"Yo tenía una rutina en mi cabeza y funcionaba en automático para hacer todo lo que él decía". La frase de la mujer de 42 años que durante 22 permaneció cautiva de su pareja en una vivienda de Santiago al 3500, es parte del relato que constituye la prueba reunida por la Fiscalía para acusar a Oscar Racco y pedir que sea condenado a 18 años de prisión por los delitos de privación de libertad, reducción a servidumbre y abuso sexual. "Hay una reducción de la autonomía y voluntad de la persona. Ella quería evitar la violencia física, y lo mismo pasaba con las situaciones de abuso sexual", acusó la fiscal Luciana Vallarella, que ahora espera fecha de audiencia preliminar para llegar al juicio oral. El padre del acusado, que estaba imputado como partícipe, falleció durante la investigación.

El delito salió a la luz luego de que el 8 de mayo pasado la víctima aprovechara una descompostura de su agresor, de 57 años, para huir de la casa donde permanecía bajo amenazas, sometimientos, órdenes y golpes, desde muy joven. Al salir, pidió ayuda en una estación de servicio.

El caso fue trabajado por el equipo de género de la Municipalidad y la mujer recuperó el contacto con sus familiares y un hijo que tenía de una relación anterior, al que tampoco veía. Así, la denuncia llegó a la Unidad Fiscal de Violencia de Género el 17 de mayo pasado, y la imputación se hizo en los primeros días de junio, con orden de prisión preventiva para Racco, por el delito de privación de la libertad. Sin embargo, el testimonio de la mujer llevó a que también fuera acusado por abuso sexual con acceso carnal y reducción a la servidumbre.

La víctima, hoy de 42 años, llegó a pensar que su familia ya no la buscaba. Al morir su suegra, ella encontró cartas de su padre escondidas.

En el expediente también fue imputado el padre del agresor, como partícipe, ya que vivía en la planta baja de la vivienda, con conocimiento de la situación de la víctima. "En los primeros años del encierro, ella estaba encadenada a una pata de la cama -cuando Racco no estaba- en la planta superior de la vivienda, y tenía que golpear el piso con un palo para que la madre (que aún estaba viva) la llevara al baño", relató la fiscal sobre la casa donde vivían los padres del agresor. Cuando fue acusado, el hombre tenía 85 años, y murió poco después.

Vallarella recordó que Racco fue acusado por los delitos de "privación ilegítima de la libertad agravada en concurso ideal con reducción a la servidumbre; en concurso real con abuso sexual con acceso carnal", por lo que pidió pena de 18 años de prisión. Y nombró como antecedente un caso de Buenos Aires por un hecho de reducción a la servidumbre en contexto de relación de pareja, fallo confirmado en la Cámara Nacional de Casación Penal.

"La acusación está basada en el testimonio de la víctima que fuimos contextualizando con elementos objetivos, con declaraciones de testigos, informes de instituciones. Cada parte del relato tiene un elemento de contexto que refuerza sus dichos. Es un delito que ocurrió durante mucho tiempo y, por ejemplo, las marcas físicas de cuando ella estaba atada, ya no las tiene", dijo Vallarella. "El acusado la dejaba atada para que no espiara por una ventana, aunque ella lo negaba. Luego dejó de estar en esa situación, pero permanecía en una habitación que hay en la terraza donde ambos dormían. A la tarde bajaban y ella preparaba la comida para toda la familia. Constatamos que esa habitación tenía picaporte únicamente del lado de afuera, lo que da cuenta que no podía salir cuando quisiera", indicó.

En la audiencia de Cámara para revisar la prisión preventiva del imputado, en julio pasado, Vallarella contó que Racco "hacía rezar (a la víctima) arrodillada y pedir perdón por lo puta que había sido". En otro episodio de los más violentos, el acusado le dio una paliza en la terraza, bajo la lluvia, y ella intentó soltarse y se tiró al pasillo de al lado. Una cicatriz le quedó en la cabeza y también fue constatada. Las amenazas y violencia física eran constantes. "El acusado le iba diciendo todo lo que sabía de su hijo, todo lo que él hacía; y su temor era que algo pudiera pasarle" al chico que tenía apenas dos años y medio cuando lo dejó de ver. Cuando conoció a Racco, ella estaba separada. En el inicio de la relación, él la controlaba. El 6 de mayo de 1996 se la llevó y la aisló de su familia, tras un episodio de violencia. Durante los años de cautiverio, le hacía usar un nombre falso. La mujer pensaba que su familia no la buscaba, pero su madre relató que se acercó varias veces a la casa y que le tenían temor al acusado. Cuando murió la madre del imputado, la víctima encontró cartas de su padre, escondidas.