Cassandra era tan hermosa como Afrodita y recibió de Apolo el don de la profecía a cambio de que se dejara coger al capricho, para siempre, como amante o mercancía. Cassandra aceptó el don pero luego no se dejó, entonces Apolo le tapó la boca, y la chica quedó con dos raras maldiciones: la de gobernar sola su deseo y la de saber lo que pasará, pero sin tener los medios para decirlo.

Desde entonces, sus mensajes siempre se corroboran pero cuando ya son historia. Alguna vez, Cassandra debería ser escuchada cuando aún es noticia.

Pero esa fue la maldición de Apolo, repetida hasta hoy por los dueños del lenguaje, los que administran las palabras, el poder, los medios, la academia, que agregan su propia sentencia: "Cassandra tiene unos modos inaceptables o antipáticos: habla con demasiada franqueza, usa pocos eufemismos, ninguna jerga y nunca le hace un halago al ágora".

En resumidas cuentas, Cassandra no se deja (hay un hashtag incluso que dice #CassandraNoseDeja), y ella deambula por ese conventillo o casa o país en ruinas que son la belleza, la libertad y la verdad en estado puro.

La paradoja es que todos la desean pero casi nadie la respeta, unos le escamotean la justicia, otros la libertad y así no queda belleza para poseer, porque Cassandra nació en el Olimpo, y como tal, tiene dones de semidiosa o demiurga y sabe que el espíritu da vida. La ley mata, el cuerpo se marchita, pero el espíritu da vida. Y sabe que hasta coger depende de eso. Del espíritu del deseo, de la libertad de elegir y de la justicia con quien querer. Y que eso, es para todos. O mejor, dice, todes.

La noche que Apolo la maldijo, eran exactamente las 3.15 AM del meridiano de Tesalia, y quizá porque a esa hora Apolo estaba muy bebido, remedando a Baco, el Dios Macho tuvo un ligero rapto de melancolía o debilidad y dijo:

-Sin embargo, Cassandra, habrá un minuto de la noche, a las 3,15 AM, muy de vez en cuando, raramente… que alguien podrá escuchar tus profecías y comprenderlas.

 

Esta noche, hace un rato, tres y cuarto, salimos Cassandra y yo a la veredita florida del Ronnie, en Pichincha, y ella me dijo que en octubre Alberto saca el 54 por ciento. Sacamos, dijo, mientras lanzaba a la noche oscura de Rosario las más hermosas volutas perfumadas de pino paraguayo.