Los hipócritas    6 puntos

Argentina, 2018.

Dirección y guion: Santiago Sgarlatta y Carlos Ignacio Trioni.

Duración: 70 minutos.

Intérpretes: Santiago Zapata, Ramiro Méndez Roy, Camila Murias, Eva Bianco, Pablo Limarzi.

Ópera prima de los realizadores cordobeses Santiago Sgarlatta y Carlos Ignacio Trioni, Los hipócritas es una película “de trama”, lo cual es muy infrecuente en el cine independiente argentino. Las películas de trama son vistas como “poco modernas” entre los jóvenes cineastas y sus sostenes teóricos. Y a la vez exigen un arduo trabajo de escritura. Dos razones para su inhabitualidad. Como la reciente Claudia, de Sebastián de Caro, Los hipócritas narra una boda que se enrarece. Pero en lugar de no entenderse un pito lo que pasa, como en el caso de la película de De Caro, aquí está bien clarito. Una cámara quedó encendida en una habitación de la residencia donde se celebra la boda, y registró algo que no debía. Los únicos que lo saben son la novia, su hermano y el camarógrafo. No se trata de un policial, sino de contemplar cómo una familia de poderosos se corroe.

Los hipócritas está contada desde el punto de vista de Nicolás, el camarógrafo en cuestión (Santiago Zapata), y eso explica cierta frialdad y distanciamento en la narración. Junto con un par de colegas, Nicolás tiene que filmar el casamiento de la hija de Marcelo Sánchez (Pablo Limarzi), político encumbrado, que tiene ambiciones en las próximas elecciones. Pero la relación con el gobernador de la provincia está algo enturbiada, algo que tiene nervioso al dueño de casa. De hecho, el gobernador había prometido venir al casamiento, pero ahora no se sabe si lo hará, y eso representaría un peligroso desaire. Estos tejes y destejes tienen lugar durante los preparativos de la boda, señalando cuánto le importa su familia a Sánchez. Sin embargo no va a venir por ese lado el agujero que haga escorar el barco, sino por el de la novia, Martina (Camila Murias) y su hermano Esteban (Ramiro Méndez Roy), que tienen una relación digamos que heterodoxa.

A partir del momento en que se sabe de la existencia de esa grabación tendrá lugar una pulseada entre Nicolás y algunos representantes de la familia. Pero esto no es un thriller paranoico y por lo tanto no hay amenazas, aprietes, vidas en peligro. El decurso es más plácido, ya que como el título indica lo que interesa es ver cómo caen las máscaras. Algo que se hace explícito en la que no por nada es la secuencia más larga de Los hipócritas, la del baile (de máscaras, justamente), una suerte de carnaval iluminado con luz negra, donde como en todo carnaval parecería que todo está permitido. Está bien filmada y sobre todo bien montada esa secuencia, propulsada por una suerte de cumbia-tecno que tiene algo de infernal. Pero la distancia desde la que está narrada afecta a Los hipócritas, haciendo que ni las familias de los novios resulten suficientemente repulsivas, ni el héroe suficientemente empático (pero eso está buscado), ni el secreto que intenta ocultarse demasiado peligroso.