– Tita, ¿cuál fue el mejor partido que vio? 

– Contra el Santos en cancha de Huracán. Perdimos cuatro a dos, pero qué partido (14).

Tita nunca se olvidó de esa noche del jueves 28 de septiembre de 1961. Más allá de que se jugaba un simple partido amistoso, era una cita de honor para cualquier racinguista. El líder del torneo y futuro campeón argentino se enfrentaba nada menos que con el mítico Santos de Pelé. Y nadie se lo quería perder.

El estadio estaba lleno. No solo había racinguistas, sino también amantes del buen fútbol que habían ido a ver al mejor equipo del momento y a un jugador que había deslumbrado al mundo en el Mundial de Suecia 58, Edson Arantes do Nascimento, alias Pelé, por entonces de 21 años. Fueron simplemente 90 minutos de placer, como la definió El Gráfico en una columna firmada por Dante Panzeri y publicada el 4 de octubre de 1961, seis días después de aquel histórico partido. 

“Quienes no hayan ido el jueves 28 a la cancha de Huracán a ver Racing-Santos puede que tengan motivos para arrepentirse por largo tiempo. Fútbol brillante (…) Es el mismo fútbol que llegó a ser casi dominical en Buenos Aires con el San Lorenzo del '46 o los River de “La Máquina” y sus sucedáneos. Fútbol de hombres agrupados en permanente y rápida circulación”, escribió Panzeri en su crónica. 

Racing comenzó ganando casi desde el inicio con un gol de Juan José Pizzuti a los tres minutos del primer tiempo. Tiro libre indirecto cerca del área y se durmió la defensa del Santos. No armó la barrera ni marcó a un posible receptor. Osmar Orestes Corbatta la tocó corta para Pizzuti y “este y su zurdazo se encargaron de enseñarle al Santos que en los tiros libres indirectos hay que hacer barrera y marcación individual”, señaló Panzeri. Delirio en las tribunas. Racing 1-Santos 0. Tita alucinaba. 

Racing se adueñó del partido. “¡Lindo fútbol del puntero del campeonato argentino!”, elogió el periodista. Fueron diez minutos de dominio absoluto de la Academia. Pero las figuras brasileñas estaban simplemente agazapadas y pronto se encontraron. “Racing pensó. ¿Para qué? El espectáculo pensó: ¡En buena hora! Allí se hizo completa la fiesta”, comentó Panzeri. Y siguió: “Unos empezaron a pasar. Otros a encontrarse. Terminaron pasando todos y encontrándose todos. Paredes. Cruces. Amagues. Entradas. Salidas…”. Y allí apareció Pelé en todo su esplendor, con “lujos positivos necesarios para sortear obstáculos”. Entonces el futuro “O rey” proyectó una pelota larga hacia el área de Racing y allí apareció Dorval, rechazó el arquero y la pelota quedó justita en el medio del área para que Be pusiera el 1-1. Iban 19 minutos del primer tiempo.

Racing apenas había asimilado el empate cuando el Santos ya estaba 2-1 arriba solo dos minutos después. ¿Y quién podía marcar sino Pelé? Mengalvio metió una pelota justa para el 10 en el área, Juan Carlos Mesías lo barrió y la estrella del Santos sacó de la galera un remate de izquierda hacia la red desde el piso. “Magia. Para mucha gente a la que este fútbol no le resulta familiar, eso: magia, Pelé”, destacó Panzeri. Racing sintió el golpe. “El partido venía para goleada con baile”, según el vaticinio de El Gráfico, pero la Academia soportó el huracán con algunas brusquedades y “paró la goleada” a fuerza de orgullo. Entonces “volvió al ataque” como al comienzo “con más lujos”, pero “con menos claridad”. Y el esfuerzo valió la pena. Rubén Sosa se la pasó a Corbatta por la derecha. El delantero lo vio solo a Pedro Mansilla por el medio y el goleador dejó pagando a Mauro y empató 2-2. Iban 31 minutos del primer tiempo y Tita volvía a aplaudir. Fueron apenas unos minutos de una luz de esperanza. Pero Dorval, a los 37, volvió a poner en ventaja a los brasileños con tres pases para recorrer 90 metros. Fútbol total.


Alejandro Leiva

El final del primer tiempo trajo aplausos de los cuatro costados del estadio Tomás Adolfo Ducó y una invasión de chiquilines para tocar a sus ídolos. En la segunda etapa, “Racing recuperó prevalencia territorial” y el equipo “hizo buen fútbol y llegó muy en profundidad, aunque siempre con menos claridad que el Santos”, escribió Panzeri. La Academia entonces dominó el juego, “pudo empatar, lo merecía”, pero la habilidad y contundencia del Santos inclinó la balanza a su favor a solo tres minutos del final. Panzeri lo contó así: “Pelé se empeñó en recordar que le quedaban artes sin usar, prestidigitaciones sin hacer: tiro libre próximo al área de Racing sobre la derecha, que viene a tirar Getulio, un marcador de punta izquierda que rehabilita a los hombres de su puesto como tan importantes en el ataque como en la marca. Pelé se ubica en el medio del área, semiperfilado al arco y casi de frente a la pelota. Lleva una mano al pecho y la pide allí, allí y allí. Donde lo marcan con tiza y codazos. Va. Llega. Pelé se anticipa, es fauleado, la recibe contra el pecho, la rebota hacia adelante y cayendo ya, alcanza a dar la media vuelta que le permite clavarla de derecha, 4-2. Un gol a la manera de una cancha de básquet. Así la pidió Pelé. Como la pide un hombre clave de los que en básquet van al aro. No hacía falta más”.

El partido terminó enseguida. “Santos había devuelto todo el dinero cobrado. Racing otro tanto. Cada uno en sus posibilidades. Racing en medida mayor a lo que normalmente puede. Porque Santos juega y permite jugar”, escribió Panzeri. Tita acababa de ser testigo del buen fútbol.

–El mejor partido que vi de Racing fue contra el Santos en la cancha de Huracán que Racing perdió. Fue el mejor partido que vi en mi vida. Por el partido… buenísimo fue. Cuando se gana son todos lindos los partidos, ¿vio? Entonces los que pierde no los recuerda”.

El mediocampista Juan Carlos Rulli, que años más tarde sería campeón mundial, fue el afortunado en cambiar su camiseta con Pelé. La mostraba orgulloso en el vestuario. Tita solo pudo llevarse una foto con “O Rei”. Al otro día Rulli llevó la casaca a la cancha y le pidió a Tita que se la lavara. Ni bien la vio, ella supo que no podía devolverla. ¡Era la 10 de Pelé! Cuando Rulli volvió a ver a Tita la notó decidida. Trajo la camiseta limpia, planchadita y dobladita. Pero cuando se la iba a entregar le soltó con dulzura: "¿No me la regala?". A ella nadie le decía que no. Tita tuvo esa camiseta en su casa hasta el último día de su vida.