La "aparición" de los supuestos originales de los "cuadernos de la corrupción", tal como los designa el periodismo vinculado al oficialismo, en la semana previa a las elecciones no puede ubicarse sino en el marco de una maniobra más del Gobierno para desviar la atención sobre los problemas que aquejan a la población y reafirmar el discurso de campaña que sostiene, como lo señala la candidata María Eugenia Vidal, que "lo que está en juego es la democracia". La forma utilizada, los personajes pero también la oportunidad bien podrían compararse -salvando las distancias y las circunstancias- a la pretensión de transformar en "asesinato" el suicido de Alberto Nisman, cuatro años atrás.

No se debería leer este nuevo dato sin ver que (¿casualmente?) ha sido ésta la ocasión para la reaparición pública del fiscal rebelde Carlos Stornelli, actuando como paladín de la Justicia a la que él sigue eludiendo. Y la desmentida del ministro Germán Garavano salindo a decir que "el gobierno no tiene nada que ver" con la aparición de los "cuadernos" solo sirve para confirmar la hipótesis de la maniobra.

Para comprender es necesario mirar todo en contexto e históricamente. Nada ocurre por casualidad. Siempre existen causalidades.

En pocas horas más la ciudadanía argentina habrá emitido su voto y -según lo señalan todos los indicios a la mano- se generará un cambio de rumbo en la vida política del país. Es un hecho trascendente para las argentinos y las argentinas esencialmente, pero que no debería dejar de apreciarse en relación a otras manifestaciones que ocurren en la región. Por las connotaciones, pero también por las similitudes prácticas y argumentales de los protagonistas. Porque la agenda de los debates es la misma, aunque las situaciones sean diversas, los actores distintos (si bien con características que los hacen muy similares a la hora de construir tipologías) y aún cuando los métodos políticos respondan en cada caso a la historia particular de cada sociedad y de cada pueblo.

Nadie podría decir de forma sensata que la orientación del voto mayoritario en las PASO en nuestro país -que es altamente probable que se reitere el domingo- no guarda relación alguna con lo que está sucediendo en Chile o en Ecuador. Basta revisar los argumentos y los métodos. Como se ha señalado en más de una vez en las páginas de este diario pero también en otros medios periodísticos, no puede dejar de llamar la atención la similitud argumental de Sebastián Piñera, Lenin Moreno y Mauricio Macri. Hasta en las palabras y en las formas se parecen. También las actitudes casi calcadas de quienes dicen resguardar la democracia y la institucionalidad para defender a Piñera y con la misma firmeza alimentan sospechas contra Evo Morales. Son los mismos que, a nivel local e internacional, señalan al régimen de Nicolás Maduro por violar los derechos humanos y justifican la represión chilena o hacen caso omiso de los atropellos en Brasil.

Pero no hay texto sin contexto. Y las coyunturas políticas tienen que ser entendidas en el marco de la historicidad de los procesos. Si en Argentina se pueden resolver hoy por la vía democrática situaciones tan graves como la que hoy enfrentamos, es también porque la ciudadanía edificó esa posibilidad con los juicios los militares genocidas y con una política de Estado sobre derechos humanos que ni siquiera el gobierno de Macri pudo echar por tierra. En Chile hay una asignatura pendiente respecto de la dictadura de Augusto Pinochet que dejo plasmada su marca hasta en la misma Constitución. Probablemente los estallidos de hoy guarden reminiscencias y sean consecuencia de cuestiones no saldadas.

No hay, sin embargo, linealidad causal. Una situación dada siempre depende de multiplicidad de causas entrecruzadas, simultáneas y convergentes. Lo que ocurra en las elecciones del domingo puede tener su principal motivación en la realidad económica y en el impacto que ello genera en la vida cotidiana de ciudadanos y ciudadanas. Pero no es el único motivo. Hay cuestiones de orden cultural, relacionadas con los modos de convivir y habitar la sociedad que concurren, entre otras, para generar el malestar hasta convertirlo en problema.

Quienes hoy en el país muestran su rechazo al gobierno lo hacen por razones económicas. Pero también porque diciendo lo contrario el macrismo avasalló el sentido mismo de la democracia. Porque hizo del cinismo y de la mentira un recurso permanente. Porque forzó los mecanismos legales e institucionales para usarlos como instrumento de represión política y de venganza personal. En el mismo sentido se utilizó el aparato del Estado y sus recursos para enriquecer a los propios en desmedro de la mayoría. La lista podría ser mucho más larga, pero también agotadora su lectura. Basta con lo dicho para ilustrar.

La "aparición" de los cuadernos solo se explica en el contexto electoral actual. Las coincidencias argumentales y los "pedidos de perdón" de Piñera y de Macri (que se dicen amigos) tampoco son fruto de la casualidad.

No hay casualidades. Sí causalidades. El voto opositor expresará rechazo a la política económica. Pero también y en grado no menor la decisión de recuperar valores y derechos avasallados.

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