece. No se sabe más nada de él. Supuestamente nunca estuvo en el Destacamento de la zona y por lo visto no hay fiscal dispuesto a averiguar a fondo. Fin del asunto. Salvo que allí aparecen Pablo Pimentel, abogado de la APHD, Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, de Madres. Demasiado nombre, demasiada fama, demasiado peso para que la policía y la Justicia sigan pateando la pelota al costado. La causa se activa. Y llega la reacción: el auto de Vanesa aparece incendiado, se multiplican las amenazas a testigos y hasta se produce un secuestro.

En este momento la causa está abierta. La familia y amigos no están dispuestos a conformarse con presuntas soluciones, como el desplazamiento de ocho responsables, reincorporados más tarde en otras jurisdicciones, o la condena de Torales a diez años de prisión. Quieren llegar hasta la resolución final del caso, acusan al Estado de omisión o complicidad. ¿Quién mató a mi hermano? es, así, la narración de un proceso en tránsito. Una película concluida, un caso inconcluso.