Batman es millonario en villanos y villanas, su galería de criminales lo hicieron expandir su fortuna en las historietas, para convertirse en todo lo grande que fue, es y será. No hay dudas de que el hombre murciélago es un gran personaje, pero sus antagonistas quieren hacerle más sombra de la que lo acompaña en sus noches de ronda. Esa oscuridad que lo define a él, también lo hace con los villanos, en el origen y en el corazón de Batman hay un crimen, al que siempre se vuelve para meter el dedo en la llama, en lo que nos consume. 

Cada personaje en una historieta de Batman, esté del lado que esté, se postula para seducir desde la oscuridad, cada historia es una competencia por quién es más dark. Stephen King decía que, a diferencia de otros superhéroes, Batman es al único que le da más miedo que seguridad, y esa era la razón por la que le gustaba más. 

El Guasón es el villano más real, porque el payaso es “el príncipe del crimen”, según el subtítulo de nobleza de la publicación de los sesenta que lo tenía como protagonista, sin siquiera tenerlo a Batman como personaje invitado, él solito y otres villanes. La nueva película de Todd Phillips, como director, coguionista y productor, va de la realeza a la realidad y le da una nueva oportunidad al Guasón de ser solista, sin siquiera sombra de Batman, y hace la movida afectiva más extrema con el personaje: lo acaricia durante toda la película. Amor, extraño amor.

RISA DE LOCA

Hay una idea extraordinaria en la visión de Todd Phillips del Guasón: lo más desiquilibrante de la película es hacer un retrato simpático de un villano. No hay duda de que la película se sitúa en la máxima intimidad posible con el Guasón intepretado por Joaquin Phoenix, y lo hace para tratar de entenderlo. Y como toda película de superhéroes que narra la génesis de sus personajes, Guasón logra no solo narrar y comprender su locura con pelos y señales. Porque con la cámara cercana, a una distancia casi táctil, la caricia del cine al personaje es constante, casi que puede empalagar. Obviamente está claro que Joaquin Phoenix se banca cualquier plano, con una altura actoral inmensa, donde incluso pone el cuerpo en un sentido profundo: entregado literalmente a la interpretación en carne y hueso, porque la película es una radiografía, donde podemos dimensionar cada hueso de su cuerpo, que sobresale de su volumen carnal disminuido especialmente para la película. Phoenix es la muerte disfrazada de payaso, casi como un souvenir mexicano del Día de los Muertos. La muerte en drag: pelo verde, cara pálida, exceso carmesí en los labios, traje colorinche. El Guasón es un Drag Kill, y la película se fascina, incluso en cámara lenta, con el maquillaje, con la transformación. Finalmente, la sangre se transforma en rouge y le pinta su característica risa grotesca. Este Guasón podría recitar, como lo hacía nuestro clown travesti Batato Barea: “dentro de mi corazón hay sangre y dentro de mi sangre hay cosméticos”. El drag de Phoenix no llega al vestido de enfermera del Guasón de Heath Ledger o al camp del César Romero de la serie de Batman de los 60. Pero cierta suavidad en la voz y en el baile en la performance de Phoenix es posible de leerla como maricona, como un amaneramiento por fuera de la virilidad que lo rodea y lo asfixia. Rasgos suficientes para que el personaje tenga una expresión de género bastante queer.

QUIEN ES TODD PHILLIPS

Como casi todas las películas de Todd Phillips, principalmente su trilogía ¿Qué pasó ayer?, se basan en la descomposición de las relaciones masculinas, a veces llegan a ser relatos que crean una forma de comedia anarquista en una suerte de vacación de la virilidad y sus imposiciones, a veces llegando casi a una desprogramación del machismo. La escatología del shock-rocker punk GG Allin, protagonista del primer documental de Todd Phillips filmado como estudiante, que termina cagando en escena en un recital en una universidad y revoleando soretes a una platea que huye aterrorizada, es tal vez la máxima amenaza de un culo en el mundo del rock registrada por una cámara. Violencia anal: el macho se da vuelta. A su manera, Guasón también es una película sobre el machismo, incluso sobre el heterosexismo, como forma de opresión y de locura, con esa escena brutal de tres chetos que acosan y violentan a la mujer en el subte, y que luego pasan a golpear al Guasón. En la comprensión de la víctima que hace la película, el personaje oprimido por el machismo repetidamente, por la violencia viril, es parte de la denuncia, que se completa con otras formas de opresión, como la del Estado que abandona al paciente en pleno tratamiento.