Sólo una mujer     6 puntos

Nur eine Frau; Alemania, 2019.

Dirección: Sherry Hormann.

Guion: Florian Öller, Matthias Deiß y Jo Goll.

Duración: 96 minutos.

Intérpretes: Almila Bagriacik, Merve Aksoy, Aram Arami, Mehmet Atesci, Selin Dörtkardes.

A la manera de El ocaso de una vida, el último largometraje de la realizadora alemana Sherry Hormann es narrado post mortem por su protagonista. Más allá de tratarse de un film de ficción, el hecho de estar basado en un acontecimiento muy real (y muy terrible) hace que esa narración en off incorpore de entrada un elemento de denuncia concreto, transparente. Sólo una mujer reconstruye los hechos que llevaron al homicidio de Hatun "Aynur" Sürücü, una joven berlinesa de origen turco-kurdo asesinada por uno de sus hermanos en 2005, en un típico ejemplo de “asesinato por honor”. Un caso poco conocido por aquí, pero muy recordado en Alemania: las imágenes reales de noticieros de la época que Hormann incluye durante los primeros minutos reflejan su inmediata mediatización. El mismo femicidio dio origen, hace casi una década, a otro largometraje estrenado en nuestro país, La extraña, de Feo Aladag, en el cual, curiosamente, Almila Bagriacik, la encargada de darle nueva vida en la pantalla a Aynur, debutó como actriz en un rol secundario.

Los modos narrativos de Hormann son frontales, a tono con los tiempos del “Ni una menos”, corriendo por momentos el riesgo de caer en subrayados dramáticos: la voz de la narradora se transforma en metáfora de todas esas voces acalladas, aquí y allá, antes y ahora. Con el hiyab cubriendo prolijamente el cabello, Aynur, una chica de dieciséis años, camina por las calles de Berlín, a sabiendas de que en breve deberá regresar a Turquía para desposar a su primo, en un casamiento arreglado desde tiempos inmemoriales. Conservadora como sus padres, aunque con una tibia rebeldía que no logra salir a la superficie, la chica acata a rajatabla las estrictas reglas culturales. Tiempo después, con un avanzado embarazo y las marcas de la violencia en el cuerpo, la protagonista se aparece en la casa paterna, a miles de kilómetros de distancia de su marido. Primera afrenta a las tradiciones, que Sólo una mujer irá repasando, una por una, como motivos suficientes para acabar con la vida de una mujer “infiel”, en el sentido más religioso de la palabra.

Con el correr de los años, Aynur romperá varios de esos códigos de conducta: se irá a vivir sola junto a su hijo, dejará de usar velos y polleras largas, comenzará a fumar, se enamorará de un muchacho alemán. Tironeada entre dos mundos, el de las nuevas libertades obtenidas y el de su crianza y educación religiosa, Aynur transita los primeros años de la adultez con una férrea división interna, estigmatizada por los suyos pero aun así imposibilitada de cortar esos vínculos. A fin de cuentas, no se trata de otra cosa que de la crónica de una muerte anunciada, la ilustración audiovisual de un salvajismo muchas veces relativizado por tratarse de “diferencias culturales”. Lo más interesante del film de Hormann, sin embargo, es precisamente el retrato de la difícil existencia cotidiana de Aynur, ansiosa por sacarse de encima los dictados del mega patriarcado al que fue sometida desde pequeña pero, al mismo tiempo, incapaz de lanzarse por completo a una nueva existencia. Ayuda, y mucho, la potente presencia de la turco-germana Bagriacik, quien a pesar de su juventud ya es dueña de una prolífica filmografía en el cine y la televisión alemanas.